¿A dónde vamos?
La economía de lenguaje con que se presenta esta pregunta en nuestro título pareciera sugerir que su sentido depende estrictamente de la situación, del contexto en que es formulada. Con esas tres palabras, en efecto, poetas y filósofos han pretendido inquirir sobre el destino final de todo cuanto existe, pero de ellas mismas nos servimos a menudo para buscar respuesta a dudas infinitamente más precisas y concretas, aquellas, por ejemplo, que nos asaltan cuando ignoramos hacia dónde nos conduce la persona o el grupo de personas que nos tienen compañía.
Pero esta intrínseca ambigüedad de la pregunta, disipada siempre por la situación o el contexto en que es formulada, no sólo hace posible que sigamos utilizándola frecuentemente, sino que a esa exigua fórmula, ¿A dónde vamos?, se reducen nuestras orejas muchas otras preguntas que se nos hacen o que nos hacemos cuando nos hallamos en una situación que consensualmente se considera como anormal.
Situación que, a pesar de que nos es extraña, la sabemos cargada de consecuencias que a todos podrían afectarnos de manera en buena parte también desconocida. Pensemos, por ejemplo, en lo que nos dice BBCmundo.com, en su edición del pasado lunes, bajo el título de «Venezuela y la conspiración de cada día» «Magnicidios, revueltas populares inducidas y golpes de Estado de todos los colores.
Raro es el día en que los venezolanos no desayunan con titulares sobre un plan para matar al presidente Chávez o con los preparativos de un autogolpe por parte del gobierno» y en lo que nos ocurre al leer este texto y salir a la calle en busca del eco que ha podido tener entre nosotros tan exagerada visión de nuestra vidas cotidiana.
Desde el dueño del quiosco donde busco la prensa, hasta la conserje del edificio, pasando por cuantos vecinos me conocen y están enterados (por la misma BBC, por los periódicos o por los rumores) de lo que me alarma, no dicen otra cosa que «¿A dónde vamos? Que digan, en realidad, «¿Usted piensa, de verdad, que habrá golpe?» o ¿Es cierto que ustedes quieren matar a Chávez? Yo lo que oigo es «¿A dónde vamos?». Y si no me hacen tal pregunta, en su miradas o en nuestros tan propios gestos de la cara o de los ojos, yo lo que leo es eso ¿A dónde vamos».
Y es lo que leo o escucho en todo comentario a la situación que estamos viviendo en materia de destrucción del aparato productivo, de la crónica crisis penitenciaria o de la no menos crónica crisis en las áreas de la seguridad, los derechos y las libertades.
Pero no es sólo esta fatídica reducción el más claro y evidente producto de nuestro diálogo cotidiano con el mundo exterior. Nos sucede, sobre todo en estas dos últimas semanas, que cualquiera sea el tema que abordemos los que ya hemos señalado y, por supuesto, ese que planea sobre todos ellos, la enfermedad del Presidente y su incidencia en la política, todo nos conduce a la pregunta ¿A dónde vamos?, pero circunscrita ahora a un solo asunto: las elecciones presidenciales.
«ENTRE TROPIEZOS Y APRENDIZAJES» Si, la idea de que solo en la suerte de los comicios presidenciales pautados para octubre podemos encontrar respuesta a la pregunta general que todos nos hacemos, «¿A dónde vamos?» se ha apoderado del común de la gente. Ya todas aquellas otras situaciones que se nos antojaban como problemas a resolver antes de intentar dar para poder dar respuesta cabal a la pregunta, ya la idea de que para saber a dónde vamos debíamos indagar sobre lo que el gobierno hace o deja de hacer en el campo de la economía, de la salud, de la seguridad o de la educación, ya ha desaparecido. Ya todo eso no tiene para nosotros el rango de «Cuestiones previas». Ahora, lo que está más profundamente anclado en nuestra mentalidad es la preocupación por las elecciones.
Ciertamente, esta preocupación tiene esos rostros destinos que ya todos conocemos, a pesar de las máscaras con que suelen revestirse: ¿De verdad, habrá elecciones, así no pueda Chávez presentarse? ¿Qué papel están desempeñando las encuestadoras, los militares, la misma gente de la oposición que cuestionan la candidatura única de la oposición? Recordemos, antes de confrontarnos con estas preguntas, que todas ellas existían desde que se habló de elecciones presidenciales y se supo que el presidente estaba enfermo. Recordemos que tanto esta incidencia de la enfermedad del presidente en la política como los otros factores señalados, el virtual papel de los militares, el de los fingidos partidarios de la escogencia de un candidato unitario, cualquiera fuera su tendencia, todo existía antes de que Capriles Radonski triunfara en las primarias. Y era esa situación tan singularmente compleja lo que constituía el carácter complejo de estos comicios. Y por singulares y por complejos, no podía esperarse que tuvieran un desarrollo igual al de tantos otros comicios presidenciales que aquí se han dado. Comicios singulares en nuestra historia, explican de antemano comportamientos singulares y pensamientos singulares de cuantos estemos involucrados en ellos. No hay, entonces, razones ni lógicas, ni políticas, para asombrarse y, muchos menos, para asustarse de cualquier posición. Lo importante, en definitiva es que a estas alturas, después de varias semanas de campaña del candidato de la unidad y justo al borde de la formalización de su candidatura a la presidencia, encontrar estas voces procedentes de tan distintas y tan significativas fuentes: «Contra viento y marea se han dado pasos estratégicos (…) entre tropiezos y aprendizajes (…) la unidad tiene candidato presidencial y candidato a gobernaciones y alcaldes, fruto de un compromiso transparente (…) de allí su fortaleza que) no depende ni de una sola voz ni de un solo pensamiento: es plural y escucha», Movimiento 2D Democracia y Libertad Caracas, 27 de mayo 2012.
(El Nacional, 27 de mayo 2012″ «Capriles puede ganar (…) El fundamento de (su) victoria es el deseo de cambio de la mayoría (…) Todos los que no estuvieron o han estado con Capriles tienen que sumarse» Carlos Blanco, El Universal, 27 de mayo 2012 Estas voces, incuestionablemente plurales y representativas, nos autorizan a responder: Vamos al triunfo de Capriles en las elecciones del 7 de octubre.