Turquía mantiene el equilibrio
Los resultados de las recientes elecciones en Turquía demuestran que hay un consenso en ese país para que el actual gobierno continúe con medidas económicas que abran sus mercados en búsqueda de la integración a la Comunidad Europea y a la vez, se mantenga una política conservadora en cuanto a la identidad cultural del país, estimulando valores y tradiciones islámicas.
La consolidación del islámico, mas no islamista, Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), del actual Primer Ministro Erdogan, que desde el año 2002 mantiene la mayoría parlamentaria y el reciente incremento de la votación para partidos republicanos que abogan por un Estado absolutamente laico, demuestran que los turcos quieren mantener el equilibrio de funcionar como una democracia moderna islámica – que podría ser ejemplo para otros países musulmanes y árabes – con un gobierno que otorga gran importancia a la tradición musulmana sin cruzar la línea del consenso creado por el general Atatürk cuando en 1923 disolvió oficialmente al Imperio Otomano y fundó a la actual república, con una clara separación entre Estado y religión.
La ironía es que el AKP de Erdogan, que se define como un partido conservador y popular, es justamente el que conduce a Turquía a los mayores niveles de crecimiento económico de su historia, con políticas que muchos analistas consideran casi una copia de las recetas del llamado “capitalismo salvaje” de la década de los ochenta.
Los votantes del AKP son las grandes mayorías de campesinos y habitantes de provincias del país atraídos por los valores islámicos fomentados por sus dirigentes y también, por su discurso populista, aunque éste en la práctica, no se refleje en mejoras inmediatas para ellos. Aún así, las grandes masas populares
continúan respaldado al gobierno de Erdogan, para que cumpla, no las actuales promesas electorales, sino las que lo llevaron al poder en 2002. Otros simpatizantes del régimen son los grandes empresarios y las clases acomodadas que pensaron que un partido islámico los alejaría de Europa y los conduciría a la demagogia, y descubrieron con sorpresa que Erdogan estaba dispuesto a trabajar con ellos.
Turquía, el centro del último de los grandes imperios musulmanes que surgió en el siglo 14 y perduró hasta comienzos del siglo 20, dominando al Medio Oriente, parte de Asia Menor y de Europa Occidental, no puede cantar victoria porque sus grupos más radicales – republicanos nacionalistas apegados al poder militar y fundamentalistas islámicos, simpatizantes de Al Qaeda o de otras organizaciones islamistas – intentan que la actual coexistencia entre moderados fracase, para imponer sus agendas.
Es en esta finísima línea repleta de matices en donde hasta ahora, el gobierno de Erdogan, ha logrado maniobrar la política turca como experto equilibrista.