Opinión Internacional

Reacciones desmesuradas

El ataque de Israel en dias pasados a una flotilla humanitaria que se dirigía a Gaza fue una reacción desproporcionada, es cierto; pero, también es verdad que había serias dudas acerca del carácter estrictamente humanitario de la misión. La flotilla humanitaria no habría cumplido los requisitos de imparcialidad absoluta, al retar políticamente a Israel, buscando capitalizar beneficios trás una acción premeditada y con fines mediáticos para colocar otra vez a Israel en el banquillo de los acusados. La presencia de cámaras de Telesur complica la autenticidad de la misión.

Por otra parte, si se tratase de un bloqueo de parte de Israel, conviene recordar que de acuerdo con las normas y principios de Derecho Internacional, podrían ser capturadas por el Estado del bloqueo las naves mercantes (y otras) de las que se tengan motivos razonables para creer que violan tal bloqueo. Además, el Estado del bloqueo ante situaciones de crisis alimentarias o médicas, podrá fijar las condiciones técnicas en las cuales se permitirá el paso de las naves. (Manual de San Remo sobre el Derecho Internacional aplicable a los conflictos armados, CICR, 1996).

El Gobierno de Israel considera, con razón, que el extremismo impuesto en Gaza desde junio de 2007, cuando el grupo islamista radical Hamás asume el control de la totalidad del territorio, después de violentos enfrentamientos con el movimento Al Fatah, grupo cercano al presidente palestino Abbas, constituye una seria amenaza a su estabilidad e integridad, incluso a su misma existencia como Estado, cuya destrucción es aupada por el régimen de Irán y sus aliados; provocación que reafirma el pasado domingo un portavoz del régimen de Teherán que anuncia que las naves con ayuda humanitaria serán escoltadas por naves militares hasta que lleguen a su destino.

Es cierto que la fuerza armada debe utilizarse en casos extremos y de manera proporcionada; pero también es cierto que la ayuda humanitaria debe estar desprovista de intereses políticos. No se puede ignorar que los habitantes de Gaza sufren las consecuencias de las medidas impuestas por Tel Aviv; pero, tampoco que Hamas y otros grupos terroristas constituyen una seria amenaza para Israel.

Las resoluciones de las Naciones Unidas, especialmente las del Consejo de Seguridad, todas, sin excepción, incluyendo la 1860, deben ser respetadas. Israel está obligada a observarlas, como también Irán o Corea del Norte cuando se les señala como Estados forajidos por sus políticas que amenazan la paz y la seguridad internacionales. El doble rasero es inaceptable.

Si hubo desmesura de parte de Israel, también la comunidad internacional actuó desproporcionadamente al condenar unilateralmente sin escuchar ni evaluar la actitud de Israel, que seguramente tenía mucho que decir acerca del carácter “estrictamente” humanitario de la flotilla. Parece mentira, pero nuevamente Tel Aviv cae en la trampa montada por sus enemigos. Si la flotilla pasaba, era un éxito y si la detenían, también.

Muchos Gobiernos y el Consejo de Derechos Humanos se apresuraron al condenar la reacción de Israel. El tema del ataque a la flotilla es parte de un conflicto mayor que involucra otros aspectos que no abordan en su conjunto algunos medios y analistas no imparciales.

A la comunidad internacional y algunas ONGs en particular les preocupa la franja de Gaza y con razón. Niños, ancianos, mujeres, hombres sufren las consecuencias del enfrentamiento en la región; crisis que parece cada vez más difícil de superarse. Pero, paradójicamente, a pocos parecen preocuparle los ataques constantes a Israel y a su población civil. Tampoco se ha mostrado el mismo grado de interés ante el desastre natural en Guatemala que ha causado centenarse de miles de daminificados. Aquí no hay dividendos políticos, allá sí.

El empeño de algunos regímenes y grupos irresponsables en mediatizar las situaciones para su provecho, generalmente con fines perversos, contamina la transparencia en las relaciones internacionales y alimenta las crisis, en perjuicio de la paz y de la seguridad internacionales. Ante ello, en estos tiempos de crisis, de confusión ideológica, las respuestas suelen ser lamentablemente desproporcionadas.

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