Opinión Nacional

Al socialismo Venezuela le quedó grande

Primero Dijeron que el Viaducto No Se Iba a Caer
Ahora Dicen que el Delito, el Dengue, y el Desabastecimiento
Es Terrorismo Mediático

Como el pensador alemán Karl Heinrich Marx dijo que su socialismo era “científico” y estaba fundamentado en un “concienzudo estudio de la “historia”—los socialistas venezolanos siempre han creído que es posible la utopía socialista desmenuzada en la larga lista de supercherías políticas y sobre todo económicas, que el citado pensador alemán describió principalmente en El Manifiesto Comunista (1848) y en El Capital (tres tomos publicados en 1867, 1885 y 1894—el último, cuando Marx ya tenía once años de muerto).

Y como el socialismo marxista no tiene nada de científico; sino que es simplemente un apilonamiento de opiniones personales, no ha existido sociedad en el planeta Tierra, que no haya colapsado económica y políticamente, al intentar llevar a la práctica las opiniones—nada científicas—de Karl Heinrich Marx.

En Venezuela, el socialismo comenzó a colapsar desde muy temprano, al cometer el muy serio y grave error de no sólo aplazar durante casi dos años el censo anual de población y vivienda que debió haberse realizado en el año 2000—sino que adicionalmente; en vez de inmovilizar a toda la población durante un solo día, mientras se llevaba a cabo el censo, cometieron la locura de destinar treinta días para llevar a cabo las tareas de recolección de los vitales datos del censo—cuando una simple operación de aritmética de educación básica, ya nos decía que el margen de error—inevitable en todo censo, debido a ocurrencias naturales y emergencias que obligan—tanto a los censados, como a los censores—a desplazarse o dejar de cumplir su tarea—iba a ser mayúsculo.

Y así fue. Cualquiera puede comprobarlo revisando los registros oficiales para ver como la Oficina Nacional de Estadísticas—literalmente—echó al cesto de la basura los resultados del Censo del año 2001—y simplemente comenzó a utilizar como absolutamente ciertas—las proyecciones del censo de la década anterior (Censo de 1990); aún a sabiendas que toda proyección estadística puede convertirse en una seria equivocación, cuando ha transcurrido tanto tiempo desde que fue hecha, y han ocurrido en toda sociedad, innumerables eventos impredecibles—despelote que fue hecho mayor—cuando el CNE, comenzó a publicar cada año diferentes cifras de población inscrita y no inscrita para votar—es decir, los socialistas venezolanos comenzaron su gobierno; basando sus planes en tres censos distintos—ninguno de los cuales era—por mucho trecho—confiable. ¿Pueden ustedes imaginarse lo que este primer gravísimo error ha significado para las decisiones de una “economía centralmente planificada”—como también se conoce a la “economía” (muy entre comillas) socialista—basada en ese mayúsculo desastre censal arriba mencionado?

En resumen; desde hace casi dos décadas—desde 1990—los venezolanos no sabemos cuántos somos en realidad—importantísima cifra—que es vital para la planificación gubernamental de todas las actividades básicas de una nación, como; por ejemplo, cuantas aulas de clase, camas de hospital, dosis de vacunas, tamaño y puntos de salida y llegada de las vías de comunicación terrestres que serán necesarias, y un muy largo etcétera.

Como; por ejemplo, el número de puertos y aeropuertos que serán necesarios—y las otras miles y miles de tareas gubernamentales indispensables para conducir las actividades educativas, sanitarias, de construcción de viviendas, y de producción, distribución y comercialización de todo tipo de cosas—desde los alimentos, hasta las trenzas de zapatos, y desde los insumos hospitalarios, hasta las pelotas, tobos y palas de playa, que necesitarán los niños para desempeñar la más vital de las tareas de su vida: jugar—como puede comprobárselo a los socialistas, cualquier psicólogo, sociólogo, antropólogo o psiquiatra.

El segundo gravísimo error de los socialistas venezolanos fue poner en práctica la superchería “económica” socialista—no sólo del alemán Karl Heinrich Marx—quien debe haberla plagiado de los Socialistas Guild—que como nos recuerda la Encyclopaedia Britannica, fue un invento inglés:

“El Socialismo Guild se desarrolló en Inglaterra antes de la Primera Guerra Mundial. Compartiendo la misma hostilidad socialista hacia el sistema de salarios y la producción para obtener ganancias, los socialistas guild tomaron del sindicalismo su desconfianza hacia el estado y su énfasis en el control de la producción por parte de los trabajadores. Ellos miraban hacia la Edad Media, cuando los productores independientes se organizaban en guilds, controlaban las condiciones de su empleo y se sentían orgullosos de su trabajo creativo.

Aunque el Socialismo Guild debe sus orígenes a varios pensadores, éste creció hasta la madurez doctrinaria cuando en 1913 reclutó a George Douglas Howard Cole (G.D.H. Cole), un brillante economista de Oxford, cuyos dos primeros libros The World of Labor (El Mundo del Trabajador, 1913) y Self-Government in Industry (Auto-Gobierno en la Industria, 1917), contienen la mejor exposición de la doctrina del Socialismo Guild. El movimiento nunca alcanzó amplia popularidad, pero ha continuado siendo una fuente de ideas en el movimiento laboral británico, aunque solamente como contraparte a las tendencias burocráticas y centralistas del Fabianismo”. [Guild—inglés—asociación de artesanos.]

Este socialismo Guild, es lo que los socialistas venezolanos llaman: “cooperativismo”—tapándose fuertemente los oídos, para no escuchar lo que Adam Smith dijo hace tanto tiempo como 1776: “el hombre es movido por el egoísmo y el afán de lucro”—innegable hecho científico que destina al colapso, a la corrupción y a muchos otros males económicos adicionales, a todo intento cooperativista que no esté destinado a incrementar las ganancias individuales—como ocurre en las ya bastante añejas—y muy exitosas—sociedades mercantiles de todo tipo—y estas innegables verdades, ya han sido comprobadas amargamente, por los socialistas venezolanos—quienes cual católicos romanos ante las verdades de Martín Lutero—sólo gritan:

¡ Herejía ! y siguen empeñados en su necedad de tratar de reparar las casitas socialistas que se agrietan, se hunden, o el viento les vuela los techos—a explotar dos y tres veces los restos del viaducto que no iba a colapsar, o a repavimentar y reconstruir una y otra vez, las muy deficientes obras públicas otorgadas por los socialistas venezolanos a la cantidad de cooperativas que han creado—sin que el deseo de crearlas haya nacido de sus integrantes—sino que les fue impuesto desde el gobierno, como única alternativa para que traten de obtener ingresos legítimos.

Los socialistas venezolanos—que tenían 68 años en la oposición (desde la fundación del Partido Comunista de Venezuela en 1931, hasta el ascenso al poder de Hugo Chávez en 1999)—ya tienen por lo menos nueve años de experiencia en gobernar—pero siguen tozudamente tapándose los ojos ante el gigantesco éxito socio-económico de los comunistas chinos—quienes desde la muerte de Mao en 1976, lanzaron al cesto de la basura, todas las supercherías económicas que inventó Marx—reemplazándolas por la única y verdadera economía que existe: la economía de libre mercado; y siguen igualmente en forma tozuda imitando la larga ristra de fracasos gubernamentales—y guerrilleros—de Ernesto Guevara de la Serna—alias “el Che Guevara”—muerto en Bolivia a manos del ejército de ese país—hace ya más de 40 años—exactamente el 9 de octubre de 1967—pero de quien sólo quieren recordar sus éxitos guerrilleros durante la Revolución Cubana—hasta la extrema locura de mantener en existencia a una supuesta Fuerza Bolivariana de Liberación: una guerrilla que estaría operando en los estados Apure, Barinas y Táchira: ¿Contra cuál imperio o gobierno opresor “lucha” esta “guerrilla? ¿No es esto el colmo de la utópica fantasía socialista venezolana?.

¿Será que los socialistas venezolanos son incapaces de aprender? ¿O será que sólo son tan necios como Benedicto Décimo Sexto y sus seguidores que siguen empeñados en decir que “Dios creó al hombre”—negando la irrefutable verdad científica, descubierta por el naturalista Charles Darwin, de que el ser humano—al igual que todo otro ser vivo—ya sea, animal, vegetal, hongo, virus, bacteria u otro eucariote, protista, o nanobio)—surgió a través de miles de millones de evolución y su motor: la selección natural, de criaturas microscópicas—en la “sopa primordial” que muchos llamamos océanos.

Socialistas venezolanos: ¡ Dejen la Tozudez ! —y prepárense desde ya a realizar un verdadero censo de población y vivienda en el 2010—para ver si en los últimos tres años de su gobierno logran salvar algo de su desaparecida honra, u hacer algo de lo que legítimamente puedan a posteriori orgullecerse.

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