Soberanía y democracia
El actual sistema internacional está integrado por Estados cuya soberanía e independencia es cada vez menos absoluta. Hay una evidente difuminación de la distinción entre asuntos internos y externos. En Europa, el proceso ha avanzado considerablemente. La interferencia mutua en los tradicionales asuntos internos, la creciente irrelevancia de las fronteras y la seguridad basada en la transparencia, la interdependencia, la apertura y la vulnerabilidad mutuas, son algunas de las características de las relaciones europeas. Entre los Estados de la la Unión Europea hay un consciente y exitoso proyecto de superación del Estado-nación y se puede afirmar que rige una especie de “paz perpetua” kantiana. En efecto la guerra ya es inimaginable y los conflictos se resuelven a través de la negociación y el derecho. Además, a través de ese increíble proceso que se inició en la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE), que culminó en su primera etapa, con el acta Final de Helsinki de 1975, se logró que 33 Estados soberanos, en su mayoría perteneciente a ambos bandos de la Guerra Fría, aceptasen que el respeto de los derechos humanos de sus ciudadanos podía ser objeto de control internacional. Más recientemente, este proceso se ha profundizado, en particular, con la fundación en 1995 de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), integrada por 51 Estados, en donde se establece el control internacional sobre patrones de conducta interna, como libertad de prensa, procesos democráticos y trato de minorías. También se estableció, en relación con las fuerzas armadas convencionales, mecanismos de verificación, que rompen definitivamente con la tradición absolutista de la soberanía. La moderna doctrina de la intervención humanitaria, definida como el uso de una fuerza internacional para ayudar a las víctimas de una seria violación de los derechos humanos es otra característica típica del nuevo sistema internacional, recordemos a este respecto, algunas de las intervenciones, aprobadas por el Consejo de Seguridad de la ONU, en estos últimos lustros: Iraq (zonas de refugio para los Kurdos), Somalia, Haití, Ruanda, Bosnia y Sierra Leona. La intervención de la OTAN en Kosovo no fue aprobada por la ONU (debido al potencial veto ruso), sin embargo fue apoyada o justificada por la absoluta mayoría de las democracias avanzadas, incluyendo países de tradición pacifista y neutral como Suecia.
En nuestro propio continente, la OEA, en junio de 1979, a raíz de los acontecimientos que rodearon la caída de Somoza, aprobó una resolución, basada en una propuesta de Venezuela, presentada en nombre de los países andinos, que supeditaba claramente el principio de no intervención (Art. 18 de la Carta) a lo estipulado en el Art. 3, inciso D, que consagra el requerimiento del “ejercicio efectivo de la democracia representativa”, y al cumplimiento de la obligación de respetar “ los derechos de la persona humana y los principios de la moral universal” (Art. 16). Esa resolución fue aprobada por abrumadora mayoría, con escasas abstenciones y un solo voto en contra: Paraguay. El representante de ese sátrapa jurásico, llamado Stroessner, al oponerse a la resolución, protestó que se estaba enterrando el principio de no intervención. La Carta Democrática Interamericana culmina en América este proceso que va en la evidente dirección de la superioridad de la defensa de los derechos humanos, incluyendo los derechos civiles y políticos, frente a la soberanía del Estado. Hoy en día se aspira defender a la persona humana frente al gobernante despótico y que este amparo sea de naturaleza internacional. Las tiranías ya no pueden escudarse detrás de la soberanía estatal y el principio de no intervención. El precedente del “caso Pinochet” ha producido un enorme paso adelante, en este proceso de verdadera humanización del Derecho Internacional. En fin, es “significativo” que, en estas últimas décadas, los defensores a ultranza del principio de no intervención y de la soberanía estatal absoluta han sido, entre otros: Stroessner, Pinochet, Marcos, Ceacescu, Kim Il Sung, Duvalier, Castro, Noriega, Saddam Hussein, Gheddafi, Idi Amin Dada, Mobutu, Milosevic y Fujimori.