Opinión Internacional

Tres tristes trampas

La reciente conmemoración internacional y local del 60º aniversario de la
liberación del campo de exterminio de Auschwitz, fue sin duda un
acontecimiento de inusitada trascendencia. Mucha gente se ha preguntado por
qué los sesenta años y por qué no los cincuenta, cuarenta, treinta o mejor
aún los veinte; cuando estaban tan frescas las heridas y había decenas de
miles de víctimas para testimoniar, y de victimarios que recibieran castigo
por sus crímenes contra la humanidad. El filósofo español Reyes Mate quien
nos visitó con motivo de los actos que organizaron la comunidad judía
venezolana, la Universidad Católica Andrés Bello y la Escuela de Filosofía
de la UCV, explica e ilustra con evidencias, la negativa de los europeos a
mirarse en un espejo y a descubrir cuánto tenían de culpa en lo ocurrido.

Echar tierra sobre ese pasado ominoso servía a todos, incluso a muchas
víctimas que no querían recordar, ni siquiera hablar del tema, para no
revivir el sufrimiento. Pero aquellos que quisieron hacerlo, como Primo Levi
o Jorge Semprún, debieron esperar años para que alguna editorial y algún
público lector se interesaran por sus testimonios de sobrevivientes del
infierno.

Este miércoles último la televisión francesa nos permitió ver y oír a un
hermoso anciano de 81 años, lleno todavía de una asombrosa energía vital,
recontando la historia. Era Jorge Semprún. Primo Levi ya no está para contar
la suya: se suicidó en 1987, a los 67años de edad, agobiado por el peso de
eso que tantos han querido evadir: la memoria. Pero todavía quedan dispersos
por el mundo, miles que entraron a los campos de concentración y de
exterminio siendo niños, fueron liberados en su temprana adolescencia y son
ya personas de la tercera edad. ¿Estarán entre nosotros o estaremos nosotros
mismos, cuando se conmemore el septuagésimo aniversario?
El inconmovible Jean Marie Le Pen, puede pararse ante unas cámaras de
televisión y unos micrófonos y decir sin pestañear, que después de todo la
ocupación nazi de Francia no fue para tanto, los sufrimientos mínimos y las
pérdidas humanas insignificantes. El muro recién inaugurado por el
Presidente Chirac, que tiene inscritos los nombres de los 76.000 judíos
franceses deportados y asesinados, de los cuales 11.000 eran niños; no
significa gran cosa. ¿Puede alguien sorprenderse de la reacción de un
político que nunca ha negado su filo nazismo?  Después de todo alguien así,
con la cara al sol como vociferaban los fascistas de la falange española en
tiempos de Franco, es preferible a los miles de Le Pen agazapados o
disfrazados de gente progre que lamentablemente se reproducen día a día en
Europa, pero también por estos y otros lares.

A la trampa negacionista tipo Le Pen, hay que sumar la reduccionista, la que
no pretende torcer la historia, sino ignorarla para reescribirla. A este
grupo pertenece un comentarista o supuesto historiador, de nombre Vladimir
Acosta, cuyos argumentos oímos nada menos que en la Radio Nacional de la
República Bolivariana de Venezuela. ¿Seis millones?  ¡Que exageración! eso
lo inventaron los judíos para hacerse las víctimas; si acaso fueron un
millón y piquito, y aunque también se trata de seres humanos, ellos les
hacen lo mismo a los palestinos. Un sociólogo con la desgracia de llamarse
Jeudiel (judío de Dios, en hebreo) Martínez, escribe en El Mundo un artículo
con el título “Auschwitz”, dice que lo visitó y evidentemente se conmovió.

Pero que al mismo tiempo que judíos eran exterminados allí, sobrevivientes
de ese pueblo hacían una limpieza étnica en Palestina. ¿Estudian algo de
historia estos sociólogos de tan noble corazón? ¿Sabe acaso este judío de
Dios (que solo Dios sabe porque sus padres le dieron ese quemante nombre)
cuándo y cómo se creó el Estado de Israel? ¿Limpieza étnica la de un pequeño
y pobre Estado que al día siguiente de su proclamación como tal -una vez
aprobada la partición de Palestina por la ONU-  tuvo que enfrentar a los
ejércitos de siete países árabes, y solo contaba con armas y viejos aviones
checoslovacos enviados con la anuencia de la URSS? ¿Limpieza étnica y en
Israel hay más de un millón de ciudadanos israelíes de religión musulmana y
de origen palestino? La sola comparación de los crímenes nazis con el
conflicto del Medio Oriente, es una atrocidad solo explicable en ignorantes
o en antisemitas vergonzantes. No voy a gastar espacio en ocuparme de un
artículo del mismo estilo, producto de la confusión etílica del ex copeyano
y neo chavista Augusto Hernández.

La tercera trampa es utilizar la conmemoración de un genocidio sin
precedentes en la historia anterior e incomparable con los sucedidos
posteriormente, para hacer parangón del nazi-hitlerismo con lo que ocurre en
Venezuela. Qué existe una fuerte carga fascista en la gestualidad, el
discurso, la simbología y muchas de las acciones de este gobierno, es
innegable. Basta con leer un poco de la historia del surgimiento del nazismo
en la Alemania de los años 30, para encontrar similitudes. Y no pueden
negarse las que existen entre la toma absoluta del poder y las leyes
promulgadas por los nazis, después del incendio del Reichstag, con  las
acciones supuestamente anti conspirativas del gobierno de Chávez. Al final
todos los autoritarismos tienen puntos de coincidencia: Stalin,
supuestamente al extremo opuesto de Hitler, cometió crímenes que costaron la
vida a veinte millones de seres humanos en la URSS. Pero igualar a esos
monstruos con Chávez es un exabrupto. La historia puede repetirse pero nunca
de igual manera, y si algo enseña es que cada capítulo tenebroso debe ser
recordado en toda su dimensión para que no ocurra nada siquiera similar.

 

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