Opinión Internacional

Zar imperturbable

El 30 de diciembre de 2008, mientras la prensa mundial se concentraba en la guerra en Gaza y resúmenes de las noticias del año que expiraba, Vladimir Putin aprovechó para consumar un golpe de Estado no violento para perpetuarse en el poder de Rusia.

Ese día el parlamento ruso, la Duma, le entregó al presidente Medvedev una ley que prolonga el mandato presidencial de cuatro a seis años a partir del 2012 y mantiene el derecho a una reelección en un país en donde cada día se reprime más a la disidencia política y a los medios de comunicación contrarios al régimen.

¿Significa esto que el ahora todopoderoso Primer Ministro ruso tiene que esperar 4 años para retomar el poder, y así gobernar Rusia “legalmente” por otros doce años? Esa es la interpretación optimista de esta enmienda, porque la más realista es la que salta a la vista: Putin, como Primer Ministro, sigue siendo el hombre que gobierna como se hace evidente en los momentos en que el gobierno de Moscú toma decisiones conflictivas como la invasión rusa a Osetia del Sur, en Georgia, o cuando Putin, personalmente, el 1 de enero de 2009 le comunicó al presidente de la Comisión Europea que Gazprom cerraba la llave del gas a Ucrania – por donde pasa el 80% de este carburante del cual depende el Viejo Continente – hasta que el gobierno de Kiev aceptara pagarlo a un precio mucho mayor.

Como en la llamada “Guerra del Gas” de 2006, cuando la Comunidad Europea debió mediar con el entonces presidente Putin para resolver un conflicto que los dejaba sin suministro durante el invierno, nuevamente los líderes europeos se dirigieron al ahora Primer Ministro, y no a Medvedev, para resolver la crisis. Tampoco es casualidad que fue Putin y no el presidente ruso, el representante ruso en el Foro Económico de Davos de enero, ni que para la revista Vanity Fair, aunque no sea una referencia de análisis político, el hombre más influyente del mundo en el 2008 fue Putin.

Es así como el ex jefe de la KGB ha logrado superar los métodos, cada vez más sofisticados, de diferentes autócratas del mundo que intentan perpetuarse en el poder.

Putin ha comprendido que la mayoría de los rusos no conciben a su país como una democracia liberal que renuncie a su ambición de volver a ser un imperio, y para eso, requieren siempre de un zar –luego denominado líder supremo soviético y actualmente “presidente” – que los guíe por ese camino, que hoy, se basa más en el poder energético que en el de las armas.

En un discurso que el alemán Carlos Marx pronunció en 1867, refiriéndose a la Rusia zarista, dijo: “En primer lugar, la política rusa es inmutable, según reconoce su historiador oficial, el moscovita Karamsin. Pueden cambiar sus métodos, su táctica, sus maniobras, pero la estrella polar de su política- la dominación del mundo- es una estrella fija”.

Paradójicamente, las ideas y la figura de Marx, fueron idealizadas por la Unión Soviética y si bien la actual autocracia de Moscú no sigue enalteciendo al ideólogo del Manifiesto Comunista, su profecía sí sigue definiendo el carácter de la Rusia putinesca de hoy.

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