Terrorismo, Irán y Venezuela
El fiscal especial que investiga el atentado contra la asociación judía AMIA de Buenos Aires, que en 1994 provocó la muerte de 85 personas, incluyendo ancianos, mujeres y niños, acusó formalmente al gobierno de Irán por el ataque y señaló al movimiento shiita libanés Hezbollah, como la organización encargada de ejecutarlo.
La Fiscalía Argentina afirma tener las pruebas de que el atentado fue decidido, en agosto de 1993, por las más altas autoridades del gobierno iraní y pidió la captura internacional de ocho ex altos funcionarios y diplomáticos iranianos, entre ellos al presidente de la república, para ese entonces, Alí Akbar Rafsanjani. Es imposible minimizar la extrema gravedad del asunto. Un gobierno de un Estado miembro de la ONU planificó un acto terrorista en un Estado amigo, dando las instrucciones para su ejecución a un partido-milicia de otro Estado, que además forma parte del actual gobierno libanés. Quedaría así demostrado definitivamente el carácter terrorista de Hezbollah. En efecto, para que un acto de violencia pueda ser definido como terrorista debe ser planificadamente indiscriminado.
Hay terrorismo cuando el objetivo evidente de la violencia es la muerte de civiles inocentes. No hay terrorismo cuando, por ejemplo, en un ataque a un cuartel, se producen víctimas civiles no planificadas. Los atentados de Hezbollah de los años 80 en contra de los cuarteles militares norteamericanos y franceses en Beirut son actos de guerra «asimétrica», el atentado contra la AMIA es un evidente acto terrorista.
La gravedad de la situación no es cosa del pasado, el actual presidente de Irán ha afirmado, en múltiples ocasiones, no solo que el holocausto judío es básicamente un montaje, sino que Israel debe desaparecer del mapa. Irán además, en contra de los compromisos adquiridos en el Tratado de No Proliferación Nuclear y en contra de la opinión de todos los Estados miembros de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), salvo Cuba, Siria y Venezuela, está avanzando en el desarrollo de tecnología nuclear que, como han demostrado los inspectores de la AIEA, solo tiene sentido si se quiere obtener el arma atómica.
Venezuela mantiene una alianza «estratégica» con Irán y, por boca de su Presidente, ha afirmado que, en el caso de un ataque contra Irán, correrá sangre venezolana. La megalomanía del caudillo y su ceguera ideológica, que le impide pensar correctamente, están conduciendo a Venezuela por un camino guerrerista sumamente peligroso e innecesario.