¿A qué jugamos?
Hoy amanecí cabizbajo , me da vueltas por la cabeza aquel ritornelo que decía “ niños no juguéis a la guerra que la guerra es mala, jugad a la paz que la paz es buena”. Y me pregunto de qué guerra y de qué paz estamos hablando. En Venezuela hace rato que las palabras han ido perdiendo su significado etimológico para convertirse en fórmulas ambiguas que contienen en sí aquella expresión puesta en boga en un pretérito político en el que se afirmaba que no se estaba a favor ni en contra de algo sino todo lo contrario.
Cuando se firma entre la oposición y el gobierno un acuerdo por el cese de la violencia, que no es otra cosa que una primera manifestación de la búsqueda de la paz, se suceden, casi ininterrumpidamente diversos hechos de violencia que culminan en el día de hoy con los atentados terrorista en contra de las sedes diplomáticas y consulares de España y Colombia.
Ahora nos falta por ver que las amenazas y acciones de guerra se conviertan en acuerdos políticos para preservar la integridad de la república. ¿ Cuál república? ¿La del poder, la de los políticos, la de la violencia, la de los golpistas, la de los soñadores, la del colectivo inerme?
En verdad, ya es difícil saber qué es lo que queremos hacer con nuestro futuro o, mejor dicho, con el futuro de nuestros hijos y nietos . La sensación de que estamos en pleno juego me alarma. Pareciera como si el destino del país fuese secundario ante el deseo de algunos de disfrutar del poder mientras lo tienen, a la vez que otros luchan entre sí para determinar quiénes serán los que podrán disfrutar del mismo. Y a todas esas, aquellos que ni tienen la vocación ni la voluntad de participar en ese tiovivo del poder no saben, como se dice en criollo, en que palo ahorcarse.
Si Venezuela estuviese conducida por «adultos», tanto en el gobierno como en la oposición, hace rato que éstos se hubiesen puesto de acuerdo para terminar el juego y comenzar a tomar medidas urgentes para restablecer los equilibrios necesarios para asegurar la paz. Pero, lamentablemente, por lo que puedo observar las escaramuzas siguen, las agresiones verbales y físicas no se detienen y lo único que se escucha por ahora en forma casi obsesiva es las estrofas que repiten sin cesar “ niños no juguéis a la guerra que la guerra es mala”.