Apabullados
En notas anteriores me he referido a la facilidad (y rapidez) con que los
opositores al régimen chavista pasamos de la euforia a la depresión y del
triunfalismo al derrotismo. Correspondería a los psiquiatras hacer un
diagnóstico de ese fenómeno que pareciera corresponderse con un pensamiento
mágico mucho más que realista. La gente deja de sacar cuentas basadas en
cifras probadas y se deja llevar por la convicción de que Chávez es el
demonio mismo, Satanás, Belcebú o como se lo quiera llamar. Y si acaso no
llegara a serlo, tiene un pacto con el señor de los Infiernos que a
diferencia del que hiciera el doctor Fausto, no busca la eterna juventud
sino eternizarse en el poder. Sumemos a esto la ayuda invalorable que le han
prestado los babalaos cubanos y poderosos brujos africanos. ¿Puede la pobre
y desvalida Oposición derrotar a alguien blindado de esta manera? Lo
ocurrido el 12 y 13 de abril de 2002 se lo achacamos -más que a la ambición
egoísta y a la estupidez de un grupo de seudo vivos- a esas fuerzas
sobrenaturales que se han puesto del lado del teniente coronel.
Se nos olvidan los resultados del Reafirmazo y de los Reparos y dejamos a un
lado todas las encuestas que le dan una mayoría consistente a la Oposición,
para sumirnos en la desesperación por una norteamericana que predice la
victoria de Chávez. Una contra todas las demás y es esa la que nos convence.
Nos olvidamos también de que la guerra de encuestas es un ingrediente
infaltable en toda campaña electoral vernácula, particularmente porque en
Venezuela no existe regulación alguna sobre esa materia. Y, como la guinda
de la torta, nos dejamos aplastar el ánimo por la campaña atosigante y
abusiva del Presidente, cuya imagen encadenada aparece dos o tres veces al
día en nuestros televisores lanzando llamaradas verbales, demagogia como
ninguna y regalando millardos como si fueran granos de maíz. Ajá ¿y dónde
está la Coordinadora? ¡No hay campaña! ¡Están dormidos! ¡No arrancan! Las
imputaciones se multiplican como si creyéramos que es posible alcanzar los
niveles de la campaña chavista. No existe posibilidad alguna de lograrlo
porque ninguna ayuda interna o externa podría acercarse a ese volumen de
recursos petroleros usados como caja chica de un propósito electoral. La
campaña de Chávez es excelente, oímos decir. ¿Y cómo no lo sería si hay
montañas de dólares para pagar creativos además de todos los abusos
mediáticos que ya mencionamos? Pocos nos detenemos a observar que este
Chávez que hoy se bate por ganar el Referéndum revocatorio, es el mismo que
hemos visto a lo largo de cinco largos años diciendo, prometiendo y
pontificando las mismas cosas y cambiando de rostro según como le amanezca
el humor: un día es un predicador que convoca a la paz y a la concordia y al
día siguiente un guerrero que llama al pueblo en armas a defender la
revolución ¿Puede convencer ese discurso a quienes nunca lo creyeron o a
quienes se decepcionaron al descubrir la verdadera esencia del personaje?
Claro que está el tema de los indecisos unido al de la abstención, aunque en
verdad ambos se resumen en uno solo porque ¿quién que esté definido por
sacar a Chávez o por apoyarlo para que continúe en la presidencia, va a
abstenerse? Se abstienen los dudosos, los escépticos y los indiferentes es
decir, los ni-ni. En realidad es a este segmento al que va dirigida la
campaña chavista y es allí donde debe concentrarse la campaña de la
Coordinadora Democrática. Es oportuno recordar que tres millones
cuatrocientos mil venezolanos firmaron a favor de convocar el Referéndum
revocatorio. Lo hicieron a pesar de las amenazas, de las presiones, de todas
las trabas y sin miedo. No podemos saber cuántos empleados públicos y
militares activos se abstuvieron por el justificado temor de perder la
fuente del sustento familiar y sus carreras. ¿Se van a abstener ahora cuando
tienen la oportunidad de cobrarse de todas las humillaciones sufridas? Y
quienes fueron obligados a retirar sus firmas y lo hicieron avergonzados y
muchos con lágrimas en los ojos ¿se van a quedar tranquilos en sus casas?
¿Van a dejar de expresarse los millones de venezolanos que a lo largo y
ancho del país han marchado y manifestado una y otra vez en contra del
desgobierno chavista? ¿Puede alguien asegurar que todos los beneficiarios de
las nacionalizaciones y cedulaciones express van a votar a favor de Chávez?
Tengo la certeza comprobada de que muchos han aprovechado esa oportunidad
igual que muchos se aprovechan de las dádivas oficialistas, pero a la hora
de encontrarse a solas con su conciencia votarán SI para ponerle fin al
desastre.