Venezuela y Hezbollah
Estados Unidos acusó al diplomático venezolano, Ghazi Nasr al Din, de trabajar para Hezbolá y al Gobierno de Venezuela de dar refugio a agentes de ese grupo extremista. Nasr al Din fue hasta hace poco el encargado de Negocios de Venezuela en Siria y ahora es el Consejero político de la Embajada venezolana en Líbano, según detalló la Oficina de Control de Bienes Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro. Esa oficina colocó a Nasr al Din en su lista de personas vinculadas con el terrorismo y congeló los bienes que posea en Estados Unidos. También tomó la misma medida contra Fawzi Kan’an, propietario de dos agencias de viaje venezolanas, quien habría organizado el viaje de miembros de Hezbolá a Venezuela, con el objetivo de recaudar fondos para el grupo. Según la OFAC, en 2005, Nasr al Din organizó el viaje de miembros de Hezbolá a Irán, donde supuestamente recibieron formación y en enero del año siguiente coordinó la visita a Caracas de representantes del grupo, quienes recaudaron fondos y anunciaron la apertura de un centro comunitario y una oficina de Hezbolá en el país. El ministro de Comunicación e Información, Andrés Izarra, indicó que Venezuela no ha recibido «queja formal» del Gobierno del Líbano en relación con la conducta del diplomático venezolano. En estos últimos años, en varias ocasiones, la prensa venezolana ha denunciado la presencia de empresas ligadas a Hezbollah en la isla de Margarita. Estas denuncias se suman a la ya evidente relación del gobierno Chávez con el grupo narcoterrorista de las FARC. Para que un acto de violencia pueda ser definido como terrorista debe ser planificadamente indiscriminado. Hay terrorismo cuando el objetivo evidente de la violencia es la muerte de civiles inocentes. No hay terrorismo cuando, por ejemplo, en un ataque a un cuartel, se producen víctimas civiles no planificadas. Los atentados de Hezbollah de los años 80 en contra de los cuarteles militares norteamericanos y franceses en Beirut son actos de guerra “asimétrica”, en cambio el atentado contra la asociación judía AMIA de Buenos Aires, que en 1994 provocó la muerte de 85 personas, incluyendo ancianos, mujeres y niños es un evidente atentado terrorista. Efectivamente, las FARC se “graduaron” definitivamente de terroristas con el atentado contra el club social El Nogal en Bogotá, donde murieron 40 personas, incluyendo, ancianos, niños, mujeres y humildes mesoneros. En el caso de la AMIA, el gobierno Kirshner, la fiscalía y los jueces argentinos han acusado formalmente a miembros del gobierno iraní y a Hezbollah de organizar el atentado. Hezbollah es un partido-milicia, única facción en el Libano que, después del final de la Guerra Civil, mantiene sus armas, violando una resolución de la ONU al respecto. Por el uso y la amenaza del uso de las armas, Hezbollah ha logrado un poder de veto frente a las decisiones de la mayoría democrática del gobierno Siniora. Izarra puede estar seguro de que el débil gobierno libanés no presentará ninguna “queja formal”. Lo que sí queda, cada día, más evidente es la vinculación del gobierno Chávez con el terrorismo internacional. Por eso, habría que recordar una vez más la insólita carta de Chávez al Maestro terrorista, El Chacal, dirigida al “distinguido compatriota” y que termina así: “con profunda fe en la causa y en la misión, ¡Por ahora y para siempre!”