Opinión Internacional

Un golpe devastador

La muerte del Nº 1 de las FARC, Raúl Reyes, constituye un golpe devastador a las narcoguerrillas colombianas. Descabeza su alto mando, le priva a las FARC de su máxima representación internacional y muy posiblemente hundirá definitivamente a la insurgencia colombiana en el caos y la desintegración. Sumada a la pérdida de sus principales financistas, la pérdida del Nº 1 ˆ Marulanda no es más que un anciano emblemático, sin poder real ˆ de las FARC anticipa su aniquilación como factor político-militar del escenario colombiano.

No es un golpe de fortuna, sino el premio a la tenacidad, el coraje y la decisión de un jefe de Estado que no ha vacilado en dirigir una guerra no sólo contra las narcoguerrillas, la subversión y el totalitarismo, sino contra la pusilanimidad y la carencia de sentido de Estado en los sectores políticos neogranadinos, que han estado dispuestos a rendirse al supuesto poderío militar y someterse al chantaje de quienes no deben ser tolerados bajo ninguna circunstancia. Uribe demuestra ser no sólo un gran estratega político. Es también un muy importante comandante de fuerza. Dispuesto a jugarse el todo por el todo por sus causas, como lo demostrara, también exitosamente, en Villavicencio.

Lógico aunque aberrante el criterio de quienes reclaman por la oportunidad del combate que segara la vida de Reyes y muy posiblemente de su mujer, la hija de Marulanda y otra docena de terroristas. Que el presidente Sarkozy y otros demócratas europeos ajenos al conflicto que se vive en Latinoamérica privilegien su interés por la vida de la Sra. Betancourt sobreponiéndolo al interés de millones y millones de colombianos y latinoamericanos, denota sin duda cierto desprecio por nuestra propia capacidad de gobierno. Y la crónica debilidad de las democracias europeas ante el asalto a la democracia y la institucionalidad por parte de los caudillos militares y civiles decididos a mantenernos de por vida en los aledaños del progreso y la civilización. Es la seducción del realismo mágico que ejercen sargentones y guerrilleros, politicastros e intelectuales que anteponen la sensiblería folklorizante de revoluciones macondianas a la racionalidad moderna que exigimos quienes queremos emanciparnos del yugo de la estupidez y el subdesarrollo.

La caída de Reyes vuelve a darle credibilidad al gobierno colombiano, que asegurara que las FARC se encontraban acorraladas y que cualquier gesto de complacencia no tenía otro objetivo que tenderles un salvavidas para evitar la hecatombe. Demuestra, al mismo tiempo, la creciente soledad en que se hunde un proyecto de desestabilización continental que ante el acorralamiento a que se ve sometido por la ciudadanía venezolana, opta por ampliar los ámbitos del conflicto extendiéndolo a la vecina república.

Así no sea reconocido: la caída de Reyes, a pocas horas de la renuncia definitiva de Fidel Castro, constituye otro golpe mortal a las pretensiones imperiales del teniente coronel. Sin duda, un triunfo para la democracia en la región.

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