Opinión Nacional

¡A callar Globovisión!

Los más connotados juristas del país han explicado suficientemente el cúmulo de irregularidades administrativas y jurisdiccionales cometidas por la «alta coyuntura» contra Globovisión. Muchos consideran una tontería intentar acciones jurisdiccionales contra esos abusos en vista del férreo control que Chávez tiene sobre las mallugadas instituciones. Sin embargo, es conveniente configurar el expediente respectivo pues la letra escrita siempre se preserva como testimonio privilegiado.

En este gobierno nada transcurre por casualidad. Globovisión es un escollo que debe ser eliminado porque informa lo que sucede al momento y no de manera editada y tardía como lo desea el régimen. Lógicamente ello atenta contra el proyecto dirigido por un enfermo de poder que presume ser el vocero más connotado del «nuevo orden mundial». Al degradar a nuestras instituciones y los valores tradicionales se facilita la intentona de instaurar a tropel el proyecto autoritario. Sin embargo, ese designio letal, por anárquico y contrario a nuestro hábitat ancestral, no ha podido ni podrá arraigarse no obstante el obstinado refuerzo cubano. De allí que el caos por venir sea inevitable. El régimen, consciente del estado de confusión estimulado por este irracional contubernio, secundado por múltiples protestas diarias, ha adelantado todas las acciones, legales o no, para adjudicarse un absoluto control social. Por ello ¡A callar Globovisión! Veamos algunos pasos dados al respecto.

1- Ultraje a la Constitución y del orden legal en general.

2- Desprecio por la herencia educativa y cultural. Se pretende borrar nuestra historia y sustituirla por otra flamante y socialista con auxilio de un proyecto extranjero (cubano).

3- Uso de grupos armados con patente abierta para incursionar con violencia en lugares donde se reúne el «enemigo» (caso UCV) y evitar cualquier brote de ideas que se confronte al proyecto revolucionario. ¡Prohibido pensar!

4- Control de la participación libre de los ciudadanos. La Ley Mordaza condena cualquier expresión que no sea considerada por los cuerpos de control como «políticamente correcta». De allí el celo oficial por cada palabra que se diga en Globovisión y juzgar si contraviene los «venerables principios del régimen».

5- Registro del patrimonio ajeno. El sector privado es golpeado con impensado furor. Los decomisos a troche y moche sin planes sustitutos están acabando con la producción particular que, ni de lejos, ha podido ser suplantada por la entelequia socialista. Hasta ahora sólo hemos tenido ciclos de carestía y escasez. Las acciones están claramente orientadas a formalizar una ordenación que refleje el rigor de un poder concentrado en manos de una persona al estilo de Cuba y Corea del Norte.

6- Zonas de exclusión. Las protestas cívicas en las calles ocurren en todos los países democráticos del mundo. Basta cumplir con los requisitos administrativos habituales. En Venezuela no es así. Existen zonas de exclusión en las que está prohibido cualquier tipo de manifestación.

Ante la violación de los principios básicos de la democracia y de los derechos ciudadanos ¡A callar Globovisión! En sus inicios el presidente promovía su proyecto como una revolución pacífica «pero, eso sí, ¡armada!». Ciertamente es armada pero no pacífica. Los desmanes de las fuerzas policiales y jurisdiccionales así lo corroboran. La revolución pacífica no es tal y se reveló como es: violenta. Además de arremeter contra la disidencia política, lo hace con todos los sectores. La empresa privada ha sido golpeada con saña y con el ímpetu de un tren desenfrenado. Poco importa las secuelas de una devastación económica. Sin embargo, el régimen considera que no es «saludable» revelar esta verdad; entonces: ¡A callar Globovisión!

El mayor éxtasis oficialista sería que la gente ignore qué es lo que le golpea. Que aquellos que una vez se vieron a sí mismos como ricos, se percaten de repente que sus posesiones ya no valen mucho. Que otros, no tan ricos, se sientan absolutamente arruinados y relegados a una vida bajo el ordenamiento socialista. Entonces el régimen fingirá pagarle mientras usted simula trabajar. Todos perdemos excepto la élite del poder. De las cenizas económicas vendrá la protesta. La gente empobrecida recurrirá al gobierno pidiendo ayuda. En contrapartida el proceso exigirá que renuncie a sus libertades políticas; momento oportuno para implementar la segunda fase del macabro propósito: «el socialismo del siglo XXI». Para ese entonces el aliento colectivo estaría degradado y «ablandado». De allí que esté a toda marcha la implementación de un «nuevo orden» mediante instituciones inventadas y de dudosa legalidad. Entretanto; ¡A callar Globovisión!

Así, pues, la ayuda y el apoyo a Globovisión no debe asumirse meramente como una acción a favor de un grupo empresarial y en contra del gobierno sino como protección a nuestra tradición y resguardo del derecho ciudadano a estar informado oportunamente. Así que nada de ¡A callar Globovisión!

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