Venezuela y el Eurocentrismo
La actual tragedia venezolana nos hace, comprensiblemente, susceptibles y con frecuencia pensamos y actuamos mas reactiva que racionalmente ante cualquier expresión o vacilación –por razonable que esta última pueda ser- de figuras, gobiernos o instituciones extranjeras que no se ajusten o aun contraríen la realidad nacional, que evidentemente nadie conoce y padece como nosotros. Tales actitudes, por explicables que puedan ser, no son convenientes y resultan muchas veces contraproducentes para nuestros anhelos de libertad y reconstrucción del estado de derecho y las instituciones democráticas.
La afirmación que hago en el párrafo anterior no es sólo una crítica a reacciones individuales de algún conciudadano, no necesariamente ducho en el arte de la política o en el arcano de las relaciones internacionales, he visto -¿o padecido?- como algún alto dirigente de un partido político, de larga trayectoria en Venezuela, en el acto de instalación de una reunión internacional (de la cual además era anfitrión) se lanzaba con un discurso de apertura en el que arremetía contra los partidos europeos allí representados y cuyos delegados al comienzo atónitos y luego indignados, fueron parcialmente enajenados para nuestra causa. Si cosas así ocurren con los profesionales que dejamos para los legos.
Nada ganamos con teorizar o lamentarnos, no tenemos tiempo para ello, la opinión pública internacional es vital para alcanzar el éxito de la cruzada de redención nacional en la cual estamos comprometidos. Por ello me decidí a escribir este artículo, no necesariamente simpático, en un momento en el cual todos tenemos la necesidad de desahogarnos, mas no podemos darnos el lujo de hacerlo.
Así, estimados lectores, con una bolsa de hielo en la cabeza o donde sea necesario colocársela, afrontemos con pies de plomo y una transfusión de horchata en las venas, la indispensable relación con los factores externos que juegan de verdad, verdad, un papel preponderante para el resultado que el país entero reclama, el referéndum revocatorio y la salida de Hugo Chávez Frías del poder. No podemos permitir que el asumir una verdad innegable, como lo es que el problema de los venezolanos tenemos que resolverlo nosotros mismos, oculte o haga menospreciar el hecho igualmente cierto que una comunidad internacional sensibilizada con nuestro problema es un elemento indispensable para el resultado que aspiramos.
Hablamos, como si fuese un pecado capital, del “eurocentrismo”. ¿Es tan difícil de entender que un continente, cuya historia fue por siglos la historia del mundo, tienda a girar sobre su propio eje? Si nosotros, un pequeño y devastado país, endeudado por generaciones enteras, saqueado y depauperado por nuestros gobernantes, nos sentimos el ombligo del mundo. Hay que tocar roca, como diría mi buen amigo Oscar Yanes, si nosotros no aterrizamos en la dura realidad, mal podemos aspirar a que otros entiendan nuestra atípica y surrealista situación: un país donde el gobierno es el desestabilizador, el agitador, el terrorista, el violador de las leyes y de la constitución –que el mismo se hizo a la medida- no es un plato fácil de digerir para nadie, bastante nos ha costado a nosotros mismos entenderlo. Hacernos comprender y construir una activa solidaridad internacional es un reto inescapable. Conquistémoslo con inteligencia, prudencia y perseverancia.