Santos sin Chávez
¿Constituía el líder bolivariano oxígeno para poner fin al conflicto en el vecino país? Sí. ¿La ausencia definitiva del caudillo ha cambiado la perspectiva del gobierno colombiano y de la guerrilla que pensaban que con él, como hombre fuerte, se podía llegar a cualquier acuerdo, incluyendo el Golfo de Venezuela, como alguna vez lo pensó y promovió el ex presidente López Michelsen? También. ¿Satisface ahora Maduro esas expectativas? No lo sé.
Los vaivenes de la relación colombo-venezolana desde el año 2000 a esta parte nos han llevado del amor al odio con pasmosa facilidad. No cabe aquí hacer una cronología de esa atormentada relación en la que casi estuvimos al borde de una estúpida guerra por razones eminentemente personales. A pesar de ello, la presencia de Chávez en el poder representaba, en los cálculos del gobierno de Santos, un factor determinante para el éxito del proceso de paz por los vínculos públicos y los non sanctos que mantenía el presidente venezolano con la guerrilla colombiana.
Posiblemente ahora sin Chávez en escena, a quien Santos consideraba como un as para ser usado a su favor, “mi nuevo mejor amigo”, la solución del conflicto se aleje en el tiempo si es que en todo caso se alcanza. Frente a la nueva incertidumbre sobre el éxito de las negociaciones y sumado al descenso de su popularidad, Santos está justificando frente al espejo, el electorado y la dirigencia política, su aspiración a la reelección alegando, como lo hizo en la ciudad de Pereira recientemente, estar “empeñado en dejar el gobierno cuando pueda decir: Tenemos paz”.
Si es verdad que los políticos no sienten sino que calculan, y está visto que el pragmatismo de Santos está por encima de cualquier consideración ética o ideológica, ¿será Maduro el candidato de Santos para las próximas elecciones presidenciales de abril en Venezuela? ¿O será Capriles? ¿Cuál de los dos es el más apropiado para satisfacer sus intereses y los de las élites en Colombia? ¿Sin Lula y sin Chávez en escena, insistirá Santos en su ambición de ser el líder regional que en su momento lo llevó a ocupar la portada de la Revista Time o de aspirar al Premio Nobel de la Paz?
Porque hay varios pretendientes que anhelan llenar ese vacío. Y sin el malo de la película en escena, el casting está abierto. De paso, queda vacante el rol de líder de la izquierda en América Latina, que ahora vive entre fantasmas, sombras y petro-adicción incurable. Cuba, que también se quedó sin su mejor amigo, puede que ocupe ese lugar como madre que recibe a los hijos golpeados por la vida y el luto, y recupere su protagonismo como motor de la izquierda, o que siga dando pasos irregulares y equívocos hacia la apertura y democratización de la Isla.
Y a todas estas: ¿ dónde quedó la paz?