Opinión Nacional

André Breton (1896-1966)

“Mi mujer con ojos llenos de lágrimas
Con ojos de panoplia violeta y de aguja imantada
Mi mujer con ojos de sabana
Mi mujer con ojos de agua para beber en prisión
Mi mujer con ojos de leña siempre bajo el hacha
Con ojos de nivel de agua de nivel de aire de tierra y de fuego”

André Breton.

LA VOZ DEL SURREALISMO

Sin el esfuerzo lúcido de Breton, sin ese espíritu que condujo al surrealismo a numerosas crisis, expulsiones y rectificaciones, sin esa rigidez que le valieron no sólo la pérdida de muchos de sus mejores amigos sino también apodos como “gran inquisidor”, “dictador”, “pontífice”, “Papa negro”, pero que no le apartaron básicamente de su idea original, el surrealismo hubiera sido un movimiento más en el contexto de las vanguardias.

Breton fue el pionero de los movimientos antirracionalistas en el arte y la literatura conocidos como dadaísmo y surrealismo, surgidos del desencanto generalizado con la tradición que definió la época posterior a la I Guerra Mundial. El mismo Tristán Tzara señaló: “El surrealismo salió de las cenizas de dadá”. El poeta André Breton fue el principal promotor del surrealismo, que antes había sido uno de los puntales del movimiento dadá, en el que preconizaba la risa, la burla y la negación de todo valor artístico y literario, esto es anticompromiso por antonomasia. André Gide, el más agudo observador de todos estos movimientos de renovación por los que atravesó la literatura francesa, definió así el dadaísmo: “Dadá es el diluvio tras el cual todo renace”. El estudio por Breton de las obras de Sigmond Freud y sus experimentos con la escritura automática, escritura libre de todo control de la razón y de preocupaciones estéticas o morales, influyeron en su formulación de la teoría surrealista. Breton expresa sus opiniones en Littérature, la principal publicación surrealista, revista en cuya fundación colaboró y de la que fue su editor durante muchos años, y en los Manifiestos Surrealistas. “Automatismo psíquico puro por el cual alguien se propone expresar verbalmente o por escrito, o de cualquier otra manera –nos dijo Breton-, el funcionamiento real del pensamiento. Dictado del pensamiento, en ausencia de cualquier control ejercido por la razón, al margen de toda preocupación estética o moral”.

André Breton nace en Tinchebray, Orne, el 18 de febrero de 1896 y muere en París el 28 de septiembre de 1966. Miembro de una familia modesta, comenzó a estudiar medicina por presiones familiares. Realizó estudios de psiquiatría y leyó con devoción las obras de Sigmond Freud. Fue amigo de Guillaume Apollinaire y tuvo relación con Tristán Tzara y el movimiento dadaísta. Después de su experiencia en hospitales psiquiátricos durante la primera guerra mundial, comenzó a realizar experimentos sobre los límites de la conciencia y los fenómenos de disociación psíquica y de expresión automática. En 1924 escribió el primer Manifiesto del surrealismo, en el que asienta el principio del automatismo psíquico como medio de expresión artística, y al que se adhirieron entre otros, artistas como Paul Eluard, Louis Aragon, Max Ernst, Salvador Dalí y Luis Buñuel, y en 1929 el Segundo manifiesto. Militó en el Partido Comunista desde 1927 a 1935 y se esforzó por unir el movimiento surrealista a la idea de revolución social. En 1934 contrajo matrimonio con Jacqueline Lamba, El 4 de mayo de 1935, llegaron a Tenerife André Breton, Jacqueline Lamba y Benjamín Péret, invitados por el grupo de la Gaceta de Arte, el día 11, del mismo mes, se inaugura la Exposición Surrealista en la capital tinerfeña. En 1937 Breton viaja a México donde conoce a Trotski e influido por el trotskismo redacta una nueva toma de posición con el título de Manifiesto por un arte revolucionario independiente. En su exilio en Nueva York publica su Tercer manifiesto surrealista. Allí conoce a su segunda esposa, Elisa. Regresa a París en 1946, donde diez años más tarde funda una nueva revista, Le Surrealisme Même, siguiendo luchando por el surrealismo hasta su muerte.

Sus obras principales son: Los campos magnético (1920), reflejo de sus experimentos de escritura automática; Los pasos perdidos (1924), Legítima defensa (1926), la novela Nadja (1928) y los libros Los vasos comunicantes (1932), en colaboración con Paul Eluard, Posición política del superrealismo (1935), El amor loco (1937), Antología del humor negro (1940) y El surrealismo y la pintura (1940). Gran parte de su poesía ha sido recogida bajo el título genérico de Poemas (1948). Poseedor de una sorprendente capacidad crítica, Breton reflexiona a lo largo de toda su obra sobre las condiciones de la producción literaria, la función del sueño y la aspiración revolucionaria. Su obra literaria más importante es Nadja, cuyo personaje, espejo de la actitud surrealista, fluctúa entre la razón y la locura, el ensueño y el sentido común.

El surrealismo es como una revolución importante y profunda. A cualquier artista, a cualquier intelectual de nuestro tiempo el fenómeno surrealista le ha llegado, le ha influido de alguna manera. Su conexión con el “dadaísmo” en el nacimiento del siglo XX, hasta los años 20 de París y de Breton y de Aragón…, situará a este movimiento como un fenómeno del siglo XX. No sé si como proceso revolucionario desde una violenta destrucción, en el surrealismo todo es arte en sí. Se podría decir que de ese entorno violento y revolucionario sale el arte más limpio, más auténtico, más creativo, más puro. Quizá ese surrealismo del que su gran Papa, André Breton, dijo: “que no pretendía solucionar ningún problema”, soluciona muchos sin pretenderlo.

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