¡A mí, no me maltrata!
Una de las cosas que más llama la atención del público en general, en cualquier parte del mundo, es la atención de la que es objeto. Así, si nos gusta un restaurante, por ejemplo, es muy posible que en una conversación lo recomendemos a nuestros amigos. Asimismo, si el lugar fue malo en el servicio por el motivo que sea, seguramente haremos la advertencia para que cualquier otro no se lleve el mismo chasco que una. Esto ha sido siempre así, y por ello, las empresas que trabajan en el sector de servicios no deben escatimar esfuerzos en asistir a sus clientes de la mejor forma posible de manera que los consumidores hagan de la recepción del servicio, la mejor publicidad potencial a que haya lugar.
Viene esto al caso por mi experiencia, y seguramente la de otros muchos, durante este último mes de diciembre pasado, cuando, como es costumbre cada año, visitamos centros comerciales para comprar los regalos de Navidad. Lo que era de esperarse sucedió: Las tiendas estaban abarrotadas de gente, los estacionamientos llenos, los centros de comida rápida no se daban abasto para atender al público. Todo ello no nos sorprendió dada la enorme afluencia de gente que se lanza a la calle para hacer sus compras por estas fechas, sin embargo, el maltrato a los clientes, la indolencia y la falta de buenos modales en cada lugar que fuimos, debo confesar que me chocó de tal forma, que me preguntaba si en verdad cada vez que entraba a una tienda a comprar algo, el local comercial me ‘hacía el favor’ de venderme lo que necesitaba o si, en cambio, era yo quien con mis compras beneficiaría las utilidades que el negocio tendría a finales de año, y por tanto imaginaba que debía haber sido tratada con mayor gentileza y diligencia.
Son incontables las oportunidades que me quedé esperando un ‘gracias por su compra’. Por lo contrario, cada vez que hacía una interminable cola para cancelar, casi sin verme a la cara, quien se encontraba en la caja, apenas me entregaba la factura espetaba: ‘siguiente por favor’ sin siquiera decir ‘gracias’. Algo similar ocurría cuando temerosa preguntaba si tendrían la amabilidad de envolver mi compra como regalo y la respuesta que recibía era una de estas dos: ‘No estamos envolviendo regalos ahora’, cuando en realidad nunca lo hacían, a pesar de haber dejado unos miles de bolívares en su tienda, o, ‘si quiere el papel de regalo está por allá, escójalo y cancela por caja.’ Lo que quiere decir, que encima de que compras algo, también tienes que comprar el papel para envolver tu regalo, mientras que en otras partes del mundo, antes de cancelar siquiera, te preguntan si lo necesitas envuelto para regalar.
Esta falta de amabilidad, de cortesía, y más claramente, de educación y adiestramiento en el trato con el público, es sencillamente inadmisible en una industria que basa su beneficio en el servicio al cliente. Y es de reconocer que no ocurre solamente en locales comerciales, también en líneas aéreas, restaurantes, compañías de telefonía celular, e inclusive hasta en servicios médicos privados. Es absolutamente inaceptable que nos seamos ‘maltratados’ en todas partes, porque cuando se acude a un lugar donde lo que se espera es ser atendido, más aún si se va a invertir dinero a cambio de un servicio, y no lo es de forma adecuada, o peor aún, se recibe un trato apresurado y hasta grosero, puede decirse con toda propiedad que estamos siendo ‘maltratados’.
Pero poner freno a esa situación dependerá de que cada uno lo acepte o lo rechace. Quizás lo adecuado es dirigirse al encargado del negocio y hacerle saber el disgusto por la situación, para que otros no vivan lo mismo. Y, si bien es cierto que en algunas ocasiones podría hacerse caso omiso de la queja, al menos habríamos dejado bien claro que ¡A mí no me maltrata!