¿Vuelve el TIAR?
Cuando hace tres semanas, aproximadamente, en la sede de la OEA en Washington, el presidente Vicente Fox, de México, declaraba la obsolescencia del TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca/1947) y anunciaba que su país se estaba preparando para denunciarlo y, consiguientemente, retirarse del mismo, nadie en su sano juicio podía adivinar que, días después, se estaría hablando de la reactivación de dicho mecanismo como consecuencia de los actos terroristas que se llevaron a cabo el pasado 11 de septiembre en las ciudades estadounidenses de Nueva York y Washington.
El TIAR fue el instrumento que el sistema interamericano adoptó para encarar la defensa continental en el marco de la Guerra Fría, pero es necesario señalar que, desde un principio, fue objeto de reservas por distintos sectores políticos en varios países latinoamericanos que lo estimaron peligroso y contrario a los intereses de la región. En realidad el TIAR, a diferencia de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), por ejemplo, no ha disfrutado de mayores simpatías en el seno de nuestras sociedades quizás por la circunstancia de asociarlo con un dispositivo de carácter militar. A partir de 1982 (guerra de las islas Malvinas entre Argentina y el Reino Unido) el TIAR entró en franco declive sin posibilidad alguna de recuperación, por lo que su deceso era algo anunciado y esperado. Ahora las acciones terroristas en el territorio de los Estados Unidos le han inyectado vigor al TIAR como se desprende de los resultados de la reunión del Órgano de Consulta del Tratado efectuada en Washington (21 de septiembre) la cual contó con la presencia de los Cancilleres de los 23 Estados Partes que comprenden la totalidad de su membresía.
Pero el TIAR de ahora no podrá ser el mismo de antes. Tendrá que ser un TIAR diferente, pues distintas son las motivaciones, los propósitos y objetivos que estimulan y promueven esta suerte de resurrección o reactivación del Tratado. Ahora, sin la Guerra Fría pero con el terrorismo como blanco sobresaliente, es evidente que tendrá la región que negociar y adoptar un nuevo instrumento para enfrentar este flagelo espantoso y terrible que es la amenaza terrorista. Y en esta ocasión, a diferencia de lo que ocurrió con el TIAR, es necesario que el compromiso abarque a todos los Estados Miembros de la OEA.
Parte del encargo ya se conoce. Así, la Convención Internacional para la Supresión del Financiamiento del Terrorismo (Nueva York/1999) seguramente servirá de antecedente para el nuevo marco jurídico proyectado. Asimismo, es importante destacar que en la reunión que acaba de finalizar en Washington, entre otras conclusiones, se acordó “la elaboración de un proyecto de Convención Interamericana contra el Terrorismo con miras a presentarlo en la próxima Asamblea General de la OEA”. Otras iniciativas, en la misma dirección, también deben ser presentadas en el transcurso de los próximos meses, como se espera y, a ellas, habrá que concederle la mayor atención.
Sin duda, el tema del terrorismo dominará la escena internacional en los años por venir. El debate sobre la seguridad ciudadana, la defensa de la democracia y el pleno disfrute de los derechos humanos, entre otros aspectos, pasa por la erradicación y supresión de las actividades terroristas. Por ello, bienvenidos sean todos los esfuerzos destinados a robustecer y vigorizar las instancias institucionales mundiales, regionales o locales, que sean capaces de enfrentar el desafío que contra la humanidad lanzó el terrorismo por medio de la virtual declaración de guerra del 11 de septiembre, evidenciada con las satánicas acciones de Nueva York y Washington, las cuales se tradujeron en miles de víctimas sacrificadas en ambas ciudades y en una elevada proporción de daños materiales.
