Acciones hacen corazones
El país necesita en este momento de sus conductores, mayor desprendimiento de las acciones por venir. El liderazgo opositor tiene que hacer gala de sus mejores cualidades y virtudes para evitar el desánimo colectivo o el caos emocional, con una muestra muy firme de unidad de propósitos, aún en el disenso cotidiano en que vivimos. Por encima de estas diferencias, tenemos la obligación ineludible de reanimar una sociedad lacerada y víctima de un autoritarismo populista sin ningún escrúpulo, que persiste en su mensaje de odio, de confrontación permanente, pregonando el igualitarismo hacia abajo con el fin de liquidar a cualquier costo a su adversario. Estas razones son suficiente argumento para dar la pelea por este país. Es imperativo desmantelar la inminente emboscada electoral oficialista que se plantea en los comicios parlamentarios del próximo diciembre, empinándonos en una lucha desigual, pero digna e inteligente como David frente a Goliath.
No podemos confundir entonces el interés electoral de los grupos en pugna, con el resto de los intereses. El interés colectivo de cada ciudadano, que en suma es mucho mayor e importante. Además no puede demorarse por más tiempo esta acción, y a ello tendremos que dedicarnos paralelamente sin tregua ni descanso desde este mismo momento. El pueblo venezolano demostró contundentemente, una vez más, su inquebrantable vocación por la paz y su fuerte musculatura democrática; éstos son valores muy arraigados en nuestra gente que no podemos perder de vista, pues ante este nuevo y complejo escenario, vemos como se mueven las élites del poder verdadero en Venezuela, buscando no hacerse daño y procurando puntos de encuentro o conveniencias mutuas para preservar privilegios e intereses en un escenario compartido.
Por otro lado y paradójicamente, observamos torpes movimientos de las capas inferiores de la dirigencia política, devorando a dentelladas los mendrugos electorales a la vera de un tortuoso camino, sin percatarse que van irremediablemente al cadalso, con el agravante que ya están bien advertidos de los hechos y sus consecuencias. Es la hora de anteponer una visión de Estado a la planificación de la estrategia a seguir, o a los futuros pactos o acuerdos por encima de la perniciosa visión de gobierno, restrictiva y cortoplacista que nada bueno ha dejado hasta la fecha.
Debemos asumir con valentía y coraje propuestas concretas para abordar con visón amplia e incluyente la masificación de la educación al alcance de todos, la regeneración de fuentes de empleo digno estable y el restablecimiento de un clima de seguridad y armonía que permita la inversión interna y foránea como fuente de crecimiento segura y sustentable; cuestiones por cierto que para la actual administración, han quedado en un tercer plano desde hace más de un lustro.