Agoniza la República Democrática
Somos testigos y actores de la tragicomedia venezolana. Se acerca al previsible final con la muerte de la república democrática como la hemos conocido hasta ahora. Terminan más de cuatro décadas de libertad y democracia y cerca de doscientos años de independencia. En ese tiempo histórico el país soportó restricciones de principios fundamentales suspendidos total o parcialmente durantes lapsos que siempre llegaron a un final. Tuvo presidentes buenos, regulares y malos. Honestos y ladronzazos, íntegros y zanganoides de distintas categorías. Regímenes militaristas y también de corte estrictamente civilista, pluralistas y apegados al Derecho y la justicia. Pero nunca había tenido un presidente apátrida que, dominado por desviaciones narcisistas de una megalomanía mitómana, pusiera a la nación con sus riquezas y su gente, al servicio del ideologizado tablero internacional del cual forma parte.
Llegamos al punto definitivo de no retorno. No tengo dudas al respecto. De realizarse el referéndum constitucional de diciembre, esa trágica jornada que en privado todos dicen, o decían, que debíamos impedir por encima de todo para no legitimar el fraude constitucional, con votos o sin votos, con mucha o ninguna participación, el Consejo Nacional Electoral proclamará aprobada la propuesta presentada por Chávez. Es impresionante constatar como crece el rechazo popular a medida que el ciudadano común conoce el proyecto de vivir en un estado socialista y abrirle la puerta al comunismo a la cubana que progresivamente nos imponen. Pero, más impresionante aún es ver como veteranos dirigentes partidistas y no pocos “analistas” se aferran a una desviación electoralista probadamente fracasada en sopotocientos procesos, llamando nuevamente a votar con resultados cantados de antemano en contra de la libertad y la democracia.
¿Por qué las campañas se orientan exclusivamente contra la “reforma” y no contra el referéndum oficialista con el que se pretende legitimar el fraude constitucional? Ya ni siquiera se toman la molestia de cuestionar al CNE, ni la perversión del sistema electoral, ni el ventajismo descarado del régimen. Basta de hipocresías. Para esta categoría de colaboracionistas que consciente o inconscientemente le hacen el juego al gobierno, ahora resulta que el enemigo no es Chávez sino la “abstención”. A quienes hay que derrotar es a los “no participacionistas”, dicen, sin darse cuenta ofenden a la inmensa mayoría de opositores que rechaza la propuesta chavista y al régimen actual. Ciertamente, vivimos en el mismo país, pero no en el mismo mundo. ¿Hacen falta más señales para entender que la república está en su lecho de muerte? He llegado a conocer las conductas derivadas de la complicidad y de la codicia, pero no alcanzo a comprender las razones del miedo humano cuando están en juego la patria y la existencia misma. Nos negamos a formar parte de la comparsa legitimadora. Resistir es la consigna.