Opinión Nacional

Ambiente y pensamiento

No hay duda que el estado del ambiente tambien refleja el estado de cosas que denominamos realidad, en particular las imágenes y sensaciones que tenemos de ella. Es como un gran retrato de cómo llevamos nuestra vida, si esta es ordenada o no, si es capaz de distribuir adecuadamente los recursos que utiliza, si administramos pertinentemente los espacios, de tal manera que podamos transitar sin tropezar, andar sin contratiempos, asignarle a cada elemento que nos rodea su lugar de interacción con la naturaleza. Estas acepciones son obvias, evidentes, están a la vista de todos. Pero igualmente hay una relación de la que no se escribe, que permanece oculta e inexplorada por nuestros estudios, como especie de resguardo que esconde nuestra exacta relación con ese mundo que vemos: se trata de la relación entre ambiente y pensamiento.

Siempre hemos sentido que el ambiente retrata exclusivamente a la naturaleza, pero en ese retrato cifrado de nuestra percepción, se encuentra una silente relación con nuestro pensamiento, que tambien se refleja en él. Así es. El ambiente refleja tambien a nuestro pensamiento.Es el reflejo más auténtico de todos, porque definitivamente en el libro ambiental todos escriben, incluso los analfabetas, bien o mal, pero todos tenemos nuestras huellas dactilares impresas en el libro diario del ambiente.Allí se encuentran registradas nuestras cuentas y están mejor reflejados nuestros movimientos que en el más eficiente de los bancos. Sí, y la columna del Haber, en la cual se asientan nuestros pasivos, nuestras deudas con ese gran tercero que es La Naturaleza, no solo está traduciendo el gran débito con ella, sino tambien esta reflejando la malversación de recursos naturales que no queremos revertir, porque nuestro pensamiento nos habitúa a estar inmersos en el despilfarro de la energía, en el imperio de la basura, en el uso sin reutilización, bajo una concepción en la cual deificamos a la novedad y satanizamos a lo antiguo, sin evaluar ciertamente la potencialidad de una y el valor de reuso de lo otro.

Hemos aprendido desde las primeras lecciones de física y química, que la energía no se crea ni se destruye, solo se transforma. Sin embargo, cuando debemos aplicar este criterio a la materia, que es una forma de energía según lo demostrado por Einstein teórica y experimentalmente, se nos ocurre pensar que la materia llega a su término cuando por obra y gracia de nuestro pensamiento, llega al estado de basura, donde debe culminar su existencia.

De esa manera, nuestra riqueza es convertida en basura y desechada hacia la naturaleza, bajo formas que en ocasiones llegan a ser muy poco reducibles. Sin clasificación, sin previo orden que guarde correspondencia con un tratamiento posterior, porque en la cultura insensitiva que nos ha impuesto el pensar sin conexiones, le otorgamos un punto de inicio a las cosas y le ponemos un término, focalizándonos en solo un segmento de aquel recorrido, decretando la muerte de las cosas cuando éstas siguen viviendo, aunque adopten otras formas, otras presentaciones.

De una manera inaudita, es en nuestro pensamiento en donde nacen y mueren las cosas, en donde radica la visión de lo nuevo y de lo antiguo, del valor de lo que se usa y de la pérdida del valor que no se usa. De alguna manera, nuestro pensamiento establece la codificación y descodificación de signos e impresiones que conforman nuestra comprensión, la cual es en gran sentido fatalista, porque no se apertura a las transformaciones.

He allí uno de los grandes retos de la Educación hoy en día. Educar para transformar la linealidad de nuestro pensamiento.El aceptar que no todo obedece a una norma, que la ocurrencia de un evento es multifactorial, multivariable, que nuestros modelos son solo aproximaciones válidas dentro de ciertas limitaciones.Que el camino no es una línea que comienza y que termina.Que es mucho mas que eso, si nos atrevemos a ver con un pensamiento mas amplio y menos reducido.Muchas de las supuestas verdades que hemos validado, han sido solo certezas que se comparten en un tiempo determinado, pero que son sobradas cuando el elemento fenomenológico aparece con nuevas evidencias que no pueden ser consideradas bajo las referencias pasadas..Allí radica la verdadera libertad. La que nos permite desatarnos las ataduras de las concepciones rígidas y dogmáticas, fundamentadas en certezas sensoriales admitidas como verdades, pero que fueron superadas cuando nuestra visión fue más amplia.

Al propio tiempo que esto ocurre con la experiencia de lo percibido por los sentidos, de la misma forma, el pensamiento de moda actúa como una especie de monstruo de dos cabezas, mientras la una niega al futuro disfrazando de inmortalidad al presente, la otra pretende borrar al pasado y predica la tala y la quema de todas las convicciones que tejieron las raíces de las culturas. Así, lo temporal signa el espacio vital reduciéndolo a lo intrascendente y por lo tanto, devorándose el derecho del individuo al desarrollo no confinable de su persona. De alguna manera, se expresa la aspiración tiberiana de dominar todos los preceptos bajo el enunciado de leyes del conocimiento que nos acomodan al estado de cosas que tenemos hoy, en una especie de extensión de lo inmediato que hace altamente voluble a la identidad porque la convierte en un artículo de consumo masivo, con grandes cantidades de personas dispuestas a despersonalizarse para adquirir lo que suponen es un status mayor, pero dotado de una temporalidad tan corta como efímera.Es la cosificación del espíritu, la fragmentación inconexa de las partes de un todo diluido.

Una vez más, cuando podemos sumergirnos en el mayor de los escepticismos sin posibilidad de oxigenarse, el ambiente nos rescata nuevamente de un tormentoso mar de abstracciones sin sentido.Nos aterriza y nos naturaliza.Nos conecta con su entorno vivo, con esa maravillosa ecología que nos acoge en su verdor y a la que debemos todo cuanto tenemos y todo cuanto somos. Nos invita a pasar a su casa y recorrer sus amplios patios y lugares donde no hay muros que sesguen la visión del conocimiento que se descubre en sus encantadores parajes. Nos dice: esta es tu casa, este es tu hogar.Será tan acogedor como lo desees, te hará tanto bien como el cuidado y el esmero que pongas en su trato.Te dará tanta salud como tú quieras, valorando la calidad de tu respiración, la pureza de sus aguas. Te dará un pensamiento creciente, magnífico en su comprensión, amplio en su reproducción y generoso en sus frutos. Si alguna vez dejé de ser el jardín del Edén para ti, fue porque tu pensamiento se llenó de velos que migraron la luz de tus pupilas y dejastes de verte a ti mismo como parte del hogar donde creces.Cuando regreses a tus afectos, ya cansado del desarraigo, del desapego, del tanto soñar sin ver el sol, cuando te hayas desprendido de los sentimientos de absurda aniquilación a la vida, cuando la enajenación te haya liberado para que vuelvas en ti , entonces verás que siempre viviste en el paraíso y que él nunca se perdió como alguna vez lo creíste; fue tu pensamiento el que te aisló de la fuente del saber que es la comunicación con tu hogar ambiental.

Así entonces, el ambiente está muy vinculado al pensamiento humano. Cuando este último bebe en el manantial de sus enseñanzas, se renueva, recupera su vitalidad, mejora su indagación y multiplica sus conocimientos.En esta oportunidad, el ambiente nos invita no solo a descubrirlo sino a acompañarlo, para generar una recuperación integral de la vida, de las ideas y de los valores del planeta.

*Rector de la Universidad Bicentenaria de Aragua

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