Opinión Internacional

Urania y Uranio

“Tristes nuestros tiempos. Es más fácil desintegrar un átomo, que una idea”.
Albert Einstein

En la La Fiesta del Chivo, novela magistral de Mario Vargas Llosa, Urania, la protagonista principal, se pregunta cómo fue posible que los dominicanos más preparados y cultos que acompañaron al dictador Leonidas Trujillo durante su extenso régimen – entre ellos su padre – aceptaran servir, adular y ser vejados por un tirano que se regocijaba humillándolos:
“¿No lo entiendes, Urania. Hay muchas cosas de la Era que has llegado a entender; algunas, al principio, te parecían inextricables, pero, a fuerza de leer, escuchar, cotejar y pensar, has llegado a comprender que tantos millones de personas, machacadas por la propaganda, por la falta de información, embrutecidas por el adoctrinamiento, el aislamiento, despojadas de libre albedrío, de voluntad y hasta de curiosidad por el miedo y la práctica del servilismo y la obsecuencia, llegaran a divinizar a…?”… y la frase termina con Trujillo, el dictador que subyugó a Republica Dominicana desde 1930 hasta 1961.

Si pudiese contestarle a Urania no tendría argumentos sólidos para reconfortarla y sin embargo, le diría:
Haz un ejercicio y cambia a Trujillo por el presidente de Irán: Mahmud Ahmadinejad, que jugando con el uranio, Urania, expone a millones de personas en el mundo al peligro de una potencial guerra nuclear, en contra de la exigencia de todas las naciones del planeta, con excepción de cuatro, gobernadas por amigos del líder populista persa.

Observa como un grupúsculo de fanáticos, “guerreros santos”, obsesivos antagonistas de todo lo que Estados Unidos y sus aliados europeos hacen o dejan de hacer, enaltecen a Ahmadinejad, ocasionando que su fervor beligerante llegue a niveles semejantes al de su demagogia y extremismo. ¿No son estas escenas de orgía de poder tan macabras como las de los aduladores del dictador dominicano que te ultrajó a ti y a muchos de tus compatriotas dominicanos?
Cambia al “Chivo” por un “chaval” que apadrinado por quien ha superado el récord de Trujillo y muchos otros dictadores longevos en el poder – Fidel Castro – juega a maniobras de guerra con su apoyo a Irán, vanagloriándose de “revoluciones hermanas” – la persa, la cubana y la bolivariana – y envía funcionarios como al, entonces, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Nicolás Maduro, a visitar Teherán, para “estudiar la experiencia revolucionaria” de ese país, sin el consentimiento de la vasta mayoría de sus compatriotas.

Escucha, Urania, al monigote representante de Chávez – hoy premiado con el cargo de canciller – afirmando que el gobierno “bolivariano” no dejará solo a Irán porque el país persa es “depositario de una nueva consigna de libertad que se expande a otros países como Bolivia, Chile, Brasil, Argentina y pronto, Ecuador”. Meses después, el caudillo venezolano recibió al persa en su país, prometiendo, sin consultar a su pueblo, que “sangre venezolana será derramada también si el país de los ayatolás es atacado”. Las especulaciones de que la visita de Ahmadinejad a Chávez tiene relación con yacimientos de uranio, justamente en los terrenos en donde se encuentran supuestas fábricas de bicicletas y automóviles que fueron a visitar ambos guerreros, mantienen en alerta a buena parte de la comunidad internacional.

¿No es paradójico que Venezuela, país que encabezó la lucha contra las dictaduras – con Rómulo Betancourt como el adalid de la democracia en Latinoamérica, logrando en los años sesenta que la OEA sancionara económicamente al régimen de Trujillo – esté hoy, inundada de politiqueros que aceptan sumisamente las órdenes y caprichos de su “comandante”?
Pasa medio siglo y debemos preguntarnos, como tú lo haces en cada lectura que hagamos de La Fiesta del Chivo, cómo es posible que algunos hombres preparados e inteligentes acepten ser tratados como trapos sucios. El tiempo pasa y a la vez se repiten, en diferentes épocas y geografías, escenas de “idiotez moral”.

¿Cómo se sentirán algunos de los funcionarios e invitados a los monólogos de un jefe de Estado narcisista, obligados a aclamar y a reírse de los agravios que éste profiere con procacidad, cuando no se está halagando a sí mismo por sus “gloriosas proezas” más ficticias que tu misma existencia, Urania? Sospecho y quiero creer que algunos de ellos viven el calvario de seguirle la corriente a su líder, mirando el reloj a la espera del final de sus insufribles circos mediáticos y rogando porque la cámara de TV no los enfoque por vergüenza propia y ajena.

Imagina Urania, en dónde querían esconderse algunos miembros del entorno del presidente venezolano que pudiesen tener un cierto nivel intelectual y ético como el de tu padre, cuando Chávez – quien suele autoproclamarse “servidor del Papa” – en cadena nacional, oró en una mezquita cubierto con atuendo musulmán, arrodillado junto a Ahmadinejad y sus sequito de visitantes, justo cuando los dirigentes de ese país – junto a muchos otros – criticaron con virulencia al Sumo Pontífice por sus sensibles citas sobre el radicalismo islámico durante una disertación en la Universidad de Ratisbona.

Mientras esta y otras escenas surrealistas ocurrían en Venezuela, algún miembro del entorno de Chávez habrá contenido su desconcierto y algún otro, quizás, hasta lo aplaudía porque como bien lo dice el académico Mark Lilla en su estudio sobre los intelectuales filotiránicos, “hay un tirano agazapado en todos nosotros”. Tan cierto es esta observación que uno de los más brillantes filósofos de todos los tiempos, Martin Heidegger, para explicar su admiración al peligroso e inculto Hitler, expresó: “La cultura no importa. Mira sus maravillosas manos”.

No creo que fue el caso de tu padre con Trujillo, Urania, porque la mayoría de los intelectuales que admiraron a Hitler, Stalin, Mao Tse Tung y hoy, todavía, rinden loas a Fidel Castro, y a tantos otros autócratas, lo hacen más para conservar sus cuotas de poder o porque emocionalmente se niegan a despegar del idealismo que estos revolucionarios prometieron cegándose ante la cruda realidad de las barbaridades que cometieron.

¿No lo entiendes Urania? Si esas personas quieren estar seguras de que sus negocios, sus trabajos e incluso, sus vidas y las de sus familiares, no tendrán un sobresalto paralelo al del capricho de un gobernante delirante; entonces, deben aplaudir, reír, festejar y amenazar como su líder lo hace. Algunos pueden ser gente culta Urania, igual que tu padre, aunque luego se cuestionen cómo llegaron a semejante degradación moral.

Así funciona el totalitarismo y por eso, la mayoría de las democracias del mundo, incluyendo la del país natal de tu “creador”, Urania: el Perú; que está en peligro de dos amenazas que pueden conducir a una conflagración de consecuencias impredecibles en el planeta: el ansiado uranio de Irán, cuyo presidente cuenta con el estrecho apoyo de dos gobernantes de nuestro vecindario, y las ambiciones de unos cuantos tiranos de hoy, listos a vejar y violar a su gente – como ocurrió a muchas personas en la novela de Vargas Llosa – para saciar su voracidad de poder y de dominio. Es la esencia destructiva de los regímenes autocráticos y totalitarios lo que es tan difícil que tú y muchos, más preocupados por el ser humano que por la ideología y la ambición, comprendamos.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba