Recogiendo velas*
Un boletín de prensa de la delegación venezolana ante la (%=Link(«http://www.oas.org/»,»OEA»)%) informa que el (%=Link(9406529,»titular»)%) de esa representación multilateral planteó ante el Consejo Permanente del órgano hemisférico la necesidad de incluir el concepto de democracia participativa en la Carta Democrática Interamericana que preparan las delegaciones de cara a la asamblea general que se celebrará en Costa Rica en la primera semana de junio. Añade el mencionado boletín que el funcionario diplomático “insistió en aclarar que la democracia participativa no debe entenderse como un concepto opuesto al de democracia representativa, ni una alternativa a la misma”.
Bienvenida la anunciada rectificación que envuelve esa declaración. Desde que fue elegido presidente de la República, Hugo Chávez Frías no ha desperdiciado oportunidad para expresar su desprecio por la democracia representativa, promocionando su eliminación en el texto de la (%=Link(«/bitblioteca/anc/constitucion1999.asp»,»Constitución de la República Bolivariana de Venezuela»)%) (1999) y su substitución por la democracia participativa y protagónica. Creyó el mandatario venezolano que como aquí se hizo lo que él quería con una (%=Link(«/bitblioteca/anc/default.asp»,»Asamblea Nacional Constituyente»)%) dócil a sus antojos, la democracia representativa iba a desaparecer de la escena internacional. Lo cual, por supuesto, no ha ocurrido, entre otras razones porque, en el ámbito hemisférico, concretamente, la Carta de la OEA consagra a aquélla como “indispensable para la estabilidad, la paz y el desarrollo de la región”, señalando además que “uno de los propósitos de la OEA es promover y consolidar la democracia representativa dentro del respeto al principio de no intervención”.
Más de un desaire diplomático ha tenido que arrostrar el titular del Ejecutivo Nacional por esa pertinacia suya en contra de la democracia representativa. El último del que se tenga noticia, en Quebec con motivo de la III Cumbre de las Américas (20 al 22 de abril de 2001) cuando se adoptó la cláusula democrática y se instruyó a los Cancilleres del hemisferio para que en la proyectada Carta Democrática Interamericana se reforzaran los instrumentos institucionales que se requieran para “la defensa activa de la democracia representativa”. De nada valió en esa ocasión la insistencia del mandatario venezolano en que se añadiera la expresión “participativa” a la de “democracia representativa” incorporada al texto del documento final, el cual ya disfrutaba del consenso correspondiente. Resultado: el jefe de Estado de Venezuela fue el único, cual “ánima sola”, que firmó con reservas la declaración de Quebec, ratificando nuevamente el apego suyo a los papelones diplomáticos.
Ahora, en la cercanía de la asamblea general de la OEA prevista para reunirse en San José de Costa Rica, se anuncia este aparente cambio en la posición venezolana con relación al tema, o sea, que de acuerdo con la interpretación que pareciera desprenderse del boletín de prensa comentado en los párrafos precedentes, para nuestra Cancillería la democracia representativa se mantiene vigente y pudiera ser adicionada o complementada con otras tantas versiones de la concepción política original, pues nada obsta para ello. Así, deliberativa, directa, participativa, protagónica, plural, por ejemplo, para mencionar los términos que más se mencionan entre quienes manifiestan interés en la cuestión.
¿Será verdad todo esto? ¿O habrá que esperar el regreso del presidente de la República de su extenso e incomprensible periplo, para saber a ciencia cierta cuál será en definitiva la postura venezolana respecto al proyecto de Carta Democrática Interamericana?