Una cumbre llena de sorpresas
A la Cumbre de las Américas se le puede aplicar aquella moraleja francesa que dice: «Tout est bien ce que finisse bien» (es bueno todo lo que termina bien). Tan bien terminó la cumbre que todos los mandatarios han expresado su satisfacción. «Una cumbre histórica» dijo el presidente Calderón de México. «La cumbre, sin ser perfecta, se acercó a la perfección», dijo el presidente Torrijos de Panamá, frase que ha sido después plagiada por el teniente coronel presidente. La Casa Blanca también califica la califica de exitosa, especialmente para el presidente Obama «porque recibió abundantes elogios de sus colegas de la región, por su intención de establecer con ellos una alianza entre iguales».
Hasta el teniente coronel presidente, quien la víspera había despotricado contra la Cumbre y había amenazado con sabotearla, terminó reconociendo el «total éxito» de la reunión y saludando el «nuevo clima en el continente» que presagian sus resultados. «De todas las cumbres a las que he asistido esta es sin duda la más exitosa».
Esto último es una de las principales sorpresas que ofreció la Cumbre. Antes de viajar a Puerto España el teniente coronel presidente había anunciado que en Trinidad «se escucharían los cañones» y afirmó que uno de los objetivos de la contra-cumbre de Cumaná era «afinar la artillería» que se emplearía en Puerto España. Pero la retórica flameante del inquilino de Miraflores que presagiaba un nuevo «show mediático» para enturbiar el desarrollo de la Cumbre, fue sofocada a tiempo por la presidenta Fernández de Kirchner quien en su intervención como primera oradora en la plenaria de la cumbre pidió que no se empleara «la artillería o la pirotecnia verbal»• Lo cierto es que ha sorprendido no sólo la brevedad sino, sobre todo, el comedimiento que observó en sus intervenciones el teniente coronel presidente.
Otro aspecto digno de destacar es la habilidad con la cual se desempeñó la diplomacia norteamericana y sobre todo el presidente Obama. Anticipándose a la andanada de exigencias que se anunciaban para que Estados Unidos pongan fin al embargo contra Cuba, el mandatario norteamericano, astutamente, antes de llegar a Trinidad y Tobago, dispuso el levantamiento a las restricciones que limitaban los viajes de ciudadanos cubano-norteamericanos y las remesas de dinero a sus familiares en la isla. Además anunció su disposición de dar una nueva orientación a las relaciones de su gobierno con Cuba. Tomándole la palabra a Raúl Castro quien durante la cumbre de los «tiramealgo» del ALBA dijo estar dispuesto a dialogar con Estados Unidos, Obama manifestó estar también dispuesto a abordar con el gobierno cubano «una amplia gama de asuntos, desde los derechos humanos y la reforma democrática, a las drogas, la inmigración y cuestiones económicas». De esta manera el presidente Obama desactivó el detonante del taco de dinamita que el teniente coronel presidente y sus adulones tenían preparado para hacer fracasar la Cumbre.
Pero por encima de todo lo que contribuyo definitivamente a crear un ambiente favorable en la reunión fueron las seguridades que ofreció el presidente Obama de propiciar una nueva relación e imprimir una nueva dirección y una nueva visión de Estados Unidos hacia el continente. El presidente norteamericano cautivó a sus pares de la región con su lenguaje franco, sencillo, constructivo, y su propósito de tratarlos como verdaderos socios, en pie de igualdad.