Ahora me tocó a mi
Por alguna causa de complejo origen la muerte anda suelta en Venezuela y en tal intensidad que, para muchos, es el primer problema. La inseguridad es responsable, afirman, de tal catástrofe que tenemos más muertos que algunos pueblos víctimas de las más duras atrocidades de la guerra, Irak, valga el ejemplo, cuyas consecuencias nadie jamás podrá prever, empero, seguirá el Hombre que por lo justo clama, lucha, combate, confiado en que los iraquíes –como en el ayer cercano, los vietnamitas derrotarán el crimen que desde lejos vino a destruir realidades y sueños, que sembró de cadáveres de mujeres y niños sus suelos, bajo el aplauso de la mala conciencia que callada en todo el mundo contempla, para su solaz, los horrores que pesan pero que se excusan porque obtienen beneficios de la muerte para que la energía alimente sus usinas, sus calderas, sus garras, todo eso hecho en nombre de la democracia y para asegurar su libertad amenazada. Dicen. Y como está tan lejano el escenario, para que no lo vean y sus horrores no se acerquen a la casa, se formaliza en palabras el conflicto: el combate final está entre el terrorismo y la democracia, y por esas contradicciones que no pasan, se recurre al terrorismo para exterminarlo.
Ayer, siempre lo mismo fue, no se cuando empezó este macabro juego, inherente al poder, quizá fuente de su propia esencia y existencia. No se cuando pero el conflicto siempre fue el mismo, con matices en el ejercicio de la crueldad, del crimen, y en ello pudo estar la “diferencia”. Las persecución a los cristianos, incluido Cristo, bajo el Romano Imperio, y la negación del ser humano, de lo humano mismo que el poder, oculto tras la fachada del cristianismo, se impuso con La Inquisición. Es un macabro y repugnante ejemplo que dura todo el tiempo, renacido hoy en gobiernos que su miseria ocultan en los fundamentalismos, sea, solo otro ejemplo, el islamismo en el Irán, o la maldición que sobre Sudán pesa. El incalificable nazismo, porque el nazismo es para mi alma, la mas atroz de todas las calificaciones, no puede haber mayores, las hogueras de antes, la guillotina, los fusilamientos, las torturas, las calumnias, las difamaciones, el abuso, el crimen, la inquisición, el terror, el totalitarismo, la conspiración que hace al otro responsable de la culpa propia, todo eso y más en la palabra nazi queda conformado, es todo eso y mas, y mas delitos contra lo humano real y lo posible encarnó el Führer Hitler, el conductor, el guía, el supremo líder, cuyo mayor solaz, placer sin límites, consistía en la destrucción absoluta de su enemigo, inventado por él, desde sus propias raíces hasta el total exterminio, para que no fuese posible su descendencia. Él se asumió como la verdad suprema, el ser único. Y más, el destino mismo quedaba sujeto a sus designios. Suelto anda un hermoso poema del pastor luterano Martin Niemöller que dice casi todo cuanto yo aquí narro, pero de forma bella: Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista, / Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata,/ Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista,/ Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, porque yo no era judío,/Cuando vinieron a buscarme,no había nadie más que pudiera protestar.
La poesía, el arte, tiene virtudes excepcionales que jamás pueden ser sustituidas. Los grandes poetas, el en sentido grande, en el mayor sentido, alemanes y del mundo, han hecho mas contra esa obscura historia inexplicable para la razón, que cuantos actos de guerra, tratados, acuerdos, pudieran escribirse o pueda hacerse. Nadie mejor que Brecht nadie mejor que Chaplin, por citar dos cercanos a todos nosotros, lucharon con mayores éxitos contra el Führer. El arrollador triunfo de los rusos en Berlín, los verdaderos grandes héroes de la guerra, los más de la segunda guerra, ya nadie sabe de ellos. En cambio ha sido la cultura, el arte, el gran liberador, el gran libertador, el único medio del cual dispone el hombre para saber de sí mismo y para hacerse y ser humano, por tanto para asumirse como ser solidario tras la libertad y no aliado o cómplice por temor al miedo, por horror al terror. Y esto deberá ser entendido por nuestros políticos si queremos avanzar tras la verdad, la equidad, la justicia, la libertad, lo cual quiere decir, si queremos derrotar a los caudillos, fundamentalistas de su propio narcicismo, ayunos de ideas y de ideales muertos, autoerigidos en salvadores, en mesías, en libertadores. Hablar a tiempo, he dicho tantas veces, es la salvación, porque los muertos ya no abren su boca, y los vivos callados, independientemente de sus miedos o negocios, han de entender que el silencio es la muerte, su muerte también. Así es de simple. Por eso Cristo hizo de la Palabra su arma, Gandhi lo propio hecho y Bolívar, con errores y todos, hizo de la palabra su mayor victoria. Tarde habla la gente del PPT, aun cuando cómplices han sido por corear la estupidez e imbecilidad propia del poder, ajena a la razón, a la ética. Oportuna la voz de Baduel, con vaho budista. Pero aun cuando tarde sea, no es aplicable al PPT la “sentencia” llanera de Luis Herrera Campins. Me engañaron, decía melancólico alcohólico un adeco presidente; LHC, respondió “tarde piaste pajarito”. Gráfica y sin poesía expresión pero no por ello carente de ironía, digo, por ello algo de poiesis lejana vive en ella, su poder desmitificador.
Ayer yo fui víctima de un asalto, perpetrado –así dicen para realzar el martirio – por cuatro jóvenes. El espacio, las puertas de mi casa. Y frente a ellas, unos años atrás, ya el país bajo la PATUTA , que no batuta, del presidente Chávez, uno de mis hermanos (por cierto profesor de la Academia Militar cuando Chávez cursaba sus estudios, pero que estaba lejos de los buenos alumnos y por eso no pudo acceder a sus clases ) herido fue de muerte (27 días en coma y rescatado de la muerte por la fe de los suyos y por la sabiduría y conocimientos de Rolando Benítez y Gustavo Pineda, manos de Dios, dijeron los amigos), y, hace poco o mas de un año, Merly, fue brutalmente golpeada, vejada, y, gracias a una comadre que a gritos reunió gente, no quedé viudo. Y todos y cada uno de los vecinos han caído, nadie a quien se haya asaltado, pistola en mano, golpeado, todos los vecinos, todos sin dejar uno fuera para robarlos, sus autos, sus pocos bienes, etc., y uno de ellos, padre excepcional, amigo prudente, cayó bajo las balas, sin que ni por asomo supiera por-qué y menos sabemos de los autores de tal crimen. La Providencia, la fortuna, la oración, la protección de mis seres amados que se fueron antes, la invocación de la amiga oportuna que a gritos llamó a Cristo, y tal vez, además del milagro, un pedazo de humano que aun queda a esos cuatro chamos delincuentes, conformados con golpearme, uno de ellos con su pistola, hasta que, al final, el cuarto ordenó la retirada. Así quedan descritos los hechos. Y digo mas, no me embarga el odio contra ellos, a pesar de recordarlos como si uno al borde del abismo estuviese y tocase a ellos empujarme. Me habría dolido, sí y no lo niego, dejar este mundo sin causa ni razón, sin ton ni son y me duele tanto cerrar los ojos sin escribir un buen poema, que siempre busco y gritar te amo a cada quien amo, tantas veces callándome sus nombres para evitar malos los entendidos malos, de esos que siempre pueblan la subjetividad que al Alma mueven, como si preexistieran y en cada acto por mímesis volvieran.
¿Cómo explicar estos trágicos hechos, convertidos en vida cotidiana? ¡Como explicar la muerte que anda suelta e impune se pasea sobre los cadáveres tanta veces con el aplauso de las policías, el silencio del gobierno, la complicidad de los jueces? ¡Como explicar la indiferencia ante la muerte que, en situaciones más aisladas, naturales, si así podemos decirlo, nos parece siempre injusta y a Dios reprochamos su actitud de abandono? Hay mas preguntas, debe haberlas. Pero lo único que este régimen con éxito ha logrado socializar es la muerte y como condicionante actor de ese macabro juego, se ha creado el odio como parte de la falsa conciencia que nutre las acciones de sus enfermos actores. Y en ello el presidente es el gran artífice. La perversidad ha sustituido la razón y la ficción, la primera necesaria para justificar éticamente los medios, la segunda inevitable para hacer más bella la utopía de una vida mejor, digna, solidaria, buena, para todos. Todos, en donde a cada quien se respete su capacidad y se superen con equidad sus necesidades. Se cambió, traicionando a Marx, (a la historia toda!) el concepto de lucha (de clases sea el caso) por nefasto ideolema del odio de clase. La lucha, de clases incluida, reclama de una consciencia crítica que hace ética las acciones humanas. El proceso, en cambio, cultiva el odio, ese que se conforma creando una pseudo hipótesis, yo no tengo porque el otro no me deja, y que se completa, según las circunstancias, con el no tengo porque el otro me quitó lo que es mío o perteneció a mis ancestros. La vil inferencia es simple, pero macabra, tengo legítimos derechos a quitar del otro lo que me pertenece o debe ser mío o perteneció, alguna vez a mis antepasados, y en ese recuperar lo que me pertenece no importan los medios, entonces la propia muerte queda justificada. La muerte se hace parte de la justicia. Mas allá de esta práctica inducida, está la razón oculta de tan alta miseria, de tan monstruosa manipulación. Patria, socialismo o MUERTE. Y ésta bien como suicidio (ante el fracaso personal) o bien como asesinato como exterminio del otro, porque es el obstáculo de alcanzar el socialismo, constituye la “meta” más lejana al humanismo, ajena a la ciencia, fuente de reflexión para el arte, imposible de ser acción revolucionaria, es sencillamente parte del juego nazi.