Venezuela, Irán y Pierre Kalfon
Cuando se cumplieron los treinta años de la muerte de Ernesto Guevara de la Serna (alias el Che Guevara) a manos del ejército boliviano, en 1997, fueron publicadas tres biografías suyas: Compañero: La vida y muerte de Che Guevara, de Jorge Castañeda, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional Autónoma de México y quién mas tarde llegaría a ser canciller de ese país; Che Guevara, una vida revolucionaria, del periodista del Lima Times de Perú, Jon Lee Anderson; y Che Ernesto Guevara, una leyenda de nuestro siglo, de Pierre Kalfon.
Catedrático francés, corresponsal del diario Le Monde en Chile, Kalfon, durante 25 años , ejerció las carreras de profesor, diplomático y alto funcionario de la UNESCO en Argentina, Chile, Colombia, Nicaragua, Guatemala, Italia, y Uruguay.
La primera de las mencionadas biografías es más bien una hagiografía de Ernesto Guevara de la Serna, mientras que la segunda viene a ser exactamente lo contrario. Sin embargo, la biografía de Kalfon ha probado ser hasta ahora una bola de cristal en la cual se ha podido leer minuciosamente lo que ha venido ocurriendo en Venezuela desde el 2 de febrero de 1999: una clonación y relanzamiento de la Revolución Cubana, que comenzó con acatar el llamamiento que hizo Fidel Castro el 4 de febrero de 1962 en la plaza José Martí de La Habana.
Esta pedía que todos los pueblos de América y el mundo se «levantasen a hacer la revolución y no esperasen sentados a las puertas de sus casas a que pase el cadáver del imperialismo» -y es esa «segunda declaración de La Habana»- como la llamó Castro, lo que celebran los chavistas venezolanos cada 4 de febrero, no la fallida intentona golpista de Hugo Chávez de la misma fecha de 1992.
Por ello, creo que es de suma importancia -desde que el Gobierno de Venezuela comenzó a formalizar una alianza con la República Islámica de Irán-recordar (como lo relata Kalfon en su libro) lo que ocurrió en Cuba cuando la URSS retiró de esa isla caribeña, los misiles nucleares que apuntaban hacia Estados Unidos, y preguntarse: ¿son tractores y vehículos de pasajeros lo que Irán está construyendo en Venezuela? Kalfon escribió en su biografía: «Castro no supo por radio, como afirmó Arthur Sschlesinger, consejero de Kennedy, que la URSS retiraba sus cohetes de Cuba, sino por un despacho de la Associated Press que Carlos Franqui le leyó por teléfono el domingo 28 de octubre de 1962. `!Pendejo, hijo de puta, cabrón!’ El caballo siente una rabia incontenible. ¡Hacerle eso a él, traicionarlo de ese modo! En su buena biografía de Castro, Jean Pierre Clerc cita a Guevara, que cuenta cómo al saber la noticia, Fidel la emprendió a puñetazos con la pared y rompió un par de gafas.
Cuatro meses más tarde, ante Claude Julien, del periódico Le Monde, Castro admite que «si Khruschev hubiera venido personalmente le habría dado de puñetazos».
La vejación es mayor porque en una carta que ha enviado a Khruschev la antevíspera, el 26 de octubre, Fidel Castro le aseguraba la
determinación cubana y llegaba a sugerirle… un ataque nuclear contra los Estados Unidos en caso de desembarco norteamericano en Cuba. «¡No deje que los imperialistas den el primer golpe de una guerra nuclear!» Toda la orgullosa locura del líder máximo está en esa delirante recomendación. Antes el apocalipsis nuclear que ceder.
Que perezca mi pueblo y yo con él, que el planeta sea aniquilado antes que quedar en ridículo. En esta interpretación paroxística del «patria o muerte», en esta forma exacerbada del «machismo-leninismo» hay un componente casi patológico que no responde ya al sentido común».