Abstención, nulidad y crimen
Cada proceso electoral escenificado por estos años, pretende una redefinición existencial del país. Supuestamente inscrito en el normal ejercicio de los derechos constitucionales, el más modesto de los actos carga con una inmensa significación histórica que ha de alertar y convocar a todos los venezolanos. Sin embargo, el abstencionismo fundamentalmente urbano y resistente a todos los llamados de los especialistas en el mercadeo electoral, avisa de una significativa cuota de irresponsabilidad que ha de interpelarnos.
Ya no se trata de un fenómeno natural de todas las jornadas comiciales, sino quizá un interesado resultado de lo que Luis Madueño ha llamado el “populismo quiliástico”. Por más consumadas que sean las estrategias y maniobras de comprensión y captación, los “ni-níes” expresan una indiferencia militante que rinde tributo al hedonismo, la comodidad o la vocación acomodaticia que también convienen al régimen.
Arriesgándolos, tratándose de los destinos de una nación, de un gremio sindical o empresarial, de una instancia académica o estudiantil, de una asociación vecinal o club recreacional, el abstencionismo marca sus pautas en solicitud – precisamente – de una comprensión ya resueltamente incomprensible. De sumar la cantidad de personas que no acudieron a las urnas electrónicas con la de los jóvenes a los que le negaron recientemente la posibilidad de votar (el abstencionismo impuesto), obtenemos una cifra lo suficientemente preocupante para un país en la práctica dividido en partes iguales.
Podrá argüirse la incapacidad opositora de atraer a los indiferentes o el beneficio que le reporta a la larga al gobierno nacional, pero lo cierto es que – en contraste con las ya distantes décadas anteriores – la abstención ancla en las profundidades a las que no queremos llegar los venezolanos, aún para intentar resolver nuestras crisis existenciales del presente. Por ello, “legitimamos” algunas trivialidades que cursan a pesar de la irracionalidad que las caracterizan, como la nulidad del voto que da ocasión a la criminalización.
En efecto, así como el suscrito no entiende tamaña abstención en el marco de las decisiones históricas que trepamos, tampoco logra una explicación convincente para situaciones que real y urgentemente las merecen. Por ejemplo, el referendo estuvo delimitado exclusivamente a un “Sí” o a un “No”, sin que cupiera una tercera respuesta, pero hallamos que los votos nulos alcanzan un importante peso, aunque la opción no está contemplada en la ley y suponemos absolutamente programada la consulta.
Una dislocación del dispositivo electrónico es siempre posible, pero una acumulación de tantos accidentes que puedan hacer la diferencia en la consulta, nos alarma. Y resulta tan insensato, como el de pretender criminalizar al gobernador del Táchira que las cámaras tomaron sufragando y muy bien, desatándose la calumniosa campaña oficialista, mientras que el gobernador de Anzoátegui rompe el material electoral con desenfado, apuntado rigurosamente por las cámaras.
El peso y bullicio de la propaganda gubernamental, no permite una pausada reflexión en torno a la irracionalidad de una abstención que, en definitiva, le favorece. Y lo peor es que, por si faltara poco, busca delincuentes donde no los hay, punzando una irracionalidad suicida.