Opinión Internacional

Ruido de rotas cadenas

“Cuando los hombres están reunidos, pierden el sentido de su debilidad”. Charles Secondat, barón de Montesquieu

La semana que pasó parece haberse convertido en un verdadero punto de inflexión en la marcha del “cristinismo” hacia su imaginada eternidad, y fue marcada por la pérdida del miedo en las todavía incipientes protestas de los ciudadanos de a pie y hasta de los chacareros de la Federación Agraria.

Geográficamente hablando, la mancha de aceite de las cacerolas que comenzaron haciendo sonar las clases medias urbanas en la ciudad de Buenos Aires, el Conurbano norte, Rosario y Córdoba, creció en forma significativa desde el jueves por la noche, y llevó el descontento hasta lugares emblemáticos como la residencia de Olivos o el Monumento a la Bandera. La convocatoria –que ha comenzado a repetirse para el jueves 7 de junio, a las 18:30, en Plaza de Mayo- fue realizada por miles de mails, twitters anónimos, dando la razón al Gobierno que creó, para intentar controlar las redes sociales, la fantasmal tropa sobre la cual Lanata puso su radiante y jocosa luz hace quince días.

Por su parte, la Comisión de Enlace, con sus bases atribuladas por el impuestazo de Scioli –que favorece a doña Cristina en términos económicos y políticos- ha decretado un paro agropecuario de nueve días que, seguramente, traerá algunos problemas adicionales y es probable que se nacionalice, dadas las similares conductas de Uribarri, en Entre Ríos, y otros gobernadores aquejados por la falta de recursos. Le costará, sin embargo, superar la desilusión de esas clases medias urbanas cuando el Frente para la Victoria contó sus votos en la pampa húmeda. Si bien el triunfo oficialista en 2011 en esos partidos del interior no se debió a que los productores rurales hayan invertido su posición respecto al “kirchner-cristinismo” sino a la sustancial mejora que el auge de precios agrícolas produjo en los comercios –es decir, en quienes habitan los pueblos y ciudades del interior- que vendieron más autos, más insumos, más alimentos, la sensación de traición electoral que sufrieron quienes, sin tener relación directa con el campo, acompañaron las protestas contra la Resolución 125 hizo que se haya generado una brecha que será difícil superar.

La sequía que ha comenzado a afectar los bolsillos de los ciudadanos, como siempre sucede en cualquier país y en cualquier época, ha hecho que éstos “descubrieran” la inflación y la corrupción rampante de este gobierno, que supera con creces todo lo conocido hasta la fecha. Por otra parte, la población ya está harta de la inseguridad cotidiana, producto de muchísimos factores, entre los cuales el tráfico de drogas y la desmadrada inmigración resultan los mayores componentes.

La verdadera diarrea verbal que han sufrido estos últimos días algunos de los funcionarios –y don Anímal ha sido la mejor expresión de ella- obliga a recordar la frase de Juan Pablo Feinman, uno de los fundadores de Carta Abierta, cuando fue atacado por el mismo virus: “Resulta muy difícil defender a un gobierno encabezado por dos millonarios”. Tenemos aquí otro de los motivos que llevaron a que volvieran a sonar las cacerolas: la falta total de vergüenza de quienes impiden comprar dólares en el mercado libre y único de cambio, mientras que todos ellos –don Máximo incluido- no solamente declaran injustificables ahorros en esa moneda sino son autorizados a adquirir ingentes sumas hoy mismo.

Los controles a las importaciones están haciendo que muchas fábricas comiencen a parar por falta de insumos, con lo cual ha comenzado a aparecer, otra vez, el fantasma del desempleo sobre el horizonte de las preocupaciones. Porque, si ese efecto que ya ha comenzado a notarse en el gran Rosario y en la gran Córdoba, rodeadas por cinturones de pobreza pero, también, de clase media humilde, se tradujera rápidamente en protesta social, la situación en la Argentina cambiaría de amarillo a rojo en segundos. Doña Cristina y don Daniel parecen haber olvidado que, si la Provincia se incendia, las llamas estarán a sólo pocas cuadras de la Plaza de Mayo, con todo lo que ello ha implicado en nuestra historia reciente.

La propia e inocultable torpeza oficial en el manejo de los instrumentos económicos locales, la confiscación de activos, el declarado mal trato a los inversores, el desprecio por la seguridad jurídica, el imparable gasto público, la consecuente inflación, el atraso cambiario, la falsificación de todos los indicadores, la prostitución de la Justicia, la impudicia en el latrocinio, la soberbia de la impunidad, el brutal aislamiento de los gobernantes (que creen estar viviendo en la Ciudad Prohibida de Beijin), la notoria disminución en los saldos exportables, la recesión generalizada, la crisis energética, la expuesta vocación tiránica, son algunos de los factores que han producido esa inflexión de la que hablé al principio.

Europa, nuestro segundo destino exportador, continúa enfrentando dificultades de muy difícil pronóstico, y Estados Unidos, Brasil, China e India ya están mostrando signos de agotamiento de ciclo. Esa situación externa, además de servir de excusa (“el mundo se nos cayó encima”) a los problemas propios de la Argentina, hará que la imagen de doña Cristina y su banda, que aún registra envidiables pero explicables –pueden ser atribuidos a la notoria inexistencia de alternativas serias- índices de aprobación, caiga como un piano.

  Entonces, con el descontento y con la pretensión de la Casa Rosada de incrementar los recortes a las libertades individuales, también aparece una simétrica preocupación. La Gendarmería Nacional, retirada por la inefable doña Nilda de sus funciones naturales de custodiar las fronteras para ser trasladada masivamente a los centros urbanos, se ha convertido en una fuerza de seguridad que, a diferencia de sus colegas policiales, cada vez está mejor armada y mejor paga; fuentes confiables señalan que sus efectivos ganan hasta tres veces más que lo que perciben sus homólogos de grado en las otras fuerzas.

Sus miembros no se han caracterizado -¿recuerdan el plan Fénix, de espionaje a los líderes de las protestas?- por la sutileza y la delicadeza; simplemente, no están preparados para ello y, como es lógico, se comportan como se les ha enseñado. ¿Será, entonces, la encargada de reprimir las cacerolas, los paros agrarios, las huelgas y las protestas sociales? ¿Obedecerá, si es así?

Nuestra autoproclamada emperatriz tiene, en el futuro inmediato, dos batallas que definirán tanto la fuerza real de la que dispone cuanto cómo será, a partir de ahora, el derrotero de su gobierno. La primera en el tiempo es la propuesta designación de don Pinocho Reposo como nuevo Procurador General de la Nación, en reemplazo del ex íntimo don Esteban Righi, que vio su carrera y su supuesta honra caer bajo los cascos del desbocado caballo de Guita-rrita.

La segunda, muchísimo más importante, se librará el 12 de julio en la CGT, cuando se verá si el Gobierno tiene munición suficiente como para desalojar a don Camiónde su sillón y reemplazarlo por alguien que pueda ser considerado propia tropa. Aquí el problema será más grave en cualquiera de los escenarios.

Si lo consigue, la central obrera se dividirá como siempre, pero estará enfrentado a un conglomerado de gremios del transporte que, además de fuertes, verán sus ingresos disminuir vertiginosamente por la nueva crisis con el campo, la recesión y la caída en el comercio exterior, todo lo cual producirá muchísimos menos viajes en camión, y don Hugo saldrá, con los tapones de punta a pelear por el bienestar de sus afiliados. Del otro lado, una CGT “oficialista” tampoco podrá calmar las naturales apetencias de las trabajadores para mantener a flote de la inflación sus ingresos pues, si lo hiciera, sus adherentes mudarían sus apoyos a los sindicatos de base, harto más combativos.

Si doña Cristina perdiese una de esas batallas -¡y qué decir si fueran ambas!- su condición de “pato rengo” se acentuaría y, casi con seguridad, sus adláteres y cómplices correrían a “profundizar el modelo” en un estilo más combativo y despótico, para intentar evitar un desastre electoral devastador.

En fin, si a ello le sumamos la negativa a siquiera mencionar a la inflación, causante exclusiva de los males que sufren los mercados y las inversiones, y la guerra que, según ha anunciado, encarará a partir de mañana don Patotín para bajar a la fuerza la cotización del dólar “blue”, las próximas semanas no serán aptas para cardíacos en nuestro país. Parafraseando al ingenioso hidalgo, “cosas verán, argentinos, que harán hablar a las piedras”.

Mientras tanto, la ciudadanía seguirá rompiendo las cadenas con que el populismo, hoy debilitado por la falta de recursos, tiene atado al bolsillo de los ciudadanos, y el ruido será tal que se oirá desde lugares tan remotos como Calafate.  

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