Opinión Nacional

Aproximaciones al Affaire Rosales

Célebre se ha hecho la sentencia, “la única lección que se aprende de la historia es que nunca se aprende de la historia”, empero, el análisis de cada situación política reclama ir a ella para, si no aprender de la historia, sí para comprender el presente y poder hacer cercano el futuro; aun en la matemática, el negar su historia trae consigo el alejamiento cada vez mayor de su conocimiento y la distancia casi abismal que se crea para su estudio, cuando se la reduce a mera formalización. Con el hecho político el problema es más complicado, pero, además, mucho más confuso, provocando, incluso, en la interpretación del hecho político y de la realidad, las más interesadas aberraciones, de modo que se relativiza la verdad, incluida la moral de la acción concreta del político, en función de los intereses de poder en juego. A manera de comprensiva ilustración, obsérvese la valoración que se tiene de la libertad de expresión pública, según el discurso del presidente Chávez o el de la gente del 2D, o en medios como Globovisión y el C8. El Nacional y La Voz y, en el caso del Zulia, La Verdad y Panorama. En esencia la dicotomía se reduce desde la perspectiva de cada factor a calificar de subversiva, desestabilizadora, la crítica ejercida por los medios no oficiales ni oficialistas, frente a quienes clasifican el discurso presidencial como autoritario, alienante, unidimensional. Ahondando más la dicotomía, se trata del dilema, revolución contrarrevolución, dictadura o democracia. Y más se encuentra mientras más se ahonda: el conflicto entre la legitimidad revolucionaria, cuya fundamentación moral se determina por los fines, la construcción del socialismo, frente a su opuesto, la legalidad democrática como forma de cohabitación en el ejercicio y práctica política. La inconsistencia de ambas fórmulas es de sencilla demostración.

Uno de los mayores problemas, si no el más, de los procesos revolucionarios, está en decidir si el camino escogido para alcanzar sus metas se transita mediante la evolución o si se da por mutaciones y rupturas violentas. Usamos la idea no el concepto de evolución, en el sentido de un proceso gradual, en donde el desarrollo de la consciencia crítica va creciendo de tal forma que, en ese juego (en esa dialéctica) se sustituye gradualmente la comprensión del mundo, de la vida, etc., la ideología, en el sentido clásico con el cual Marx determina la ideología (estudiado de manera transparente en Venezuela por Ludovico Silva). Si se analiza el caso Chávez, se podrá observar que éste fue el camino asumido por él, y las formas electorales “burguesas” se convirtieron en su aliado, y las no menos formas burguesas constitucionales, legales, servirían de apoyo y fundamento al proceso. “En la constitución todo, fuera de ella nada”, reiteraba el presidente en sus momentos de mayor esplendor. Pero, la contradicción apareció muy rápido. Este juego se rompe, primero, cuando la constitución misma se convierte en límite a su proyecto que, por necesidad, niega los linderos que la ley impone, pues siempre todo este tipo de proceso se alimenta del caos, y se aleja del orden y, segundo, cuando, bajo las reglas de la democracia “burguesa”, empieza a perder en el juego electoral. Las reglas de acatarlas, son su freno. Las reglas (constitución, leyes, reglamentos…) de acatarlas para la oposición son su libertad. Y, en esa dinámica, para Chávez se hace imprescindible la negación de la Constitución, mientras a la oposición la constitución es su salvavidas verdadero. Para Chávez se hace necesario, imprescindible desconocer el estado de derecho e imponer el terrorismo de estado a fin de garantizarse el poder, en la mediada en que este se convierte el terrorismo de estado en estado de terror en la vida de la sociedad y de cada individuo. El estado de terror conduce, inevitablemente a la abulia y a la ataraxia, por ello, la función política de la oposición, para evitar esa catástrofe, tiene que hacer de la cultura, de la pedagogía política, su mejor “arma”. Para ser exacto, su mejor y más eficaz medio.

En ese contexto se da el caso Rosales, que se hace emblemático, porque en un Nuevo Tiempo hay cimientos de un proyecto democrático, la democracia social, que va mas allá del modelo social demócrata por su compromiso social, y, sobre todo, porque a pesar de los límites de ese propósito político es mucho mas coherente que el socialismo del SXXI, indoamericano, originario, bolivariano, robinsoniano, zamorano, humanista…alimentado en lo “espiritual” por el odio y en lo material por la capacidad que aún se mantiene de alimentar la esperanza con dólares. Pero, hay que destacar que el propio Chávez se ve, necesariamente obligado a negar el valor cívico , de ciudadanía y ético del Libertador, negar la visión abierta sin fronteras del pensamiento de Rodríguez, negar la descentralización federalista de Zamora, en fin, concentrar en sí mismo todo el poder y asumirse como el supremo líder, el Mesías en lo interno y el profeta de la destrucción del capitalismo en el universo externo, pero; para su desdicha el capitalismo tiene larga vida y asistirá inevitablemente al entierro de este pseudo-proyecto, que se alimenta del capitalismo, que es capitalismo primitivo, sin que ello implique que el capitalismo real eterno sea, solo que ha sabido abordad abordar los problemas de la conciencia social con tal habilidad, que está allí su trascendencia, más que en sus resultados, negativos en extremos unos, positivos en extremo otros. Para el presidente es necesario aniquilar el estado de derecho, el debido proceso, la independencia de poderes, valores histórico burgueses de la democracia, del capitalismo. Las sentencias son la justificación meramente formal de la voluntad del presidente. No hace falta repetir la larga lista de improperios, imprecaciones, maldiciones, descalificaciones, etc. que conforman el “marco teórico” de las decisiones de los tribunales, de la AN, del CNE, de la fiscalía, la defensoría del pueblo, etc.; no hace falta reiterar las persecuciones a la disidencia, no hace falta enumera la corrupción, que tiene en el manejo de la cosa publica por el propio presidente, su mejor ejemplo. Dispone a discreción e indiscreción de fabulosas, por gigantescas, cantidades de dólares, regala plata, cosas, casas, petróleo… y, no se trata de la corrupción ni de la moral, sino de su relativización. Todo cuanto hace por la revolución es moral revolucionaria. Baduel restituyó la constitucionalidad y devolvió a Chávez la presidencia: Héroe. Baduel critica a Chávez: delincuente.

La situación con Rolases es mas trágica para el presidente. No es un traidor de la revolución, por tanto las sanciones de esa moral ubicua no caben. Acusarlo de golpista es una imbecilidad. El 4F y el 11A SON GOLPES DE ESTADO Y SUS ACTORES SON GOLPISTAS, salvo que las responsabilidades son distintas. Es sencillamente mucho más que eso, es la concreción de un proyecto político distinto al de Chávez y es una práctica política distinta a la del Líder Supremo. Rosales es falible, Chávez es infalible. Rolases es líder, Chávez es el Mesías. Rosales es la federación, la descentralización, Chávez es concentración del poder, es la autarquía. Rosales ser humano, Chávez, semidiós. La corrupción es un pretexto, lo real profundo, es hacer de la política un acto de la propia corrupción y entonces, se elimina a la política todo valor ético. Si Aristóteles hizo de la ética parte esencial de La Política, en estas nuevas eras, se hacen esfuerzos para que, de la mejor manera, la política sea si no parte de la ética, sí que sea ética. En estas circunstancias surge una interrogante: se debe entregar Rosales o debe asumir otra conducta que, entre otras cosas, garantice su vida, pues si en la calle la inseguridad es parte del ejercicio del poder, es parte de ejercerse la hegemonía del proceso, en las cárceles la violencia es el poder mismo. No se trata de un asunto socrático, en el sentido del esclarecedor debate sabia y bellamente recogido por Platón, La Apología de Sócrates, que impone a Sócrates beber la Cicuta, para desenmascarar las aberraciones de la justicia y probar las fortalezas de su lógica, de su moral, ni se trata, desde luego, de analogías con casos como el de Galileo, cuya mayor condena fue el silencio, sino de la respuesta que reclama el mayor estado de indefensión que el acusado tiene ante el poder. De otro modo, de las imposibilidades que el acusado tiene de defenderse ante el arbitrario poder del Estado, de su jefe, cuyas decisiones se ejecutan de la más perversa manera.

Desde luego que si Rolases decide no tomar la cicuta, ni entregarse sin protesta alguna ante el verdugo, sus acusadores, los mujiquitas de oficio, los conversos que obligados están en demostrar al César que si matar es necesario para ganarse su fe, sus indulgencias, lo despellejarán, ellos mismos pedirán ser verdugos y darán gritos de Viva el César, en sus esfuerzos de alaridos grises, y, repetirán gozosos, lo matamos señor, ya no te estorba. Es todo tuyo, mi señor! Pero si no se entrega, el propio Presidente florecerá en sus odios al maldecir al tránsfuga, al delincuente, al mafioso, al desgracio, al servil del imperialismo, al cobarde y ya en el orgasmo de sus consideraciones con sorbos de alegría triste se verán sus manos celebrándolo. Pero, habrá otra y hay otra gente, que solidaria, sin miedos tras la justicia, reiterará lo que un alumno mío dijo a Ángela Davis, cuando acusada por el macarthysmo y en peligro de muerte, escribió en un mural: “Ángela mi casa está a tu orden”. Y juro que si hubiere demostraciones transparentes, irrefutable, de la culpabilidad de cuanto a Rosales se acusa, seríamos nosotros quienes le exigiríamos acogerse a la justicia. Es punto es que esta se fue y no se ven luces para su renacer.

La única manera de una entrega sin riesgos es que el juicio sea abierto, público, con presencia de jueces internacionales sin sombras de duda sobre su ética y su sabiduría, con el absoluto respeto a los derechos humanos, al debido proceso y en libertad, y que la verdad sea, pues es sabia la regla que establece que nadie es culpable hasta tanto no se pruebe su delito. No me atrevo a calificar este juicio de político, porque en ello va implícito hacer de la política una charca asquerosa, donde la perversidad habita, se nutre, pero donde inevitablemente morirá. Es una trampa del poder para engorarle el poder al presidente.

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