Réquiem por la OEA
A la república – hecha de mandatos y períodos constitucionales a término, regulares e improrrogables, que respetan con celo sacramental hasta nuestros dictadores militares –le es firmada su acta de defunción por el TSJ de Venezuela el pasado 10 de enero; luego de lo cual asume el poder un gobierno de facto e ilegítimo, por inconstitucional además de bifronte, que comparten el Vicepresidente Maduro y el teniente Cabello. Y sobre tal vacío, en medio de la anomia que provoca la ausencia de toda regla respetable para la convivencia entre los venezolanos, sobreviene una masacre en Uribana, que recuerda la otra que ocurre en la Isla del Frontón, en Lima, cuando militares quienes solo saben de la guerra y emplear sus cañones derriban con dinamita las paredes de la cárcel alli sita para aplacar la revuelta de los reclusos. La OEA condena los hechos y al propio gobierno peruano, en 1996.
Ahora los muertos, en la cárcel venezolana mencionada, por obra de la acción que se acompaña – antes de su ejecución – por una decena de tanques de guerra, ya suman 55 mientras la cifra de heridos alcanza a 95.
Pero lo primero y ésto, el acto judicial y su primera consecuencia humana, paradójicamente y para nada le preocupa al observatorio democrático que es la OEA; de donde cabe entender que el Sistema Interamericano de Estados republicanos es ya otra caja de huesos sin espíritu, en espera de igual y cristiana sepultura.
Cuando en 1826, reunido el Congreso Anfictiónico de Panamá, en el istmo del mismo nombre se decide la unión, liga y confederación perpetuas de nuestras nacientes repúblicas americanas y se le da vida al principio de la No Intervención, ello ocurre para protegerlas de acciones extrañas y disolventes que intenten revertir el modelo político en emergencia e instalar otra vez, sobre nuestros territorios, la experiencia de la monarquía derrotada con las armas de la libertad.
En otras palabras, la No Intervención viene a indicar, a cabalidad, que ninguna república, amparada en su soberanía e independencia, puede ser vaciada dentro de los odres del despotismo por muy ilustrado que se le considere, sin transformarse con ello en un peligro para sus otras repúblicas hermanadas.
El celo del proponente de la iniciativa, Simón Bolívar, quien a buen seguro conoce a cabalidad la propuesta anterior del Precursor Francisco de Miranda sobre la Colombia Americana, reposa en la mirada cuidadosa que hace sobre la experiencia inestimable de los griegos. La democracia nace en las ciudades helenas y es modelo e inspiración a lo largo de los siglos, pero llega a su final en Atenas y las demás polis helenas por considerarse cada una, a sí, como célula autónoma e impermeable, endógena y suficiente, cuyas vivencias políticas moran y se agotan dentro de sus paredes.
La idea de la anfictionía, practicada luego en el istmo de Corinto, donde se reúnen los Consejeros de Hellas para proveer a la unidad – atemorizados por los persas – no dura más allá de la circunstancia. “El griego despreció la lógica, y seguro de sí, se enfrentó a la historia, no para cambiarla, pero sí para negarle supremacía”, lo recuerda Francisco Cuevas Cancino. Y así terminan todas sus ciudades y “sus” democracias siendo pasta y pasto de las invasiones bárbaras y de los imperios emergentes; tanto como Venezuela, hoy y en esta hora, es pasta y pasto de los hermanos Castro y del colonialismo cubano sin que nuestras repúblicas hermanas pongan sus barbas en remojo.
En 1948, reunida en Bogotá la Conferencia que le da vida a la actual OEA, la línea de consideración es la misma. Se predica la soberanía e independencia de nuestras repúblicas y su pertenencia a la nueva anfictionía continental, bajo la condición existencial del respeto y sostenimiento, por todas, de la democracia constitucional. Y así se le hace espacio a la propuesta – que realiza el delegado venezolano, Rómulo Betancourt – del “cordón sanitario” que ha de establecerse alrededor de las dictaduras para proteger, en lo sucesivo, a las repúblicas “democráticas” del continente.
El apóstol Insulza
De modo que, cuando en un momento de quiebre histórico en las Américas – sobre el antecedente del presidente peruano Alberto Fujimori y para evitar su mal ejemplo de presidente electo democráticamente quien luego desfigura a la república y a la democracia para transformarse en autócrata – se adopta en Lima, en 2001, la Carta Democrática Interamericana, la idea que priva es advertir que la república democrática no se reduce a lo electoral. Pero mal podía imaginarme que José Miguel Insulza será el cobarde apóstol, el Judas quien entrega la OEA a manos de su “cancerbero”, el perro guardián de las puertas de ese infierno que hoy se llama Socialismo del siglo XXI y sostienen los hermanos Castro con los dineros de Venezuela.
No por azar, así como ayer le pone cortapisas a la Carta, arguyendo el principio de la No Intervención, luego regresa sobre sus palabras para cuidar los predios del eje Caracas – La Habana, inmiscuyéndose en las situaciones constitucionales de Honduras y Paraguay. Y ahora, sonriente al lado del Canciller de facto venezolano, Elías Jaua, precisa que es incompetente para conocer sobre lo decidido por los poderes públicos venezolanos, a saber, acerca de la mutación constitucional que le pone fin a nuestra república democrática y provoca su primera masacre; y al fin, le es indiferente que se entronice una suerte de consulado de facto regido a control remoto y permite que la república que somos desde 1830, desnuda de identidad, se la engullan a conveniencia la monarquía tropical y corrupta de los Castro.
Pero en buena hora, quien le compra su cargo – según lo reconoce – y le entrega las monedas para la traición de los ideales americanos, hoy declina fatalmente. No es capaz, Hugo Chávez Frías, de amarrar el futuro. Ya no logra moderar siquiera a sus ambiciosos herederos en casa y más allá de ella, y tampoco salvará al mismo Insulza de su seguro ostracismo dentro de las páginas de la historia democrática en el Occidente. Y no olvidemos que Dante Caputo, su asesor político argentino en la OEA, en estudio que le financia el PNUD y reedita Insulza, es quien siembra la creencia de que nuestros pueblos prefieren comer a cambio de la libertad y su secuestro. Esa tenemos, por ahora.