Traición de la patria
El drama de Bolivia, con dos presidentes de transición que en condiciones de extrema volatilidad social e inestabilidad política, lograron llevar a buen puerto – aunque en ese país esta expresión se asemeja a un mal chiste o a sueño nacional – a una sociedad dividida y con un precario sistema institucional, ejemplifica la dificultad de las naciones latinoamericanas en rendir tributo a quienes cumplieron un rol histórico para evitar la violencia e incluso, la posibilidad de una dictadura.
Carlos Mesa, sucesor del controversial presidente Sánchez de Losada, reconocido como un mandatario mesurado, no pudo contener la premura de los simpatizantes de Evo Morales en precipitar su inminente camino al poder, y Eduardo Rodríguez Veltzé, obligado a dejar su cargo en la Corte Suprema para conducir con éxito la transición democrática y quien convocó – a pesar de enormes presiones del congreso y los militares – a elecciones adelantadas, son hoy considerados “traidores” por los actuales gobernantes.
En abril de 2004 el MAS, partido de Morales, acusó a Mesa de “vende patria” por firmar un acuerdo de venta de gas con Kirchner en Argentina y la centrales obreras, con anuencia del actual presidente, lo acusaron de “traición a la patria”. Ahora desde el poder Morales plantea enjuiciar a Rodríguez por “traición a la patria” a raíz de la entrega que hizo su gobierno de 28 misiles de fabricación china a los Estados Unidos para su desactivación. Si bien la cúpula militar, encabezados por el ex ministro de Defensa cedió o pactó con la Casa Blanca para realizar esta acción inconstitucional, la mayoría de los bolivianos comprenden que Rodríguez, amen de no ser político de carrera y por lo tanto ser fácilmente manipulable, se encontraba la difícil posición entre las presiones de las elites gobernantes y las de las fuerzas populares que hacían de Bolivia un país casi ingobernable.
Más allá de sus errores y la sumisión al poder militar en un momento dado, tanto Mesa como Rodríguez fueron presidentes de lujo para un país que estuvo al borde de la anarquía y de las tentaciones militaristas. En lugar de plantear juicios por traición se les debería reconocer la labor imperfecta pero mesurada que permitió al actual presidente obtener el poder a las buenas y en democracia.
Sería conveniente que Evo Morales, antes de seguir acusando de traición a ex funcionarios y oponentes – incluyendo a mandatarios de otros países como Alejandro Toledo en Perú por firmar el TLC con Estados Unidos – recuerde que en Julio de 2004 sus compañeros de la Central Obrera Boliviana lo expulsaron, en un momento de apoyo al ex presidente Mesa, acusándolo de traidor y vende patria.
En su obra Latinoamericanos y Norteamericanos (Monte Ávila Editores, 1987) el académico y ex ministro de Educación boliviano, Mariano Baptista Gumucio, señala que una de las grandes diferencias entre el norte y sur del continente es el destino final de los fundadores y líderes de las repúblicas. Casi todos los héroes de la patria suramericanos murieron en el exilio acusados de traidores: Bolívar en Santa Marta, San Martín y Andrés de Santa Cruz, presidente de la Confederación peruano-boliviana, ambos exilados en Francia.
¿Será esa la razón por la cual en Latinoamérica se tilda de “traidores”, tan a la ligera, a los que dejan el poder? ¿Será ese nacionalismo demagógico el que hace que supuestos traidores no pueden tener el perdón que a los corruptos sí se les otorga?