A Fidel de un balsero cubano
«Que no tengo mucho que agregar, caguama, quien tú eres. De tu zangandonga impostora bien lo conoce el mundo entero y especialmente, ¡¡vaya!! que si no, el pueblo mártir de Cuba. Has hecho de la ulceración de la libertad, la cana, la persecución y la muerte en tu rol de babalao mayor de la mentira, las únicas fábricas que laboran con notables índices de eficacia y continuidad en Cuba.
¿La educación? Sí es así de buena: ¿explícanos cómo después de casi 50 años escupiendo toneladas de odio en las aulas contra los norteamericanos y en las coartadas de tu discurso, todo el que escapa o quiere hacerlo se va corriendo a que lo «oprima» el enemigo? ¡¡Vaya cosa tan grande caballero!!, derechito y sin guagua hacia la tierra despreciable de los yonis. ¿Fifo, sospecho que mientras tú digas que es tan malo el gringo imperial, mucha gente sabe que siendo tú un mentiroso de capirote se convence que justamente acontece lo contrario a lo que afirma la cháchara de tu esmirriado bongó.
De la huida de Cuba en una rueda de hule, nos iba llegando como a tantos otros que superaron el acecho de la oceánica muerte, la fresca humedad del salitre; era un olor nuevo y poderoso que nuestros sentidos se resistían en distinguir. ¡¡Claro!!, nos pasaba lo mismo que el olor del bistecito de solomo que nadie, excepto la nomenclatura del partido, conocen en Cuba. No identificábamos la libertad por no saber que era, pero de exprofeso sabíamos que todo lo que nos iba a pasar bueno o malo, incluyendo la decisión de escapar, contrariaba las órdenes de tu cruel y babosa voluntad, además de ser una opción que por vez primera seleccionaríamos por nosotros mismos. ¡¡Vaya!!, que terminaría siendo mucho mejor fracturarse los omoplatos, partirse la crisma, contraer pulmonía y aún perder la vida misma en nuestra peligrosa aventura, que aceptar el buen cuidado de los hospitales de tus carceleros que con hipócrita práctica de algodones solamente encontraríamos el alivio de enfermedades para rehenes, pues no es ningún secreto guardado que la isla toda se encuentra en terapia intensiva,enferma hace 46 años de un mal incurable, el tuyo Fidel, único e invasivo agente mórbido en compañía de la caterva de cobardes que siguen complaciendo los caprichos de las ulucubradas tretas que en cápsulas de muerte aguardan en tu cabeza por tus mandados.
Salvados de los pelotones de fusilamiento, los CDR y G2 representados por aquellos tiburones enormes que nos dejaste finalmente en la retaguardia, como si los tuvieras amaestrados y dispuestos en el océano en tu postrero esfuerzo por asesinarnos, algunos fuimos a parar a Venezuela, y mira tu que cosa, un militar coleccionista de antigüedades, entre ellas el de tus correrías, e impulsado seriamente por su lascivia de golpista en tu barbuda permanencia en el poder, viene a darle un aire otoñal a tus fracasos, pero también a tus victorias contra la libertad; como si una balsa gigante de la tiranía llena de tus verdugos, se poseyera pacíficamente en ese rico territorio de la patria de Bolívar-que siempre codiciaste- a invitación de un traidor sin que te presentasen resistencia ni te libraran combate. Igual a la de aquel gobernante austríaco Schuschnigg, que chorreado ante Hitler facilitó(1938) que a Austria se la papearan los nazis.
¡¡Castro!!, has saqueado a placer junto al gambao a los venezolanos.
La suerte, la traición, la complicidad y la indiferencia han acompañado hasta ahora tu baja y chupa.
¿Será que los Venezolanos se digerirán esa comemierda sin revelarse?»