Reforma de la Carta Democrática
La “propuesta Valero” como pasará a la historia diplomática interamericana, esta triste y penosa intervención del representante del emeverrismo en la OEA, de proponer una enmienda a la Carta Democrática para aplicarla a los diferentes actores políticos que “pongan en peligro la estabilidad y las instituciones democráticas”, represento para los Embajadores y demás participantes, la más clara prueba del carácter excluyente e intolerante del gobierno revolucionario, con el añadido de que para vergüenza de Itamarati el informe presentado por el Embajador Valter Pecly “no paso“ en su primera presentación. Para quienes conocemos la mecánica multilateral sabemos lo que eso significa; ahora vendrán las presiones diplomáticas para su aprobación pero siempre quedara la duda de por que hubo que postergar su aprobación.
El error de Valero desenmascaró la diplomacia bolivariana. La comunidad interamericana por un lado al post poner la aprobación de la resolución se acogió a las “dudas razonables“, y la internacional, percibió en uno de los representantes gubernamentales más calificados, la intolerancia y falta de compromiso con el espíritu de la Carta Democrática. Pretender reformar la Carta en los términos de Valero, es volver a la época del oscurantismo, de la inquisición y del macartismo.
El rayón de Valero ha sido grande, posiblemente le cueste la anhelada Cancillería. Pero en todo caso si no es así, debería comenzar por leerse el capitulo VI de la C.D referido a al Promoción de la Cultura Democrática, donde el fundamento son los partidos políticos y la oposición democrática, esa que para su intranquilidad, sale a la calle no con encapuchados y metralletas sino con un pito y una bandera tricolor bien grande