Aplaudir como focas
Sin duda, la Asamblea Nacional es una institución decadente. Evidenciado durante la sesión en la cual sus patéticos integrantes recibieron de “el primer legislador de la República” el proyecto de reformas a la Carta Magna y la orden de aprobarlo rápido y sin modificaciones, salvo las por él incorporadas disuadido por algún factor de poder. Nada novedoso. Es la histórica relación autócrata-lambiscón que lesiona la dignidad nacional lo que impele la denuncia del deleznable proceder los ¿legisladores? que usurpan la representación de la voluntad ciudadana. El cabecilla leía el revoltijo de temas constitucionales con materias a desarrollar en leyes ordinarias u orgánicas o con simples decretos y los “ilustres” diputados asentían con obedientes cabeceos y clamorosos aplausos.
Así con la reducción del horario laborable y la inclusión en el Seguro Social de los trabajadores informales y los de 3ra. edad que nunca hayan cotizado; así con la liquidación de la autonomía del Banco Central y la pistola en la nuca de las libertades económicas, comenzando por el derecho de propiedad; también con la “nueva geometría del poder” que echa por tierra la descentralización y la autonomía municipal. “Se acabaron las autonomías” dijo en alguna oportunidad y cumple su palabra, como en todo lo perjudicial.
Los “ilustres” aplaudían como focas a punto de ser victimadas por las orcas o en el circo al recibir una sardinita a cambio de sostener un globo en el hocico; igual hicieron con la extensión ilimite de su mandato, el gran objetivo. Muestra de lealtad perruna. Auto de fe previo a la consagración del arma homicida de la libertad.
Olvidan los redomados lambiscones que cuando rueda la cabeza de la democracia con ella van las de los ciudadanos, de primero porque son eso, ciudadanos y se oponen al mandón; siguen las de los sospechosos que son todos cuantos tienen dignidad y no reptan; por último las de quienes, en el clímax de la desvergüenza, obsequiaron la guillotina.
En Cuba, gloria inmarcesible del socialismo, se han dado casos ejemplarizantes. Camilo comenzaba a ser incómodo y viajó en un avión que desapareció en el mar; el Ché, luego de cumplir con éxito la misión de matarife insigne, aterrizó en China para retornar con un cartapacio de proyectos imposibles, lo “fueron” al Congo de donde salió con mala reputación, por último Bolivia y en total abandono. Y ¿qué pasó con Ochoa, Abrantes y los de la Guardia? Tres fusilados y uno en perpetua.
De lo conocido una reflexión: Aplausos de foca no enternece orca.