Algo tiene que pasar
«Estamos al borde del abismo. Dudo exista un solo venezolano capaz de prever y asegurarnos las claves del incógnito panorama que enfrentamos. Las dos frases que atribulan a los venezolanos conscientes suenan y resuenan por todas las esquinas: algo tiene que suceder y esto no termina bien. Que Dios nos pille confesados.
@sangarccs
1.-Una de las afirmaciones más disparatas que se le oyera al responsable de esta tragedia demostró que en Venezuela la pobreza es menos trágica que en otras latitudes. Pienso en aquellas regiones del planeta con cuatro estaciones, fríos desmesurados al borde del congelamiento y geografías pétreas y tan áridas, que sacarle una gota de agua al subsuelo y un trébol a sus arenales es casi como tocar la luna.
Cuando dijo con esa soltura de cuerpo que Dios le dio que ser pobre era bueno supe al instante que quien se permitía necedad semejante no había visto la pobreza ni en película. Que por ello, por no haber conocido de estrecheces y propiciar la pobreza al país le esperaban años y años de pobreza inmisericorde en medio de los más fastuosos ingresos y que el destino había decidido enfrentar a los venezolanos por graves pecados cometidos con las peores tribulaciones de sus vidas. Y para mayor tragedia, a los más pobres de entre los pobres. Por afirmaciones tan rotundas, tan irresponsables y tan criminales, convertidos por su Mesías uniformado en carne de cañón de la más sangrienta guerra fratricida que se haya librado nunca en la región: mucho más de 200 mil asesinados y sepa Dios cuántos heridos en 14 años de desgobierno, Dios decidió pasarle factura antes de tiempo. Ya se consume en el olvido.
Esta pobreza no es culpa, obviamente, de la naturaleza. La frase rimbombante e irresponsable del tremebundo que nos parió, según la cual “si la naturaleza se opone, etc., etc., etc.,” no pudo provenir sino de un joven ricachón alebrestado, bendecido desde su cuna de oro con todos los bienes imaginables en un país el más regalado por los Dioses. Como si no fuera suficiente con los camburales que serpentean al borde de las carreteras, los majestuosos mangos que ensucian las veredas con sus alfombras de frutos dorados, carnosos y perfumados y hasta árboles de pan, que asombraron a Humboldt hace más de dos siglos, Dios se encargó de llenar nuestras cuencas, cavernas y depósitos subterráneos con una de las riquezas petrolíferas más cuantiosas de la tierra. Tan abundante, que brota inocente y como por propia cuenta a la superficie, para que conquistarla no sea un esfuerzo que requiera hundirse en las profundidades de la tierra al costo de la ceguera, las enfermedades pulmonares, el doloroso esfuerzo de generaciones y generaciones arañando la roca para sacarle una gota de esa esquiva riqueza a nuestra Madre Tierra.
Como lo demuestra la milenaria historia de la humanidad, no es a la sombra de esos mangos que el hombre ha labrado su civilización y ha creados las prodigiosas obras de su cultura. Ha sido, muy por el contrario, en lucha pugnaz y denodada contra los desafíos de un entorno hostil, como no se han cansado de afirmarlo todos los pensadores de la civilización y la cultura, desde Gordon Childe a Oswald Spengler, y desde Arnold Toynbee a Teilhard de Chardin. La cultura no ha colgado de los árboles. Para lo cual tampoco es preciso saber antropología: basta mirar en qué regiones del planeta se han asentado las grandes culturas. Y en donde sólo un delirante y analfabeta teniente coronel, que no diera golpe en su vida, podría afirmar con desenfado y desde las alturas del Poder que ser pobre es bueno. Y ser rico, como lo llegarían a ser él y todos los miembros de su clan tras 14 años de estupros, algo feo y pecaminoso.
2 En todos los reinos creadores de cultura se consideró que la pobreza no sólo era un mal aterrador, sino un castigo divino. Por ello, y en atención a sus mandamientos, la inexcusable responsabilidad individual de crear riqueza se convirtió en una de las primeras obligaciones morales. Pobre de nosotros, que como bien lo afirma SS Francisco, le hemos entregado la administración de la pobreza a multimillonarios demagogos de la pobresía, que han convertido la pobreza en su negocio. Ya es hora de hacer conciencia. La pobreza es un pecado capital.
Se ha cumplido una vez más con la maldición ancestral y luego de recibir a borbotones del cuerno de la abundancia miles y miles, millones y millones de dólares, volvemos al desierto del desabastecimiento, a la lucha a cuchilladas por una bolsa de harina pan, a la búsqueda desenfrenada de un pote de leche. Y como si la carencia de todos esos bienes esenciales no fuera castigo suficiente, se nos castiga con la falta de los medios para mantenernos aseados. Mugre fuiste y en mugre te convertirás.
El sueño de la riqueza inagotable, del tiempo de echarnos a las ubres de la vaca petrolera para chupar la cuota de lo nuestro se extingue: estamos llegando al llegadero. Las reservas internacionales se hacen cifras inconvertibles. Con los libros de contabilidad y lingotes de oro imaginarios no se puede pedir que nos traigan lo que nos hemos negado a producir por tres lustros. Ya estamos, al parecer, a orillas del desierto. El apocalíptico cuadro de las vacas flacas, esas turistas indeseables que nos visitan cíclicamente para espanto de la ociosidad y temor de la vagancia, asoman sus hocicos resecos, sus ojos lánguidos y llorosos, sus costillares derrengados, sus ubres estrujadas.
El fuimos ricos se trastrueca en estamos arruinados. Y luego de haber sido atropellados con una fortuna jamás vista en nuestra historia, los silos están vacíos. Reiterando la amenaza de la crisis del eterno retorno. Siguiendo siempre el mismo guión: una banda de saqueadores del tesoro público que hurgan en lo poco que queda para saquearnos hasta los suspiros. Mientras sus mujeres, sus hijas e hijos, sus amigos chupan como sanguijuelas de las gotas del tesoro, arrellanándose en sus viciosas vanidades por las doradas aceras del Imperio. El mismo que siguen difamando para beber de sus néctares sin sombra de mala conciencia.
La prostitución del Poder. Tanto más prostituido mientras peor habido. Todavía se les nota debajo de las vestiduras la barriga de sus tiempos de famélicos desnutridos. Hoy maquillados como payasos. Es el fin. Por fin.
3.- De la nata que va dejando esta leche avinagrada no sale queso para saciar el hambre de las multitudes. Salen élites políticas cada día más divorciadas de los anhelos de las mayorías. Las necesidades van por un lado, la conciencia por otro. Como en las guerras, no sólo la verdad es la primera víctima: también lo es la moral. Venezuela se pudre a vista y paciencia de todos nosotros. Aparentemente gangrenada, sin remedio. Y nosotros creyendo en pajaritos preñados. Es el Apocalipsis.
Nos desgobierna un extranjero. Con la anuencia de aquellos que juran que la defensa de nuestra soberanía y el honor son sus divisas. Puesto en el cargo por un golpista condenado a muerte, reelecto tras una farsa de falsa vitalidad y empujado a nombrarlo su heredero por los invasores, administradores de la poca vida que le iba quedando. Implacables enemigos de nuestra Patria desde la fecha de su mismo nacimiento. Los males de un Estado descalificado sotto voce por todos los gobiernos serios del planeta por narcoterrorista no cesan de manifestarse. Más de mil trescientos kilos de cocaína, de un valor en el mercado de destino estimado en una cifra superior a los trescientos millones de dólares, son embarcados en más de treinta maletas en una aeronave de una de las líneas aéreas más serias e importantes del mundo para ser trasladas a Paris. ¡Sin que nadie lo viera!
Se comenta urbi et orbi lo que no puede ser más evidente: una operación de tal envergadura, llevada a cabo en el principal aeropuerto de Venezuela, con decenas de implicados, no puede ser llevada a cabo sin la complicidad de empleados, funcionarios y personal uniformado perteneciente a las Fuerzas Armadas de Venezuela. No se trata de una actividad ilícita llevada a cabo por particulares de poca monta: las instalaciones aeroportuarias se encuentran bajo el control, la administración y el manejo de las autoridades de gobierno.
Ya el ex presidente de Colombia y posiblemente el líder político mejor conceptuado del vecino país, Álvaro Uribe, apunta hacia la colaboración de las FARC. Pues esa casi tonelada y media de cocaína proviene de Colombia y ha atravesado el extenso territorio binacional para ser despachada por medio del principal corredor de embarque de la cocaína a nivel mundial. Un proceso imposible de ser manejado al margen de las máximas autoridades de nuestro país. Sin la implicancia de altos oficiales de nuestras Fuerzas Armadas.
Este escándalo, de suficiente envergadura como para solapar los precedentes siguiendo la vieja dialéctica de la corrupción, según la cual no hay mejor manera de tapar un escándalo que con otro escándalo, tiene lugar mientras crecen las acusaciones de ilegitimidad presidencial y las bases del régimen se ven socavadas a tal extremo, que quien funge de presidente debe regresar de urgencia al país, suspender su prevista comparecencia ante la Asamblea General de las Naciones Unidas y hacer frente a una crisis de gobernabilidad de la que apenas tenemos suposiciones.
En suma: estamos al borde del abismo. Dudo exista un solo venezolano capaz de prever y asegurar el incógnito panorama que enfrentamos. Las dos frases que atribulan a los venezolanos conscientes suenan y resuenan por todas las esquinas: algo tiene que suceder y esto no termina bien.
Que Dios nos pille confesados.