Ahora sólo quedan los partidos y los estudiantes
Después de carnavales disminuirá dramáticamente el papel oposicionista de los medios audiovisuales. Por suerte, Miraflores, sus periódicos y sus estaciones de televisión han decidido matar de aburrimiento a lectores y televidentes.
Entramos en una nueva etapa de este largo drama: la oposición la formarán los partidos y los estudiantes, con el apoyo de la prensa libre.
Como los estudiantes no postulan candidatos ni estarán en la Asamblea, mucho dependerá de los partidos, viejos y nuevos.
No hay otro clavo ardiente del cual aferrarse. Los enemigos encubiertos de los partidos, involuntariamente, son aliados de Chávez.
En la Mesa de la Unidad, un Ramos Allup trabaja con un Yon Goicoechea.
Los partidos están aprendiendo a convivir, pero les falta camino por recorrer para volverse una alternativa real de poder, más allá de ser una alianza electoral.
Gestos de debilidad ha dado Chávez frente a la Mesa: pedir una ley contra el salto de talanquera y ordenar celebrar primarias entre sus militantes.
Las elecciones internas de los partidos desembocan a menudo en espectáculos como el que está dando Copei, en una división sin remedio.
Las primarias de la oposición desatarán una competencia peligrosa, pero necesaria.
Inevitablemente de aquí a fines de marzo aumentará el número de primarias hasta quizá llegar a elegir más de 50 o 60 candidatos unitarios por la consulta a los electores.
Los que se impongan abrumadoramente en las primarias tendrán un aval político adicional, siempre y cuando después demuestren talento en la propia Asamblea.
A pesar de que Leopoldo López haya popularizado la tesis de las primarias, no obtendrá ventajas mayores si no ha articulado un partido nacional; si no presenta candidatos ganadores en numerosos circuitos, lo que no parece factible.
Así, paradójicamente, López al impulsar las primarias habrá ayudado a consolidar los partidos.
En Estados Unidos y en otros países hay un tiempo suficiente para restañar las heridas de las primarias antes de las elecciones, como ocurrió con Hillary Clinton y Obama.
Esta vez no habrá tiempo en algunos circuitos para lograr que los perdedores trabajen por los ganadores de las primarias, lo que también le pasará al chavismo quizá en mayor proporción.
En Venezuela critican a los partidos por las mismas razones que en el pasado justificaron destruir a Acción Democrática y a Copei, en vez de obligarlos a reformarse o dedicarse a la tarea de fundar nuevos partidos.
Chávez cosechó en su favor la campaña antipartidista, lo que increíblemente resucitan algunos.
Esa irresponsabilidad se vuelve suicida; no hay más fuerzas organizadas que los partidos para derrotar el proyecto chavista que aspira a gobernar mil años.
Chávez no considera moscas a los estudiantes, sino peligrosos halcones.
Alberto Federico Ravell, igual que Granier, demostró algo raro en estos tiempos de la Venezuela de la decadencia: bolas y principios.
Bolas y principios necesitarán los partidos para asumir una responsabilidad histórica: representar la última trinchera frente a un adversario de cuidado; deberán empinarse sobre ellos mismos e impedir que el socialismo del siglo XXI deje el país en el peladero.
Visiten algunos centros comerciales sin luz ni escaleras automáticas para vislumbrar el futuro nos aguarda.