Opinión Internacional

Un americano incómodo

James C. Cason Jefe de la Sección de Intereses de los Estados Unidos en Cuba, se despidió de sus amigos compartiendo reflexiones sobre su experiencia durante los tres años que se mantuvo en el cargo. Definió a la Sección de Intereses como el David enfrentando a Goliat y su enorme aparato represivo.

Relató la desesperación de muchos por irse de Cuba reflejada en las anécdotas del balsero frustrado y su determinación de seguir intentándolo o de morir devorado por los tiburones y de aquel otro que secuestró un avión y que le manifestó que prefería cumplir 20 años en una prisión americana a seguir en Cuba. Desesperación originada en la dominación por parte del estado de todos los aspectos de la sociedad y en el agobio de una propaganda que esteriliza toda iniciativa independiente y termina creando un entorno raído e intolerante.

Refirió su incansable tarea para estimular el pensamiento y encontrar nuevas vías de ayuda a los activistas por los derechos humanos: acceso libre a internet; contacto con el extranjero; información y material de lectura sin censura. Convencido de la efectividad de los símbolos, erigió en terrenos de la oficina una réplica de celda mostrando las condiciones inhumanas a las que estaban sometidos los presos de conciencia, en otra ocasión fue la estatua de la libertad sosteniendo un número 75 en alusión a los disidentes condenados en el 2003. Denunció como a los ciudadanos que se relacionaban con él se les sometía a represalias y se les acusaba injustamente de “mercenarios”.

A sus compatriotas de visita en la isla, les replicaba que el dictador no sería más generoso por ser complaciente; les recordaba que Cuba padecía uno de los regímenes más represivos en el mundo con más de trescientos presos políticos; que callados no se obtendrían reformas; que la supresión del embargo no conduciría a la democracia y que Castro no permitiría nada que pusiese en peligro su total control.

Recordaba a sus críticos que las empresas mixtas han llenado las arcas del régimen sin beneficio económico para el pueblo, que a los turistas se les mantiene en enclaves apartados para que “no contaminen” a los cubanos y los invitaba a pensar en lo que sería Cuba sí el talento que ha emigrado hubiese permanecido en la isla. Este americano incómodo, finalizó grabando el epitafio del castrismo: “no abandonen su patria, …. quédense y prepárense para cuando el dictador desaparezca”.

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