Réquiem por un planeta
El 2006 fue un período de severas advertencias de un mundo en calentamiento – literal y metafóricamente – con las consecuencias de corto y largo plazo que esto implica.
Desde el fin de la “Guerra Fría”, cuando la amenaza del potencial de una guerra nuclear por las tensiones entre Estados Unidos y la ex Unión Soviética, la humanidad no había estado expuesta a la ansiedad del peligro atómico, ante la evolución que lograron los regimenes totalitarios de Irán – enriqueciendo uranio – y Corea del Norte – experimentando con armas radioactivas, – abandonando negociaciones para ejecutar programas energéticos consensuados y optar por monólogos de una retórica belicosa. De ahí que proliferen los países que se plantean entrar al club de las potencias atómicas.
El 2006 también comprobó que la amenaza de un conflicto planetario a gran escala se va incrementando al agravarse las tensiones entre occidente y el oriente musulmán, los conflictos atávicos de los grupos rivales del Islam – sunitas y chiítas – ahora reeditados en Irak y El Líbano, y con la proliferación de modelos contemporáneos de autocracias electorales que cercenan la libertad a millones de personas desde Asia a Latinoamérica. África continúa siendo el continente olvidado lidiando con hambrunas, refugiados, Sida, rivalidades étnicas-religiosas y tribales, escenario del peor genocidio contemporáneo en Darfur, Sudán, que revela nuestro talento para la indiferencia.
Todo lo anterior, aunque gravísimo, podrían ser detalles si no comenzamos a hacer algo sobre “La Incomoda Verdad” que el ex vicepresidente norteamericano Al Gore relata en un documental, explicando como los gases tóxicos están acelerando vertiginosamente el calentamiento global que ya causa estragos climáticos y ambientales en el mundo
Este año un grupo de astrónomos le hicieron un réquiem a Plutón como planeta del sistema solar al determinar que no cumple con los requisitos para ser considerado un planeta “normal”, sino más bien, uno enano. Si eso pasa con la tierra, no será precisamente por un debate científico, sino por la enana sensatez de nuestra generación.