Soberbia e incertidumbre
“Entre la soberbia y la incertidumbre” es el título de mi más reciente libro, que me parece refleja correctamente lo que estamos viviendo los venezolanos en este inicio del año 2013. Aunque en mi obra la incertidumbre se refería también a un sistema internacional en transición “epocal”, con ritmo histórico acelerado, la incertidumbre actual tiene más que ver con la ficción poco seria que el comandante-presi dente gobierna desde la sala de cuidados intensivos, en un hospital cubano.
Esta incertidumbre recuerda la atmósfera que se vivió durante las agonías de Stalin en la fenecida URSS y de Franco en España.
En países donde gobierna un caudillo, un jefe máximo, un salvador de la patria, es típica la incertidumbre cuando la vida del “redentor” está en peligro. Esto no pasa en países dónde las instituciones son más relevantes que los gobernantes de turno, por eso decía Bertold Brecht: “Bienaventurados los pueblos que no necesitan héroes” y Jean Monnet agregaba: “Los hombres desaparecen; las ideas y las instituciones permanecen.”
En China, después de la muerte de Mao, Deng Hsiaoping, además de iniciar la transformación de la economía colectivista en una moderna economía de mercado, también promovió la despersonalización y la institucionalización del sistema político autoritario, con el obligatorio cambio del liderazgo cada diez años.
En cuanto a la soberbia, los “caudillos redentores” con ceguera ideológica marxistoide, tienden a creer que conocen la verdad absoluta y sobretodo la manera de implantar la sociedad perfecta, lo cual es sumamente peligroso. Pensar que es posible la construcción del paraíso en la tierra fue la justificación moral e intelectual del comunismo, trágica ilusión y pavoroso fracaso histórico, que produjo la terrible estadística de 65 millones de muertos en China, 20 millones en la URSS, 2 millones en Camboya, 2 millones en Corea del Norte, un millón en Vietnam, un millón en Europa Oriental un millón en África y 150.000 en América Latina (vide : Libro negro del comunismo).
En efecto, si se cree firmemente de conocer la Verdad en la historia, sería insensato e ilógico darle derechos al error. Por tanto, en función del Bien Común del futuro, es necesario excluir a los que están “equivocados” de la posibilidad de hacer el mal. Si se está seguro de lograr la sociedad perfecta para la Humanidad del futuro, se debe aceptar el mal menor de sacrificar unos cuantos millones de “equivocados” en el presente.
Por eso, Alain Touraine nos dice: “La era de las revoluciones ha llevado, por caminos sinuosos, al Terror, a la represión del pueblo, en nombre del pueblo y a la ejecución de los revolucionarios en nombre de la revolución”. Al respecto, es muy interesante reflexionar sobre la siguiente frase de la “Exposición de Motivos para la reforma de la Constitución” venezolana, presentada por el comandante-presidente: “La revolución bolivariana asume la consigna de reafirmar la existencia, la extensión y la esperanza de la solidaridad, como estrategia política para contribuir a la construcción del Reino de Dios en la Tierra, es decir, la conquista de la supremacía política por parte de los pueblos del mundo.” Como dice Leszek Kolakowski: “el sueño de la salvación final es desesperación disfrazada de esperanza, voluntad de poder disfrazada de anhelo de justicia.”
En este inicio del Siglo XXI, los países avanzados tienen sistemas políticos institucionalizados, en cambio los caudillos, mesías, redentores y comandantes son típicos de países atrasados. Recordemos, entre otros, los casos de Gadafy, Saddam, Assad, Mugabe y Castro. Curiosamente, todos “hermanos” del comandante-presidente.
@sadiocaracas