Teólogos de la muerte
Nadie, en su sano juicio, es capaz de saludar la violencia rampante que otra vez y como viene ocurriendo desde tiempos inmemoriales se ha instalado en el Oriente Medio. La muerte de niños, de jóvenes, de adultos inocentes que también cuentan a pesar de sus mayores años, no puede ser trivial para la civilidad: sobre todo cuando es el aborto del fratricidio, consecuencia desgraciada del armamentismo de la historia.
La ONU ha dicho cuanto podía decir en medio de sus circunstancias: ella no es ni puede ser distinta a otras circunstancias y muchas falencias de sus integrantes, los gobiernos.
El mismo embajador del Líbano ante el Consejo de Seguridad se dio por satisfecho con la equilibrada declaración que este órgano adoptara a propósito del bombardeo israelí sobre la población de Qana al sur del Líbano, interesado como está en lo esencial: la procura urgente de la paz, que no se reduce al populismo estéril de las condenatorias ni a una tregua o moratoria de los cañonazos.
En tan graves y complejas circunstancias, pues, que no solo son graves sino de compleja gravedad, todos los gobiernos responsables de la seguridad colectiva mundial han preferido la vía del entendimiento, aun mediando fórmulas de compromiso que pueden no haber sido satisfactorias para quienes, en su libre criterio, albergan una visión partidaria de los acontecimientos.
Así las cosas, resulta extraña, por decir lo menos y para no ofender, la simplificación criminal que de esta guerra ha hecho el Gobierno del belicoso ex militar Hugo Chávez. Para éste los sucesos del caso se reducen a una acción genocida israelí, similar a las practicadas otrora por los nazis mediando el silencio cómplice de la comunidad internacional.
En cuanto a lo último, por obedecer tal afirmación – ligera e incitadora – a una suerte de manía revisionista “bolivariana”, huelga el comentario. Mas, en cuanto a lo primero, lo cierto es que la memoria inmediata e ingrata no se nos aparta a los venezolanos y no se me aparta en lo personal y se me hace fija. Aparece y se me hace presente el laberinto de sangre en el que nos sumiera Chávez el 4 de febrero de 1992, con su golpe de Estado a cuestas, y el 11 de abril de 2002, cuando reprimiera – antes que escuchar – a su pueblo dejando un saldo de 20 muertos y un centenar de heridos de bala.
Luego sobreviene y se sobrepone la imagen del Chávez tardo y moderado, huidizo y ambiguo al comentar el genocidio provocado por el Talibán en la hora en que se hizo de miles de vidas inocentes albergadas en las torres gemelas de Nueva York. Y golpea súbitamente el aplauso de su gobierno a las últimas iniciativas y prácticas beligerantes de Irán y de Corea del Norte. Nada menos.
La manida papelería sobre La Nueva Etapa, guía de navegación construida por su mente y dibujada por su mano en 2004, no oculta el final despropósito – en doble banda – del Presidente bolivariano, que nunca habrá de olvidarse: “Utilizaremos todas las estrategias posibles, desde una estrategia de defensa móvil frente al gigante hasta el ataque” y “fortaleceré las acciones defensivas en la zona fronteriza con Colombia (…) por la implementación del plan Colombia”.
Audaz, entonces, es la mención oficial de la soga en la casa del ahorcado. Si se trata de evocar el pretérito nazi – a raíz del drama medio oriental – no le es necesario al ocupante del Palacio de Miraflores situar lejos el horizonte. No requiere de hurgar en la madeja de un conflicto que arrastra tras de sí milenios generosos y que de suyo desbordan las enjutas dos centurias de su arbitrario conocimiento sobre la historia venezolana.
Le bastaría a Chávez una somera revisión de los aspectos decisivos del totalitarismo – a la luz de la obra de Hanna Arendt – como antimodelo de una democracia y luego tamizarlos sobre su Constitución y gobierno para apreciar que nadie mejor que él, en esta época de traumas históricos renovados, se ha aproximado al ideal del Führer: Lucha por imponer la unidad de la opinión colectiva, proscribiendo y criminalizando la diversidad; invade con el Estado todas las esferas de la vida nacional y avanza hacia la conquista de los espacios familiares, para engullirse la personalidad de cada venezolano haciéndolo robot de su gesta; en fin, ejercita y justifica su tiranicidio constitucional apelando, como lo diría Agapito Maestre, al saber privilegiado: la ideología bolivariana y revolucionaria. Nada más.
Nuestros niños y jóvenes boinas rojas, endosantes prematuros del uniforme militar y destinatarios de parte la fusilería recién adquirida por Chávez, quizá sean entre nosotros una criolla expresión; pero es la más dramática y desgraciada de lo acuñado. No calzan pantalones para emular a los Camisas Pardas, como si lo pretendieran al principio los Círculos Bolivarianos en 1999. Probablemente son distintos – todavía – de los niños y jóvenes muertos recién bajo la violencia israelí sobre tierra libanesa. Pero están siendo armados y preparados para la violencia a la manera de las milicias populares y son entrenados en la cultura de la guerra, tanto como lo fueran desde mucho tiempo ha los niños y los jóvenes hoy víctimas del fundamentalismo islámico: carne de cañón de la insanía mental que nutre a los teatros universales de la venganza, descritos por las páginas de la historia cabal.
Entre tanto, en la medida en que el belicoso Chávez transforma a Venezuela en un arsenal y hace visitas de “cooperación internacional” para mejor apertrecharse y acicatear la división entre los pueblos, ora para compartir emocionado las tropelías de los “chacales” de actual cuño: llámense Hezbolá, Hammas, o FARC o ELN, la frivolidad campante y rampante de nuestra gente se deshace, si acaso, en comentarios de ocasión sobre la opción electoral del Conde del Guácharo.
Diría Borges, el escritor, que nuestra tierra es de momento un error, una incompetente parodia. Me resisto a creerlo.
Entre líneas
• “Dentro de las reformas que se deben hacer en la Constitución Nacional es necesario incluir una previsión para que los militares no puedan participar en política sino 5 años después de haber salido de las FF.AA”. Lo decía Simón Alberto Consalví en 1998, a pocas horas de la elección de Chávez.
• En1998, el mismo día de la elección de Chávez, Rayma caricaturizaba – premonitoria con una imagen del Fürher – el artículo de Manuel Caballero: “Hoy es el día D”, referido a Mein Kampf, escrito por aquél en su prisión y al que poco caso le hiciera el electorado alemán que luego lo llevaría al poder. Sólo les preocupaba barrer a los políticos. En dicho panfleto, no distante de La Nueva Etapa de Chávez, su autor anunció lo que luego haría: agredir a Francia, a Polonia, a la URSS, suprimir los partidos y perseguir a los judíos.
• Catorce de los quince miembros del Consejo de Seguridad de la ONU conminaron a Irán para que suspenda, antes del 31.8, su plan nuclear ofensivo. Chávez, en línea diversa, apoya la iniciativa iraní.
• Según ha revelado a El País José Antonio Lorente, jefe del grupo de investigadores españoles que estudia los huesos del descubridor, los restos de huesos que se conservan en Sevilla «sí son los de Cristóbal Colón». Por si acaso….