Al sur de la frontera
South of the Border. Así se llama el documental que por encargo del teniente coronel presidente ha producido Oliver Stone. No lo he visto y no tengo intención de verlo. No se equivocó el mismo Stone cuando dijo que esa película no será bienvenida en Venezuela. Porque a nadie, salvo quizás a los fanáticos y serviles adulantes, le interesará ver esa apología del narcisismo que constituye ese documental. Creo que el autor del film se equivocó de nombre y ha debido titularlo “NARCISO” porque si algo puede decirse a favor de Oliver Stone en esta ocasión es que ha contribuido a confirmar el diagnóstico que muchos psiquiatras han hecho del gerifalte cuando han identificado en él evidencias irrebatibles de narcisismo.
Si no, ¿qué otra explicación tiene que alguien pague una inmensa suma de dinero (no sabemos cuánto, pero deben haber sido varios millones de dólares provenientes de los recursos del estado, o lo que es lo mismo, del bolsillo de todos nosotros) para mandarse a hacer, a su gusto y a su medida, una película destinada a exaltar su vanidosa personalidad?
Las circunstancias que rodearon la “première” del documental en Venecia no pueden ser más elocuentes. Veamos la descripción que hace la corresponsal de la Associated Press, Colleen Barry, de ese evento:
“El presidente de Venezuela recibió una acogida de estrella de cine en el Festival de Cine de Venecia cuando caminó por la alfombra roja acompañado del director Oliver Stone para la première del documental “Al sur de la frontera”. Cientos de admiradores, algunos gritando “¡presidente! ¡presidente ! estaban concentrados el lunes fuera del Casino cuando llegó el líder. Unos cuantos ondeaban banderas y una pancarta que decía “Bienvenido, presidente”. Chávez les tiró flores a la multitud y se ponía la mano sobre el corazón. De pronto le quitó la cámara a uno de los fotógrafos y se tomó una foto él mismo. La seguridad fuera del Casino había sido reforzada antes de su llegada con policías militares que registraban los bolsos”
Esos supuestos entusiastas admiradores fueron llevados, unos desde Venezuela y otros reclutados en las Embajadas venezolanas en el exterior. Me consta que una funcionaria de la Embajada en Teherán viajó a Venecia con todos los gastos pagados.
Como si no bastara eso para satisfacer las ansias de figuración del teniente coronel presidente, Stone lo sentó a su lado durante la entrevista que le hicieron los periodistas y se dedicó a elogiar todavía más a su mecenas: “Es un tipo que todo el mundo debería conocer. Es la estrella de la película”. Para colmo, el narciso se lo cree, al punto de que en su aparición en el “balcón del pueblo” al regreso de este último periplo, al terminar su acostumbrada perorata, en un gesto digno de un artista del celuloide se quitó la corbata y la lanzó a sus “fans” que a empujones y golpes se disputaron el trofeo. Menos mal que este primer acto de “strip” no paso de allí, pero no puede descartarse que en futuras actuaciones emule a aquel miembro de su entorno que se ganaba la vida exponiendo en público sus partes íntimas.
No soy psiquiatra. Ni siquiera aficionado a esa interesante rama de la ciencia. Pero, como dije al comienzo, todo lo anterior no hacer sino confirmar que como ha dicho un especialista del ramo, estamos en presencia de una personalidad neurótica histérica de tipo narcisista.
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