Alternativa creíble y candidato
Diversas encuestas, una de ellas oficialista, reflejan un relevante debilitamiento de la imagen de Chávez en la opinión pública. La intención de voto presidencial chavista se está acercando a su mínimo histórico, aproximadamente un tercio del electorado. La ineficiencia, la corrupción y el despilfarro de un gobierno incapaz están empezando a afectar la figura del caudillo militarista. Sin embargo, la irresponsable y estúpida fragmentación de la oposición impiden la formación de una alternativa creíble, sin la cual no hay posibilidad de crear las condiciones para un cambio de gobierno. Un Chávez debilitado será siempre más fuerte de una oposición atomizada y sin credibilidad. Antes de las elecciones parlamentarias, la división fundamental de la oposición fue entre abstencionistas y participacionistas, en la actualidad esta fractura se está modificando. Por un lado, están los que consideran que el objetivo casi exclusivo de la oposición debe ser obtener un CNE imparcial y las garantías de transparencia electoral. Para estos “exclusivistas”, mientras no se obtenga este objetivo, es una pérdida de tiempo hablar de candidaturas presidenciales. Por el otro, los “movilizadores”, creemos que una candidatura unitaria es la única forma efectiva de aprovechar la elección presidencial para movilizar y organizar a la oposición alrededor de una alternativa creíble, con la necesaria unidad de mando. Obviamente, debemos seguir luchando por un CNE legítimo y unas garantías electorales mínimas. Tendríamos siempre la posibilidad de retirarnos. Pero, mientras no exista una alternativa creíble, Chávez estará en el poder. En el Chile de Pinochet y en la Nicaragua sandinista los “CNE” estaban completamente en manos del ejecutivo, sin embargo frente a una victoria contundente de una mayoría unida y movilizada, los gobiernos tuvieron que negociar la entrega del poder. Aun cuando pensemos que unas elecciones libres no sean probables, el candidato unitario es necesario y urgente. Lo ideal sería lograr un acuerdo de toda la oposición sobre un candidato y un programa mínimo común, pero no parece factible. Lo posible es que acordemos, aun tácitamente, de confluir, con todos los recursos humanos y materiales, alrededor del candidato que, a más tardar en junio, tenga la mejor opción electoral. Las “gallinetas de vuelo rasante”, que no apoyen al candidato unitario, tendrán que ser absolutamente ignoradas.