¿Alevosía o apuesta?
Con una dosis de mitificación la oposición suscribió un pacto mediante el cual sellaban la unidad para, en definitiva, enfrentar a Chávez en las elecciones de alcaldes, gobernadores, legisladores locales. La fecha escogida, el 23 de Enero, puso en evidencia su revalorización, cuando, para decirlo mucho más por complicidad que por razón crítica, se celebra la caída de Pérez Jiménez, y aún más falazmente, el nacimiento de la democracia venezolana. Pero se iba un poco más, aquella fecha, reiteran, fue el éxito de la unidad del pueblo para salir de un dictador. El pacto, mejor establecido, la apuesta, partía del supuesto de que si se va unidos, el triunfo más que probable, es posible, tanto más cuanto se partía de la derrota de Chávez, el pasado diciembre. Esa apuesta a la unidad para sacarse el loto, acceder a cuotas fundamentales del poder, fijaba algunas reglas –entiendo ratificadas luego – para hacer práctica la unidad. Consenso, encuestas, en fin, mecanismos de opinión. Un acuerdo, reitero, una apuesta estrictamente formal, ajena a la cualidad política que, para estos tiempos, más que nunca, demanda principios, definiciones, propuestas científica y moralmente bien fundamentadas, cualidad de sus líderes para satisfacer las exigencias que se infieren de ellas para dar soluciones válidas a los problemas. Nada fácil, porque pareciera imposible dar coherente respuesta al negocio de la revolución, su socialismo indoamericano, originario, bolivariano, robinsoniano, zamorano, cristiano, ____ano. Y las opuestas desde la economía que hace del mercado un absoluto, es no menos ahistórica.
Pero si al lado de esta ausencia, que es demasiado grave, tampoco se consideró la realidad espacial política que, previa evaluación, debería garantizar a sus actores la profundización de su ejecutoria, ojalá, su proyecto. Y evaluar, con indicadores absolutamente empíricos, el liderazgo alcanzado en tales espacios y sus alcances fuera de ellos. Tampoco se evaluó la historia de cada factor integrante del pacto, reducido la apuesta de acceder al poder, es decir, limar y limitar las garras del presidente. Esta sustracción de la historia a los grupos partidos, personas pactantes, incrementaba y multiplica le mera cualidad formal de la democracia, mero juego de poder donde, incluso, las aberraciones pueden aceptarse en nombre de la democracia.
Para hacer gráfico parte de lo diagnosticado, baste ver algunos ejemplos. En Baruta, Chacao, como en el Zulia, (válido para otros espacios, pero quede como sencillo ejemplo para cualquier otro), se hacía imprescindible evaluar las obras de sus actores, su aceptación, la idoneidad de sus dirigentes, su proyección, entre otros “indicadores” y asumir que, de ser altamente aceptada la conducta y acción política, la opción fundamental estaba en manos y correspondía legítimamente a los partidos, grupos sectores, corresponsables de esa gestión, copartícipes de ese liderazgo institucional. Desde luego, que entre esas reglas, la palabra y la obra de los líderes en consideración tenían una significación trascendental. Pero se debía ir más allá: acordar un proyecto programa para la gestión política y la administración cualitativa del gobierno para cada región específica, enmarcado en un proyecto general de país. Y, programa en mano, establecer eso que llaman el perfil idóneo para el desempeño de la función y cargo. Y mucho más se pudo haber establecido, como principio, cogobierno en lugar de gobierno y dentro de esos mismos marcos, gobierno de todos, pero con los más capaces de cada componente del acuerdo. No hay duda que ello imponía evaluar igualmente a cada grupo, partido, asociación que entrase en el juego. Pero del mismo modo debieron ser establecidas algunas reglas morales, como por ejemplo, la prohibición expresa de acuerdos bipartitos o tripartitos, etc., para debilitar al otro “socio” e incluso para aniquilarlo o doblegarlo a través del chantaje.
Hablamos sin eufemismos para hacer más simple la comprensión de este texto. Y, de haberse procedido de ese modo u otro pero racional y ético, ya se tuviesen resultados aceptables, buenos e incluso, la posibilidad de superar errores, si se hubiese incurrido en ellos. Ello imponía un acuerdo sustantivo que apuntase a superar la crisis, real, objetiva y que está más allá de la inseguridad, de la carencia de alimentos, intolerancia, la exclusión, el manejo maniqueo de la política y sus, hasta ahora, rentables éxitos, que centran sus prácticas en la manipulación el odio para el control de la conducta de la gente y en las conspiraciones como instrumento del gobierno para la justificación de sus fracasos, pues los poderosos enemigos, exógenos y endógenos, no permiten el desarrollo de sus planes, es decir, el imperialismo y sus lacayos criollos. Obviamente este proyecto, que debió ser la condición necesaria del acuerdo, impone, desde luego, los programas concretos para salvar cada situación de éstas, pero debe tener como su razón, el proyecto general que ilumine, oriente esas acciones y perfile las mayores, de modo que se ataquen las causas y, sobre todo, se acerque el futuro, que tiene en la ciencia, el arte, la tecnología sus principales sustentos y vectores. En cambio, se tomó el atajo del reparto oculto tras la formalidad de la unidad, y esa falla de proyectos, de principios morales, ha provocado una lucha sin cuartel y sin escrúpulos, en casos realmente miserables, por adquirir cuotas de poder. Burocracia clientelar en lugar de democracia con fundamentación científica y orientación ética. ¿Quién duda de las dificultades de este proceder? El reparto de la piñata es más fácil, se trata de quien da el mejor palo y en el mejor lugar, sin importar si en el circo se puede matar al compañero y regalar lo que queda de la piñata. Se trata por esa vía de garantizarse la vida del líder o del grupo o partido del cual forma parte como su primera necesidad y no de reafirmar el liderazgo para la historia, es decir, para la superación real de la crisis, que, insisto, no puede resolverse de manera casuística o maniquea: salimos de Chávez y san se acabó, sea Chávez, el alcalde de Maracaibo, el mayor de Caracas, el gobernador del Táchira, Lara, Miranda, etc…
En términos de nuestra historia inmediata (9 años) el presidente le hizo siempre la “agenda”, el programa de “lucha” a la oposición, siempre deslumbrada. Se actuaba por reacción al empujón del Presidente. Los errores del presidente y de sus cofrades, también de sus secuaces, los males diarios que se multiplican, servicios, criminalidad, corrupción, las luchas intestinas, el autoritarismo del presidente, van provocando implosiones más graves que los esfuerzos hechos por la oposición para combatirlo, salvo, allí donde, de alguna manera, se tiene un proyecto de gobierno con perspectivas mínimas; sea de nuevo el ejemplo de Chacao, Baruta, el Zulia. Y justamente en estos lugares, el presidente no ha logrado imponer su agenda, a pesar de sus duros esfuerzos, entre muchos la discriminación presupuestaria, el vilipendio contra sus lideres, -lo cual a veces habla bien de ellos- el cercenamiento y la tendencia cada vez mas directa a eliminar las conquistas de la descentralización, una de las maneras políticas más sencillas pero más eficaces de limitar el autoritarismo y de abrir perspectivas creadoras en el universo político, económico, educativo, cultural, científico. Estas tendencias se ocultan en los consejos comunales, bajo el control del presidente, como estructura paralela a los municipios y alcaldías, etc., pero aun de manera mas directa en la negación cada vez mas marcada del FIDES, la LAE, y en la imposición de las novedosas leyes sobre las ganancias súbitas, a las cuales por principio y ley se debe aplicar el impuesto sobre la renta, incorporarlos a los estados según la propia LAE, para culminar, por ahora, con la ley que faculta al gobierno, para intervenir puertos, aeropuertos, etc., sin otra evaluación que la indiscreción del poder concentrado en Miraflores, y, en términos de fuerza, la nueva guardia pretoriana, esa monstruosidad que concede facultades omnímodas al presidente sobre sus soldados, sobre su propio ejército, o para mejor decirlo en boca suya, sus reservas, sus guerrilleros. No es poca cosa!
Pues bien, por esas ausencias señaladas, el pacto de la oposición empieza a desmembrarse. El poder para cada quien en lugar de los buenos mosqueteros de Dumas, o de la unus pro omnibus, omnes pro uno, recurso genial del pueblo suizo para que la unidad de su País se consagrara de manera definitiva, y que fuese lo que es hoy, una confederación geográficamente chiquitica y una de las grandes potencias del mundo en ciencia, tecnología, arte, ingresos, para la cada vez mayor y mejor calidad de vida de su pueblo, modelo en el mundo. Pues bien, por esas cosas de la “viveza criolla” y de la Realpolitik, cada quien se repite y quiere imponer el omnes pro uno. Sin el menor recato y con la mayor avaricia, el Zulia es quizá el mejor laboratorio de ese macabro juego. La gobernación del Zulia, para Saadi Bijani, la Alcaldía de Maracaibo para Primero Justicia. Y Nuevo Tiempo que empiece una danza nacional tras la presidencia, si acaso, pero sobre todo, dando clases de desprendimiento, de generosidad, de humanismo político, etc. La obra de Rosales y de sus equipos, su enfrentamiento a Chávez con muy alto éxito, la significación que alcanza su votación singularizada en todos los procesos, etc. y hasta el suministro de testigos a otras organizaciones en las diversas mesas electorales nacionales y regionales, sus proyectos fundamentales de infraestructura, sus logros, etc… todo eso dejarlo en aras de la nueva política y dejar paso de los nuevos actores y ese ejemplo los llevaría a la gloria. Este tipo de conducta avara de poder, es la misma que pretendiese excluir de Baruta a Primero Justicia. Y este tipo de conducta es responsable de la derrota que se aproximaría, advierto, si no se supera este modus operandi, en donde la argucia se impone a la razón, el poder a la moral. ¿Puede superarse este severo huracán de lujurias por el poder? Pienso que sí, e incluso, con un acto que yo no dudaría en ubicar en la inmoralidad de la praxis política, pero que es así y será así, la Realpolitik, que impone sus reglas porque se trata de relaciones de poder. Y éste siempre, para existir, será inético, aético, inmoral, de allí que por ser así, la sociedad, el hombre, ha luchado por limitar esta tragedia, este modo se hacerse y ser el poder. La división de poderes, el estado de derecho, los derechos humanos, etc., están entre esos frenos, desde luego, la democracia política y si fuese verdad que protagónica, participativa, etc., qué bueno sería. Y qué bueno sería que las organizaciones religiosas que asumen la defensa de la democracia y los partidos que las sustentan, democráticos fueran, pero esta es una irresoluble paradoja, y si bien no pueden ser democráticas no obstante tienen que parecerlo; pero este es otro thema.
Hemos visto ya los acuerdos entre AD y Primero Justicia, en algunos lugares. No se de otros. Ni de otros en otros lugares. Pero como no hubo evaluación ni hay no se estable, por ejemplo, cual es el nivel de rechazo de AD entre la gente. Juro que no deben ser excluidos, pero advierto que no pueden ser protagonistas. Un adeco en Mérida. ¿Para negociar, para propiciar el triunfo del PSUV? Y está el quid del asunto aquí: la política como mero negocio. Y ahora un factor nuevo, que presumo no ha suscrito pacto alguno. Los estudiantes que no sólo quieren gritar, advertir, marchar, desnudar al rey, sino que exigen cuotas de poder como pago a sus actos heroicos.
Aleccionadoras se presentan las exhortaciones del jefe de Primero Justicia, en sus visitas al Zulia, para que Manuel Rosales comprenda su papel histórico que, finalmente se reduce a entregarle a Primero Justicia la alcaldía de Maracaibo y si eso hiciere, Dios y la Justicia lo premiarán y quedaría cercana su canonización democrática. Y de no hacerlo, la justicia y la patria lo condenarán. ¿Ocurrirá esto en todas partes? El hambre de poder y las trampas para saciarla inexorablemente darán un triunfo a Chávez, sin importar que nombre tiene en cada alcaldía, gobernación. Una vez le escuché a Aquiles Nazoa que Venezuela era Adeca. Ilustraba su tesis. Si cada habitante de la Sierra exhibía un ancla en su jardín o un paisaje canadiense o suizo cubría la sala de su casa en la playa, era el testimonio de su ser adeco. Hoy no se que diría, pero es necesario interrogarse sobre cuánto de Chávez habemus, sumus.
¿Si no hay programa mínimo, si no hay ética, entonces, cual es el sentido de la política? Si no se reconoce al otro, su significación y valor, no es posible reconocerse a sí mismo, sus ausencias y sus propias virtudes. La avaricia rompe el saco, dice el viejo refrán, muy viejo, pero si sensatez priva, la cordura y prudencia impondrán la equidad para el justo equilibrio, que a mi pesar se deslinda entre la moral y el poder.