Un lugar para Macondo
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El alcalde de Aracataca, pueblo natal de Gabriel García Márquez, fracasó en su intento de añadir el nombre de Macondo – la imaginaria aldea de “Cien Años de Soledad” y de otras obras del Nóbel escritor – tras un plebiscito en el cual poco más de 3500 de sus 22 mil habitantes asistieron a votar por esta iniciativa que requería de un mínimo de 7400 personas para ser aprobada.
La idea del alcalde Pedro Sánchez Rueda – cuyo apellido evoca el tiempo circular de Macondo – no logró que el poblado fundado por el personaje José Arcadio Buendía, fuese anexado al de Aracataca para homenajear a “Gabo” y así, atraer a más turistas de los que ya visitan su localidad, a que viniesen a conocer la referencia que inspiró al escritor del paraje literario más famosa del siglo 20.
Sin embargo, Macondo, sin nombre oficial en ningún lugar geográfico, no solo existe en Aracataca con sus miles de habitantes desentendidos del ruido de las noticias – inmersos quizá en sus años de soledad – sino, se encubre también en muchas tierras más grandes del continente latinoamericano en donde millones de personas transitan vidas de carencia mezcladas con el realismo mágico de la política, en un sincretismo digno de pueblos en búsqueda de un punto en el mapa para ser ubicado. Por consiguiente: >br>
¿Por qué no hablar de México-Macondo cuando hay criterios para postular a al país azteca a ese honor luego de 71 años de gobierno del PRI como partido único, que a partir del 2000 se convirtió en un sistema bipartidista tras la victoria de Vicente Fox, del PAN, en la presidencia y que ahora, pasa a ser una democracia pluripartidista con la consolidación del PRD de López Obrador, como segunda mayoría en el congreso?
¿Cómo se paso – en tan solo una década – de la supuesta democracia que Vargas Llosa calificó como “la dictadura perfecta” a un sistema de libertades donde proliferan organizaciones políticas? ¿Cómo analizar los recientes comicios en los cuales, apenas la autoridad electoral explicó que dada la estrecha diferencia en votos entre Felipe Calderón del PAN y López Obrador, era imposible dictaminar quién ganó la elección hasta el conteo de todos los votos y exigió a todas las partes no manifestarse hasta dar el resultado oficial, e inmediatamente ambos candidatos se declaran ganadores y convocan a celebrar el triunfo? ¿Cómo uno ganaba un día y el otro, al día siguiente? ¿Cómo se mantiene México con dos autoproclamados mandatarios a más de dos meses de la elección? En Macondo todo es posible.
Del Laberinto de la Soledad mejicano, descrito por Octavio Paz, pasemos a otro de un país que fue llamado con el nombre de aquel General en su Laberinto imaginado por “Gabo”: ¿Qué tal el nombre Bolivia-Macondo para una nación que desde enero de 2006 tiene a un presidente indígena cocalero que nacionaliza el gas y el petróleo mientras transforma a su gobierno en una sucursal de proyecto internacional de La Habana y Caracas, con médicos y agentes cubanos junto a militares y trabajadores petroleros venezolanos? Califica muy bien a la candidatura de Macondo una nación que ahora tiene una mandatario supranacional venezolano – algo así como define el Sr. Isaac Humala a Hugo Chávez, respecto al Perú – que le índica a Evo Morales cada paso que debe dar para hacer una asamblea constituyente a imagen y semejante de la que permite a su tutor perpetuarse en el poder.
En la Bolivia que no le otorgó una mayoría absoluta al partido de Morales, dificultándole la “refundación” de un país en el cual – como su “maestro” bolivariano – el presidente pueda copar todos los poderes del Estado, nadie sabe cómo quedó el tema de las autonomías tras la votación, porque algunas provincias votaron por el Sí y otras por el No. El vicepresidente boliviano Álvaro García, con un estilo parecido al de su homónimo García Márquez, expresó tras el referéndum: “Nunca pretendimos los dos tercios de la asamblea, que son metafísicamente imposibles”. ¡Palabras digna del gitano Melquíades, combinando política y metafísica en el laboratorio de alquimia de José Arcadio Buendía! Y mientras, partidarios y rivales de Morales comienzan a agitar las calles, acusándolo de traidor o de dictador. El mismo presidente, confundido en su rol, llama a sus simpatizantes a tomar las calles para protestar, como si aún estuviese en la oposición.
Venezuela parece hoy el lugar ideal para la nominación a Macondo – aunque el nombre se alargue por aquello de “Republica Bolivariana”. Es un lugar repleto de círculos – bolivarianos y viciosos – con un presidente electo democráticamente gobernando como un autócrata, vistiendo de militar cuando le viene en gana, alternando un fusil y un crucifijo férreamente sujetado por su mano dura durante sus largas peroratas en cadena nacional, insultando a cualquier persona que disienta de él y amenazando con quemar pozos petroleros – cual Nerón incendiando Roma – si su país es invadido en una guerra que él mismo está gestando en sus delirios entre sus provocaciones verbales, una desmedida carrera armamentista y sus apoyos a gobiernos como los de Irán, Corea del Norte, Siria y Cuba, en conflictos con casi todos los países del mundo.
Según el Registro Electoral venezolano, elaborado por rectores subordinados del comandante, la población del país es tan longeva como la de Macondo, puesto que casi 40 mil personas nacieron antes de 1850 – además de abundar saltos estadísticos que sorprenderían al mismísimo Aureliano Buendía – de un país de 25 millones de habitantes con 17 millones de adultos en edad de votar y circunscripciones electorales con más votantes que residentes, familias multiplicándose con nacimientos que superan los 20 mil parientes, casos interesantes como el de 1.886.268 venezolanos viviendo en una misma casa – en la provincia de Miranda – y un altísimo porcentaje de electores fallecidos, extranjeros y fantasmas que no aparecen en otros registros públicos. Al menos, así cuantifica el registro electoral del consejo chavista electoral, a la población votante del país.
Son muchas las naciones que pueden fomentar el fallido referendo de Aracataca, y por supuesto, Perú, tiene también un amplio historial para optar en esta competencia “macondiana”, especialmente luego de haber elegido a un mandatario que en primera vuelta tenía los índices más altos de desaprobación de todas las encuestas, tener a un ex candidato de oposición que a tras varias semanas de las elecciones se dirige al país como si fuese el presidente, y ser, probablemente, el único país en realizar un debate presidencial con cortes comerciales. A esto se agrega el minuto de silencio que hizo el congreso al ex presidente Paniagua para luego enterarse que no había fallecido.
Funerales en vida en Perú, muertos votantes en Venezuela, dos presidentes en México y uno que actúa como si aún estuviese en la oposición en Bolivia.
En alguna u otra forma, hay algo de Macondo en todo lugar del mundo.