Un parrafito providencial
Pues María Isabel encontró el parrafito que la trae deslumbrada, sin reparar en que no era mina de oro la que hallaba, sino enmohecido depósito de hojalata. Dejemos a la escritora ante su revelación y vamos un año atrás, cuando los parlamentarios de la mermelada empezaban a tramitar su famoso «Marco para la Paz». El presidente Uribe fue el primero en descubrir la impostura y denunciar que se trataba de proponer la paz a las Farc sobre la base de su total impunidad. El mundo, es decir, los periodistas del nuevo cónclave, se vinieron encima del Presidente, acusándolo de hereje y blasfemo. Nunca haría Santos cosa parecida, ni fuera tan villano para andar caminos de encuentro con los maleantes sin advertirle al país, decían en coro.
A nosotros nos pareció lo mismo que al doctor Uribe y empezamos a denunciar que algo grave se cocinaba con los herederos de ‘Tirofijo’, siempre para ofrecerles la gracia del perdón a todas sus culpas. Para que calláramos nos pusieron una bomba, de la que por milagro escapamos con vida, y esa tarde del atentado, sin un instante de duelo por nuestros escoltas asesinados, la Cámara aprobó la norma.
Y teníamos razón. Ya desde el mes de febrero andaba por La Habana ese Sergio Jaramillo, opaco personaje cuyo poder nadie descifra, en conversaciones con los narcoterroristas de las Farc. La cuestión desembocó en el lamentable documento sobre cuya débil letra se ha montado el tinglado de esta farsa de paz, y que apunta a una negociación que implique amnistía e indulto para los criminales, encimándoles poder político, tierras para gobernar, desmonte del Ejército, curules sin votos y garantía para sus gigantescas fortunas.
Los personajes del sainete, que con el pomposo título de «plenipotenciarios» se pasean a nuestra costa por los suntuosos barrios de La Habana de Batista, han repetido mil veces que nadie sueñe en un acuerdo que contemple su sometimiento a la justicia y algún castigo por sus delitos innumerables. ¿Qué hacer? Pues encontrar algo, como un parrafito milagroso que permita sellar la paz con impunidad total para los que asesinaron a medio país.
Pero lamentamos decirle que se equivoca, distinguida columnista. Primero, porque el parrafito no dice lo que usted ha creído que dice. En ninguna parte la Corte Constitucional anuncia amnistías e indultos para delitos de lesa humanidad. Y es que tampoco podría hacerlo. Porque las leyes internacionales lo prohíben, bajo la pena de incoar procesos contra los delincuentes de esta laya que no quisiere o no pudiere juzgar el país de origen. Si el Congreso dictara la amnistía, la Corte Penal Internacional intervendría y le exigiría a Colombia que pusiese esos delincuentes a su disposición.
El terrorismo en todos sus aspectos trágicos, el reclutamiento de niños, los ataques sistemáticos a la población civil, los daños a los medios de supervivencia de los pueblos, la destrucción de aldeas con armas no convencionales, no son delitos conexos a la rebelión, la sedición y la asonada, mi cara María Isabel. Son delitos autónomos, de lesa humanidad, que no pueden tener perdón. La nación que lo concediere viola el Tratado de Roma y los Protocolos de Ginebra. Se lo cuento para que atempere su entusiasmo por el parrafito y para que le sople a su amigo el Presidente que le merme a la euforia y recuerde aquello de que no hay minas con tanto oro. Ni parrafitos con tanta amnistía ni tanto indulto.