Tan lejos y tan cerca
Corea del Norte no solo mantiene a buena parte de su población en desnutrición a causa de hambrunas que podrían ser menguadas reduciendo los gastos de mantener a su enorme ejército y el presupuesto para su proyecto de armamento nuclear – más del 60% de su economía – sino también, según la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, su régimen ha agudizado su represión contra minorías y disidentes, confinando, por ejemplo, a más de cien mil cristianos en centros de reclusión.
En ese país no se permite la libertad de culto, aunque sí el culto a la personalidad del dictador Kim Jong- Il (hijo), el culto a su padre que gobernó desde 1948 hasta 1994, y el culto a lo que vendría a ser “el espíritu santo” del comunismo cuando es convertido a una forma de religión: el partido único.
Corea del Norte es un país hermético en donde la prensa no tiene acceso a la información. Sin embargo, según algunos testigos oculares, así como Amnistía Internacional y la ONU, junto a China, ese país encabeza los regimenes que con más frecuencia torturan, sentencian a prisión y decretan pena de muerte a personas que profesan el cristianismo. El gobierno chino también encubre los propósitos de su vecino cuando miles de refugiados norcoreanos que escapan de la persecución y el hambre cruzan su frontera, repatriándolos bajo el alegato de que se trata de “emigrantes económicos”.
Pero son países lejos de nosotros y entonces, ¿qué son unos misiles lanzados al mar territorial de países vecinos, pruebas nucleares o unos cuantos disidentes presos y torturados si más cerca está Bush, ese pésimo presidente de un gobierno soberbio cuyas políticas permiten omitir, a sus obsesivos críticos lo que hacen distantes regimenes colonialistas? En cualquier parte del mundo
los excesos y atropellos cometidos por cualquier gobierno deberían ser asuntos muy cercanos para quienes nos interesa, simplemente, el respeto a la vida humana.