A Kiko y Vladimir
Muy apreciados colegas Francisco “Kiko” Bautista y Vladimir Villegas: Puedo entender que alguna vez el uno y el otro intentaron y disfrutaron de las mieles del poder del actual gobierno de Hugo Chávez Frías.
Pero, no lo comparto.
Aún cuando ambos lo aspiraron desde un principio, sólo uno de ustedes pudo ser gobierno en diversas facetas. Al primero le falló la táctica de la adulación, le sobrevino el aburrimiento y cuando la oposición se elevó a su máxima expresión en el 2002 se coló y hasta incluso pretendió ser presidenciable.
El segundo, alcanzó su meta y después del cansancio del disfrute, de pasarse por cargos de director, de presidente de un medio de comunicación estatal, de vivir cómodamente en Brasil y México, le llegó la hora del rompimiento, del despido sin fecha de retorno.
Por la intensidad de la dinámica política (veinte años no es nada, canta aún Gardel y 11 años es prácticamente insignificante), pareciera que ese ayer de ambos amigos y colegas fuera muy lejano.
Sólo que al observar con detenimiento sus conductas políticas retornan los fantasmas del pasado y hacen dudar acerca de si esa ruptura con Chávez y su chavismo se produjo verdaderamente, o si todavía quedan reminiscencias.
Poco importa si fue, es, o será, pero lo relevante es que situarse en el otro lado de la acera y pronunciar algunas palabras enmarcadas dentro de lo conocido como oposición y a veces asumir que se es oposición (Kiko dixit), no bastan para serlo.
Ser oposición en las actuales circunstancias venezolanas equivale sencillamente a ser demócrata versus un gobierno autócrata o neodictador que quiere borrarla del mapa, perseguirla, encarcelarla. No tiene nada de cómico sino que es una tragicomedia.
Al vestirse de ropaje de opositor o comenzar a vestir algunas prendas (Vladimir no se viste de rojo, por ejemplo) algunas personas se creen con la facultad de hablar el lenguaje de la oposición, pero resulta que…
Detrás de las palabras parece y cada vez se adivina mejor la adivinanza: están jugando un juego de tres carambolas que comienza por enterrar a Chávez, sepultar a la oposición y traer al mundo un parto igual de peligroso, el Chavismo sin Chávez.
Basta observar que Kiko todas las tardes y noches pretender transformarse en la conciencia de la oposición para criticar lo mínimo y lo máximo de la oposición pero, claro está, cuestionando también al gobierno.
Vladimir, perdido en el espacio, busca la excusa perfecta para adular y cuestionar al mismo tiempo. “Sí, pero no”. “La oposición tiene razón pero no tiene razón”.
No hay nadie más crítico de la unidad de la oposición, de la democracia, que Kiko y Vladimir porque hablan ¡vestidos de oposición! Y eso es lo grave porque los efectos que producen en la gente creándoles dudas son mayores que las críticas provenientes de los oficialistas, las cuales son entendibles.
Lo triste es que piensan que la entrada en escena de una nueva figura recién desligado del chavismo les concede más autoridad para jugar ese doble papel, para acrecentar ese “Chavismo sin Chávez”, tan peligroso como el “Chavismo con Chávez”.
Detrás de la bufonería permanente y de la indefinición de ser o no ser, se evidencia un proyecto político para obstaculizar el camino de la unidad democrática, un plan para abortar desde ahora el pacto democrático de gobierno que habrá de venir al estilo chileno, después que se producto la salida institucional de Chávez.
Es, verdaderamente, un papel criticable y por ello me atrevo a hacerlo. Es un antifaz de quita y pon que sólo se entiende en los predios de la sabiduría popular de eso que llaman “pescar en río revuelto”, de aprovechar la coyuntura.
La cosa es muy grave y la coyuntura no está dada para desarrollar agendas ocultas. Durante estos durante 11 años en los cuales cada ciudadano opositor ha puesto su pellejo, sus familias y sus recursos en peligro al oponerse a la neodictadura que nos gobierna, es inadmisible ese comportamiento dual de mis colegas y amigos. O juegan para las fuerzas democráticas o retornan al otro lado donde evidentemente no los quieren. Pero dejen de jorobar en nombre de la oposición.
