2010
Si bien es cierto que la democracia venezolana sufrió un retroceso significativo en la última década, el año que comienza se muestra auspicioso por la oportunidad que brindan las elecciones parlamentarias de recuperar espacios para su defensa. Vamos a unas elecciones con un caudal de votos que gira alrededor del 45% del electorado, y con un gobierno desgastado en su mensaje y ejecutoria. Ineficaz para resolver los graves problemas que padece la población: inseguridad desatada, alto costo de la vida, racionamiento de los servicios públicos sin precedentes, y ahora, con el peso de una devaluación a cuestas, que por más que intente maquillar, será percibida y sufrida por amplios sectores del país como otra muestra de ineficiencia.
Sin duda, las fuerzas del autoritarismo son poderosas, y una vez más contarán con recursos desmesurados, además del cinismo y el amparo de los funcionarios llamados a controlar los abusos y a garantizar una contienda justa. Pero, ¿acaso ya no sabemos luchar en esas condiciones? En esta ocasión, tal como lo recogen las encuestas de mayor credibilidad, hay un deseo mayoritario en la población -que según IVAD supera el 70%-, de tener instituciones que controlen efectivamente los abusos de la autocracia. La necesidad de moderar los disparates de Chávez, la corrupción de su Gobierno y la ineficacia de sus colaboradores en la conducción del “proceso”, es un sentimiento que ya ha prendido en la conciencia de la mayoría de los venezolanos.
Los campesinos sin cosechas; los obreros sin empleos estables; las familias enlutadas por la mano impune de la delincuencia; los estudiantes acechados por la intolerancia del Gobierno, así como amplios sectores desconcertados de la sociedad, necesitan un mensaje de esperanza y unidad.
Los partidos y las organizaciones democráticas con vocación de poder, están en la obligación de brindárselo.
Llegó la hora de renovadas y masivas convocatorias a las fuerzas democráticas del país. Rafael Caldera tuvo el tino de dejarnos sus últimas impresiones en un documento extraordinario por la claridad en el análisis y su mensaje al país. Se define al régimen como lo que es: una autocracia ineficiente; recuerda los postulados de la democracia cristiana: la búsqueda de la justicia social, el respeto de la dignidad del hombre y su obtención a través de la libertad; por último, hace un llamado a los partidos a cumplir su rol en la sociedad y a mejorar la calidad humana de sus dirigentes.
Son los mejores quienes deben ir en las listas de candidatos por la oposición. Aquellos que por su trayectoria y formación se presenten como verdaderos y legítimos representantes del pueblo y que a través de su presencia y sus propuestas, se comprometan con la búsqueda de las soluciones de los problemas que tanto nos aquejan.