Vuelven los improperios
Esta semana fueron hechos públicos varios documentos que colocan al régimen del teniente coronel presidente en el banquillo de los acusados ante la opinión pública internacional.
El primero de ellos es el Informe anual del Departamento de Estado de Estados Unidos acerca de la situación de los derechos humanos en el mundo, el cual contiene serios señalamientos en cuanto al desempeño del actual gobierno de nuestro país en esa materia. El informe registra «un preocupante deterioro de los derechos democráticos de los ciudadanos venezolanos» y destaca que la politización del Poder Judicial, y el acoso oficial a la oposición y a los medios caracterizaron la situación de los derechos humanos en Venezuela durante el año 2008. Señala de manera particular los siguientes hechos que configuran esa situación: eliminación ilegal de ciudadanos; condiciones precarias de las prisiones; arrestos y detenciones arbitrarias; un sistema judicial corrupto, ineficiente y politizado, caracterizado por retardos judiciales, impunidad y violaciones del debido proceso; intimidaciones y ataques contra los medios de comunicación social independientes; discriminación basada en consideraciones políticas; corrupción galopante en todos los niveles del gobierno; violencia contra las mujeres, tráfico de personas.
Otro documento es la comunicación que la Fundación para los Derechos Humanos le dirigió al Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza, para exigirle, por segunda vez, que active la Carta Democrática Interamericana contra el régimen del teniente coronel presidente por la flagrante violación de los elementos esenciales de la democracia en Venezuela y sus atropellos a los derechos humanos de los ciudadanos. De manera particular destaca que en Venezuela se viola el Artículo 3º de la Carta Democrática, que consagra la separación y la autonomía de los poderes públicos y el respeto a la existencia de un sistema plural de partidos políticos. A este propósito la Comunicación de la FDH recuerda que, violando la Constitución, el Parlamento venezolano, integrado casi exclusivamente por miembros del partido oficial del jefe del Estado, dictó una ley que aumentó el número de magistrados del Tribunal Supremo y estableció que tanto su nombramiento como su destitución sólo requieren ser aprobados por simple mayoría. Luego de aprobar esa ley la Asamblea Nacional destituyó a todos los magistrados independientes y designó un nuevo Tribunal Supremo compuesto exclusivamente de jueces fieles al primer mandatario. La FDH recuerda además que en el 2007 la Asamblea Nacional otorgó al presidente poderes legislativos para dictar 41 decretos que le permitieron imponer su control sobre sectores clave de la economía y transformar las instituciones del Estado.
Otro documento es la comunicación que dirigió la Comisión Internacional de Juristas a los Estados Miembros de la OEA para denunciar el desacato en que ha incurrido el gobierno al desconocer la decisión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que ordenó reincorporar en sus cargos a tres jueces de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo que fueron destituidos ilegalmente y por motivos políticos. De no cumplir esa sentencia, dice la CIJ, «el gobierno venezolano se uniría al triste precedente del gobierno de Fujimori que incumplió sentencias de la Corte Interamericana de derechos Humanos y pretendió sustraerse de su competencia».
Otro documento es el informe anual sobre Estrategia Internacional de Control de Narcóticos ordenado por el Congreso de Estados Unidos en el cual se señala que los altos niveles de corrupción, el débil sistema judicial y la falta de cooperación del gobierno han convertido a Venezuela en uno de los principales países de tránsito en el tráfico internacional de drogas. La actividad de los narcotraficantes, dice el documento «se ha visto facilitada por la geografía del país así como por la corrupción, la debilidad del sistema judicial, fuerzas de seguridad incompetentes y a veces cómplices y una falta de cooperación internacional de parte del gobierno venezolano.
Nadie puede negar la veracidad de lo que dicen esos documentos. Pero, como era de esperarse, los documentos oficiales del gobierno norteamericano hicieron liberar la furia del Júpiter tonante criollo. La cancillería venezolana y su titular no perdieron tiempo en lisonjear a su jefe y emitieron un comunicado oficial en el cual conminan a las autoridades norteamericanas a que «pongan fin a esas prácticas». El gobierno venezolano, dice el comunicado, «rechaza de la forma más categórica y firme» la publicación del informe «en el cual se pretende evaluar el estado general de los derechos humanos» en Venezuela.
Pero el teniente coronel presidente no podía quedarse atrás. «!Vaya a lavarse el paltó! No se meta con Venezuela, señor Obama. No siga el camino torpe y estúpido del gobierno anterior. Demuestre un poquito de inteligencia». «Estados Unidos es el primer consumidor de drogas en el mundo». «Obama, encárguese de lo suyo que yo me encargo de lo mío. No se meta conmigo». «Al pueblo de Estados Unidos le hace falta un líder. Conviértase en el líder y preocúpese de su pueblo, del hambre, la miseria, la pobreza, la violencia, las drogas, la locura. Ocúpese de Estados Unidos que tiene bastante problemas, caballero. Venezuela no es su problema. Ese es nuestro problema».
Presumo que el Encargado de Negocios de EU en Caracas le habrá explicado al Departamento de Estado el significado vulgar de la expresión «Vaya la lavarse el paltó» y que el gobierno norteamericano habrá tomado debida nota del insulto.
Esas son sólo algunas de las reacciones del teniente coronel presidente ante documentos oficiales que el gobierno norteamericano elabora para moldear su política exterior y sobre todo sus actividades de cooperación internacional. Los ataques dirigidos durante el fin de semana al presidente Obama, a dos meses apenas de haber asumido éste la presidencia de su país, son el presagio de lo que viene y no es aventurado vaticinar que la normalización de las relaciones entre los gobiernos de ambos países será una meta cada vez más difícil de alcanzar.
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