Alegoría contra la unidad
La Venezuela perteneciente a los factores de oposición democrática, algunos de sus líderes y parte de su militancia, se manifiestan asertivos para las venideras elecciones parlamentarias en eso de que la Unidad es una quimera estorbosa que no sirve para nada. Lo que da verdadera fuerza contra el gobierno y resulta indispensable para el modelo de democracia del futuro -hilvanan con agudeza- es desde ya entrenarnos en las divergencias y los desencuentros dibujando el futuro que nos espera, por lo que surge de la dinámica vital de los hechos ir en grupos separados y con liderazgos dispersos. Advierten que acumular demasiada fuerza nos pone en riesgo de morir aplastados. Los demócratas, argumentan, al no haber convergencia en la forma tan distinta en que cada uno piensa el país, y no existiendo ninguna emergencia a la vista, exigen que debemos dejar de lado las hipocresías y confrontarnos de una vez por todas; competir por el poder que aún no se tiene pero que se va a tener, ya que un día de estos Chávez se derrite en él , o se le arrechan la banda de viejas que dispuso para protegerlo dentro de los Poderes Públicos, cae víctima de su incompetencia, le da un desmayo, lo presionan los militares o, tal vez, cansado de tanto mandar y joder, renuncia y se va a pastar a Barinas dentro de 40 años, pacíficamente, como lo ha prometido, retirándose a una apacible y sosegada vejez disfrutando entre las ruinas en que dejará al país, rodeado de jumentos, chinchorros y alpargatas, de sus nietos y bisnietos, recordando con alborozo cuando hasta sus eructos eran órdenes y con sus humores y pesadillas envenenadas de resentimiento, le quitaba derechos y propiedades a sus enemigos y a muchos otros que se manifestaban en desacuerdo con su liderazgo y con la propuesta colectivista que le mandó de tarea Fidel para que Venezuela naufragara en la pérfida abyección y miseria de Cuba. Además, eso de ganar una curul parlamentaria, «si no salgo yo de candidato», sostienen otros, «es una ociosidad y una traición a mí mismo que soy el toro que más mea», por lo que siempre será preferible violar los acuerdos previos y denunciar fraude y hasta jugar a perder para que ganen las tiernas focas sacadas de los dedos del déspota, que apuntalar con apoyo y responsable desprendimiento candidaturas distintas a la mía. Después de todo, la «Revolución Bolivariana», salvo algunas extravagancias de su conductor y ciertas fallas y excesos en su gestión, no lleva a Venezuela al totalitarismo, tal cosa responde a las hipérboles de nuestra naturaleza tropical y a los rigores del debate político. ¡Ah! mención especial merece la innombrable Mesa de la Unidad Democrática (MUD), otra basura creada por el G2 cubano donde se agazapan las viejas «cúpulas podridas»; en el calificativo Chávez tiene razón. La MUD está repleta de colaboracionistas del régimen y responde fielmente a los intereses de este.
Votar por sus candidatos es reforzar y legitimar el gobierno. Una Asamblea con una mayoría opositora de vendidos no hará más que fortalecer a Chávez. Acaso, no es lo mismo, señalan con lucidez, ¿que gane Ismael García que Carlos Escarrá?